A perro flaco, todo son pulgas, que es lo que deben pensar los defensores de la Unión Europea. Para todos aquellos que llevan un tiempo en el Reino Unido el rechazo que los británicos, especialmente en el sur, sienten hacía la institución comunitaria es algo más que evidente. Encuesta tras encuesta se cifra el apoyo a dicha institución en alrededor de un 30%, con uno de cada cinco ciudadanos sin una opinión clara y casi la mitad de ellos oponiéndose a todo lo que venga de Bruselas.
Pero como en la Ley de Murphy, parece que todo lo que es susceptible de empeorar, empeorará. Y es que de acuerdo a la última encuesta publicada por la agencia YouGov, a día de hoy un 31% de los electores votaría por el anti europeísta UKIP. Dicho partido, cuya éxito pivota en culpar a la inmigración y Europa de todos los males se coloca, por primera vez en la historia, como líder en intención de voto. La segunda posición sería para el partido conservador, que lograría un 28% del apoyo, y que mantiene una posición euroescéptica puesto que si bien apoya la permanencia del país anglosajón en la UE, quiere hacerlo tras renegociar ciertos aspectos que otorguen condiciones más ventajosas para los británicos, una especie de «Europa a la carta» que será difícil de aceptar por otros países. La tercera posición, a una notable distancia, es para el Partido Laborista, cuyo apoyo rondaría el 19%.
No parece que los últimos escándalos acaecidos en el seno del UKIP, como la contratación por Nigel Farage de su esposa como secretaría personal pero pagada por dicha agrupación política, o la presentación de posters para la campaña del 25 de mayo, cuyo contenido ha sido calificado como xenófobo por numerosas personalidades públicas, hayan hecho mella en el UKIP. Éste aumenta su intención de voto no sólo a costa de votantes del partido conservador, sino también de otros partidos y nutriéndose del apoyo de ciudadanos que nunca han votado antes, sabiendo rentabilizar el llamado voto contestatario y mejorando las expectativas que incluso en el propio partido habían pronosticado. El partido más perjudicado en las encuestas es el único cuya posición en torno a Europa ha sido de un apoyo «sin peros», el partido Liberal, cuya intención de voto es en estos momentos de aproximadamente un 7% y que ante el progresivo desplome que está sufriendo empieza a temer que pueda quedarse sin representación en el Parlamento Europeo.
Si bien el euroescepticismo ha arraigado con fuerza en Gran Bretaña, éste es un sentimiento creciente en el viejo continente. De confirmarse los peores augurios, entre un cuarto y un tercio de los diputados del futuro Parlamento van a tener por norma votar NO a todo, lo cual puede dificultar sensiblemente el funcionamiento de dicha institución.
Por otra parte, también se ha producido una escisión entre el sector empresarial británico. Si hasta el momento la mayoría de empresas consideraban la permanencia en la institución comunitaria como la más sensata de las opciones, recientemente la agrupación «Business for Britain», que agrupa a ejecutivos de empresas como Citigroup o Carpetright se han descolgado de este grupo y valoran la celebración de un referéndum así como un proceso de renegociación que culmine en condiciones más ventajosas, sobre todo a nivel fiscal, posición más cercana al euroescepticismo que el anti europeísmo. La agrupación disidente, que espera, a corto plazo, ganar nuevos miembros y aumentar su apoyo, alude a la habilidad diplomática del país anglosajón para renegociar a su favor ciertos aspectos, y ha incidido en liberalizar el mercado de servicios para favorecer los intereses de la City Londinense.