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Bendita emigración

Hace unos años, cuando decidí marcharme al extranjero para aprender inglés y buscar nuevas experiencias, muchos no creyeron en la idea de marcharse «un año por ahí». «Tres meses está bien, pero ¿para qué quieres estar un año?», me decían algunos amigos y familiares. Entonces, España iba viento en popa a toda vela y nadie se planteaba tirarse un año por ahí; como mucho, una experiencia veraniega que colmara los deseos de nuestros padres por haber «estudiado en Inglaterra».

Volví a España tras nueve meses en las islas británicas y enseguida comprendí que un año no era suficiente. Me marché y ya han pasado cinco años desde aquella primera experiencia y ahora observo, en periódicos y televisión, que el número de españoles que está emigrando ha subido como la espuma en los últimos doce meses. Es cierto que nunca pensé en quedarme más de dos años, que después volvería y encontraría un mejor trabajo. Pero ya se sabe que las cosas mejor no planearlas, es preferible dejarlas libres y a su aire. Creo que acerté.

Pero la cuestión es que la gente ya no se marcha para tener una aventura veraniega y aprender cuatro palabras en inglés. Los españoles están emigrando porque España no le ofrece ninguna seguridad laboral y porque no hay trabajo para tanto desempleado. En mi caso, decidí marcharme un par de años por varios motivos. Por un lado, nunca tuve ese fuerte apego a las raíces, como la mayoría de los mediterráneos tiene. Al revés que los anglosajones, a los españoles nos gusta planificar nuestra vida en torno a nuestra familia y amigos, buscamos la universidad más cercana a nuestra casa, trabajos que no se alejen mucho del radio de nuestra ciudad…

Todo lo contrario que los americanos, por ejemplo. Conocí una vez a Morgan, un chico de San Francisco que se mudó a Nueva York sólo porque la mejor universidad de diseño industrial estaba en esa ciudad. Recorrió miles de kilómetros sólo porque buscaba lo mejor para su vida y quería triunfar. Como dije anteriormente, esa es una historia que pocas veces se puede comparar con algún estudiante español. Al margen de esto, los españoles (sobre todo aquellos que tienen entre 25 y 35 años y están cualificados) están emigrando cada vez más en busca de oportunidades. La familia, los amigos, la ciudad en la que nacieron y los proyectos de vida, tendrán que esperar. Algunos incluso, piensan en volver a España cuando llegue la jubilación.

Sea por lo que sea, la emigración se ha convertido en una fuente de salvación para los miles de jóvenes de mi generación. Suena triste pero es una realidad: los españoles están viviendo una nueva fase y es la de la emigración, sobre todo para los más preparados. No queda otra alternativa que hacer las maletas y buscar otro país que brinde más y mejores oportunidades laborales. Lo mismo les está pasando a nuestros vecinos más debilitados: Irlanda, Portugal y Grecia. La dura realidad es esa, la nueva generación de licenciados españoles se tendrá que buscar los cuartos fuera de las fronteras ibéricas. Bendita emigración, si ella sirve para dar trabajo a miles de jóvenes y ofrecer oportunidades que España no tiene.

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