Portada | Cultura y Ocio | Curiosidades | 5 anécdotas sobre Londres

5 anécdotas sobre Londres

Imagen de la ciudad de Londres en Oxford Street. / Bikeworldtravel / Shutterstock.com|Oxford Street desde el aire|Oxford street navidad|Londres oxford restricciones covid|Oxford Street
Imagen de la ciudad de Londres en Oxford Street. / Bikeworldtravel / Shutterstock.com|Pieter van Castro / Shutterstock.com|El Gobierno Británico no prevé relajar las restricciones del Covid-19 para Navidad. /Alexey Fedorenko / Shutterstock.com| Willy Barton / Shutterstock.com|pcruciatti / Shutterstock.com

Más allá de las historias y curiosidades sobre Londres que encontrarás en cualquier guía turística, hoy desde El Ibérico os traemos una lista de anécdotas relacionadas con la misma o con personajes asociados a ella que muestran la cara más amable de la capital británica.

1. El «hijo del trapecista» que llegó a primer ministro

Esta es una de las mejores anécdotas sobre Londres. Imaginemos un trapecista americano llamado Thomas Ball, que al retirarse de su profesión pasa a ser diseñador de gnomos decorativos de jardín. A los 64 años tiene un hijo, criado en Brixton, ya por entonces uno de los barrios con peor reputación no tan sólo en la capital sino en todo el país. Éste abandona sus estudios con tan sólo 16 años y su gran sueño, el de convertirse en conductor de autobuses, no puede cumplirse por no pasar las pruebas de matemáticas. Sin estudios, sin contactos y sin dinero, ¿qué alternativas laborales tiene? Pues por ejemplo, convertirse en primer ministro de Reino Unido.

John Major, «the quiet man», fue el sucesor de Margaret Thatcher al frente del partido conservador y gobernó Reino Unido entre 1990 y 1997. Si su predecesora fue para sus adversarios «la hija del tendero», en el caso de Major se le intentaba ridiculizar desde otros partidos e incluso desde su misma formación llamándole «el hijo del trapecista». Pese a carecer de contactos y formación académica, el londinense John Major demostró poseer el tipo de inteligencia y astucia que ni se hereda ni se aprende en ninguna universidad, y contra todo pronóstico acabó liderando el país británico con un amplio respaldo de los ciudadanos.

En una sociedad como la británica, que en ocasiones puede pecar de cierto clasismo, Major no tan sólo hizo caso omiso a los intentos de ridiculización por la antigua profesión de su padre, sino que incluso reivindicó dicha figura y la de los actores del mundo del espectáculo cuando ya una vez retirado de la política activa les dedicó un libro titulado «My Old man: A Personal History Of Music Hall».  

2. Un cerdo en las cloacas del Támesis

El Támesis puede ser el río más conocido de la ciudad, pero definitivamente no es el único. Hasta otros 20 ríos fluyen por la capital británica, si bien la mayoría sólo resultarán visibles en algunos tramos o incluso no lo serán en absoluto dado que durante la época victoriana fueron canalizados de forma subterránea.

Entre ellos destaca el río Fleet, que fluye frente a la estación de King’s Cross a través del alcantarillado. Fue uno de los primeros en soterrarse debido a que en su día era considerado el río «más sucio y pestilente de la capital británica». Y dicho río fue utilizado por los primeros periódicos sensacionalistas como fuente inagotable de anécdotas difíciles de contrastar.

En 1736, una revista hoy desaparecida llamada «The Gentleman’s Magazine» se hizo eco de una noticia un tanto curiosa. Unos meses antes un carnicero había denunciado el robo de un pequeño cerdo que quería sacrificar. Pero el animal no había sido robado, sino que al parecer este huyó y acabó escondiéndose en uno de los tramos del mencionado río. Una vez allí instalado, el animal se dedicó a alimentarse de las inmundicias que por el mismo transcurrían, y debido a la enorme cantidad de deshechos disponibles el cerdo había multiplicado varias veces su tamaño. Éste pudo ser entonces revendido por dos guineas, un enorme beneficio para el carnicero. A partir de ahí no hicieron más que multiplicarse los supuestos avistamientos de cerdos cada vez más grandes y monstruosos de los que se hacía eco la prensa de forma intermitente, precediendo en décadas los posteriores avistamientos de cocodrilos en Nueva York o ratas gigantes en cualquier otra capital del mundo.

