Desde 1993, el 3 de mayo se celebra internacionalmente el Día de la Libertad de Prensa.
«Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades». Así define la RAE el periodismo, una profesión que va unida a una sincera y temprana vocación por informar, por investigar profundamente lo que está pasando intentando ofrecer una versión de primera mano.
Tal día como hoy, el 3 de mayo de 1991, un grupo de periodistas africanos estableció las normas que deberían proliferar para disfrutar de una verdadera libertad de prensa. Los países de la Unesco solicitaron a la Asamblea General de las Naciones Unidas la instauración del Día mundial de este derecho para «fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática«.
La sociedad está preparada, o cree estarlo, para oír las mentiras maquilladas que rigen la sociedad. El amor que siente un periodista por su trabajo hace que vaya a cubrir guerras, que se meta en ojos de huracanes, que se infiltre en bandas terroristas…todo ello poniendo en peligro su propia vida únicamente con el objetivo de desmantelar esas mentiras y otorgar al ciudadano su derecho democrático de estar informado.
Desgraciadamente el riesgo que corre un periodista al cubrir cualquier guerra va acompañado del peligro que genera el odio que nace en las personas que usan la mentira como arma para, lo que ellos llaman, llegar al poder. Al poder de presidir comunidades, países, estados o cualquier tipo de organización que de dinero, que al fin y al cabo es el objetivo que termina ensuciando cualquier camino hacia al poder.
Ese odio es la única causa por la que 88 reporteros y 47 blogueros perdieron la vida el año pasado según las cifras de Reporteros Sin Fronteras. Por lo que el derecho a la libertad de prensa se reduce a un deseo escrito en un papel con sello oficial.
No siendo suficiente esta trágica situación, actualmente existe una ola de precariedad e intrusismo que invade nuestro campo. Miles de puestos destruidos, como en todas las profesiones, para mantener una mínima cobertura de la actualidad por aquel que no tiene el título, pero tuvo «suerte», o por miles de recién licenciados, y no tan recientes, que trabajan por amor al arte o por unos sueldos pésimos con la excusa de engordar el curriculum y trabajar como periodista.
La esperanza está depositada en nuestro propio trabajo, porque la valentía del periodista es mucho mayor y eficaz que cualquier guerra armada. Tenemos la magia de saber utilizar la palabra y las vías necesarias para difundirla. Así luchamos para que la situación mejore, para que no nos veamos obligados a exiliarnos ni a recortar párrafos dependiendo de en qué mano esté la Baruta. Y al fin, seguir siendo periodistas.
¡Feliz día de la libertad de Prensa!