Han pasado siete años desde que Stephenie Meyer creara a los vampiros adolescentes que enamoraron a millones de personas alrededor del mundo. Con permiso del Drácula de Bram Stoker o las novelas de Charloine Morris, la saga crepuscular de Meyer se ha convertido en todo un fenómeno de masas, no gracias solamente a los libros sino también a los filmes que lanzaron a la fama a jóvenes actores como Kristen Stewart, Taylor Lutner o Robert Pattinson. La última de estas entregas, cuya premiere europea reunió a miles de personas en la plaza de Leicester Square, cierra un ciclo de cinco películas que han levantado opiniones y críticas de todos los colores y que parecen no hacer mella en el corazón de las fans más entregadas que llorar y gritan al ver a sus ídolos pálidos.
La segunda parte de la última película, que se corresponde con el último libro de la saga Meyer, sigue la línea de sus predecesoras, con una Kristen igual de inexpresiva, en su mundo particular de sangre, amor y riñas vampiro-lobeznas. Todo esto edulcorado, eso sí, al más estilo Disney, no vaya a ser que dañe la sensibilidad de sus seguidores.
El filme comienza con el despertar de Bella tras su conversión vampírica y la presentación de su hija mestiza Renesmee, papel interpretado de mayor por una adorable Mackenzie Foy, merecedora de más minutos en pantalla que sus padres vampiros en la ficción.
¡Y vuelven los Vulturi! Aquellos malos muy malos que no invitarías a tu casa a tomar el té, hacen su aparición de nuevo en la gran pantalla, con esa majestuosidad aristocrática que les caracteriza y entre los cuales podemos distinguir a Dakota Fanning y Michael Seen, este último en el papel de Aro, al que vimos por primera vez en «Luna Nueva».
Chascarrillos graciosos, una banda sonora pegadiza y varios efectos especiales interesantes, hacen de «Amanecer» un filme aceptable y apto para todos los públicos. Esto último, quizá constituya el porqué de la suavidad y dulzura desmedida que supura el largometraje. No vemos el dolor de Bella y su sed de sangre como neófita, así como tampoco la pasión desbordante y la tensión sexual de los protagonistas. En lugar de eso nos intentan engañar con algún que otro cambio de guión y un amor juvenil en el que los orgasmos están representados por dibujos florales.
No se puede tachar a la película, sin embargo, de decepcionante. Varias escenas moviditas pueden llegar a sorprenden al más escéptico y despertar gritos ahogados de asombro entre los que se animen a disfrutar del último filme de la saga Crepúsculo.