Primero fue en Tottenham. El origen de la escalada de violencia fue la muerte de Mark Duggan, vecino del distrito del norte de Londres, tras un disparo de la policía en una persecución. Este hecho levantó la ira de la gente del barrio y comenzó la batalla campal: coches quemados, tiendas desvalijadas, caos y desorden por doquier. En los últimos días los disturbios se han extendido a otras zonas de la capital británica como Hackney, Peckham, Lewisham, Croydon, Deptford o Clapham. Y no sólo en Londres ha cundido el pánico. Varias ciudades de Inglaterra como Liverpool, Manchester, Nottingham, Leeds, Bristol y Birmingham, vivieron momentos de descontrol total.
Se pueden hacer dos lecturas sensatas de lo ocurrido estos días en Londres. Aún pensando que la policía británica haya cometido un acto ilegal y delictivo tras la muerte del joven Duggan, no se puede justificar de ninguna manera la destrucción de comercios, la quema de coches y autobuses, y la violencia desatada por un grupo de niños y jóvenes. El caso de la muerte del joven, en todo caso, tendrá que llevarse a los tribunales y éstos, tendrán que esclarecer las circunstancias del trágico suceso.
Por otro lado, es cierto que el Gobierno ha estado un poco missing estos días, sobre todo en los momentos más delicados. Cameron, por fin, interrumpió sus vacaciones en Italia y cogió un avión el lunes con dirección a Londres para reunirse con su gabinete de crisis. El primer ministro británico podrá justificarse con la crisis económica pero su gestión sobre lo acontecido ha sido lamentable. Además, el Gobierno británico sabía que la iniciativa de recortar en educación y gasto público suponía un riesgo alto para los barrios más desfavorecidos de la capital británica. El lunes pasado, el ex alcalde de Londres, Ken Livinstone, hacía una reflexión muy interesante en una entrevista-coloquio con la BBC: estamos hablando de una generación perdida, la primera que vivirá peor que la generación de sus padres. Obviamente, mientras observamos que la situación para las clases populares (y medias) sigue empeorando, la élite de la sociedad (sobre todo los ejecutivos de los bancos) mantiene sus estatus o incluso, mejora. Tiempo al tiempo. Veremos si esta ola de violencia no se extiende a otros países con situaciones delicadas como Italia, Gracia, España…