3. Un mordisco en las nalgas, el origen del Chelsea

Desde la llegada del magnate ruso Roman Abramovich, el Chelsea se ha convertido en uno de los equipos más importantes de la capital británica. Pero no siempre fue así, y su creación es posterior a la de otros equipos como el Arsenal o el Fulham.

El Chelsea juega en Stamford Bridge, un estadio que en su día albergó competiciones de cricket y atletismo. Con un claro interés especulativo, en 1904 el estadio fue comprado por la familia Mears, cuya idea era remodelarlo para hacerlo el más importante del mundo y alquilarlo al Fulham. La operación no fructificó, y el Fulham rechazó la idea.

Descontento con la operación, el cabeza de los Mears decidió alquilar el estadio a una compañía ferroviaria, que lo utilizaría para almacenar material. Pero un amigo de la familia, un tal Frederick Parker, le propuso una alternativa: crear una nueva escuadra para jugar en dicho recinto.

Se dice que ambos amigos estaban dando un paseo por los alrededores del estadio cuando Mears le comentó que vendería el estadio a la compañía ferroviaria. Descontento y cabizbajo, Parker caminaba a su lado, y su abstracción le impidió ver como el perro de su amigo se le acercaba por detrás, propinándole un mordisco en los glúteos que le hizo incluso sangrar. Smears, sin darle mucha importancia, solo dijo que era normal, dado que al ser un Terrier escoces siempre «mordía antes de ladrar». Una frase absurda que le provocó un ataque de risa a Parker. Un minuto después, y sorprendido por la forma en que su amigo se había tomado el mordisco, Smears cambió de idea y aceptó la propuesta de crear un equipo. Su dinero, como el de Abramovich hoy día, y la insistencia de sus socios dieron pie al flamante Chelsea, un club que ya entonces como hoy se muestra capaz de lo peor y de lo mejor.

4. El beso de Jimmy Carter

Jimmy Carter, presidente de los Estados Unidos entre 1977 y 1981, se caracterizó por ser una persona cercana y campechana, que ponía en aprietos a su servicio de seguridad dado que tenía por hábito entablar conversación con cualquiera que se le cruzara, además de tomarse excesivas confianzas, incluso con personajes con los que el protocolo obliga a guardar cierta distancia.

Aprovechando una importante reunión de jefes de Estado y de la OTAN, el presidente fue invitado a una recepción de la Casa Real Británica en el Palacio de Buckingham. Cuando éste fue dirigido a la sala principal donde le esperaban varios miembros de la Familia Real, el presidente, ignorando cualquier formalidad, se abalanzó sobre la Reina Madre y la besó en los labios. Ésta tuvo tiempo de dar un paso atrás, pero en su intento de «hacerle la cobra» no pudo evitar el contacto físico entre ambos, quedando petrificada como lo hicieron los asistentes que le rodeaban. Cabe decir que parece que Jimmy Carter ni siquiera era consciente de lo que había hecho, ya que siguió sonriendo y saludando a todos los demás como si nada hubiera pasado.

Años después la Reina Madre hablaría sobre dicho suceso y lo desagradable que fue para ella, lo cual sin duda motivó que el americano jamás volviese a ser invitado. Algo que parece que no le importó nada al presidente, que siguió con su costumbre de saludar con un beso en la boca a los anfitriones de lo que otras personas dieron fe.

5. ¿De dónde viene la palabra «lobby»?

La palabra «lobby» se ha generalizado como la de aquel grupo de personas que ejercen presión contra los gobiernos a fin de influir en decisiones que toman estos. Pero menos conocido es el hecho de que el nombre deriva del vestíbulo central del Palacio de Westminster que alberga la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores.

A finales del siglo XIX y principios del XX se vive una época de grandes cambios y la actividad legislativa era frenética. Se popularizó entonces la costumbre de que antes de las sesiones, donde los parlamentarios debían pronunciarse sobre los diferentes proyectos, estos se reunieran con las diferentes asociaciones empresariales o sociales que les comunicaban su punto de vista sobre cómo se debería actuar. Por cuestión de espacio, el mejor lugar donde se podían celebrar estas reuniones era en el espacio previo a la entrada del Parlamento, donde a viva voz y de forma en ocasiones muy enérgica estos grupos exponían sus ideas. De forma que en una curiosa evolución del término, el «lobby» como espacio físico acabó por extenderse a cualquier grupo de presión más o menos organizado.

Relacionado

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio