Buckingham Palace es el edificio monárquico más conocido de toda Gran Bretaña y, probablemente -exceptuando a Versalles– del mundo. Riadas de turistas se aproximan cada día para fotografiarse ante sus rejas y esperar el cambio de guardia. Otros, despistados, se preguntan si la reina estará dentro (si vosotros sois de estos últimos, os comunicamos que no, la reina reside hoy día en el Castillo de Windsor, solo visitando Buckingham para ceremonias oficiales y visitas de Estado).
Buckingham House, antecedente de Buckingham Palace
Construido en 1703 como residencia del duque de Buckingham, en 1762, el por entonces monarca, Jorge III, la requirió para sí. Fue objeto el complejo, a partir de entonces, de una serie de modificaciones en su estructura que llegarían a su culmen con la coronación de la reina Victoria. Pero hasta ese momento, el palacio pasaría por otros dos reinados. En el primero, el de Jorge IV (hijo de Jorge III), sería donde se llevaría a cabo su verdadera renovación al encargarle el proyecto a su arquitecto predilecto, el constructor de Londres, John Nash. No hubo reparos. Se acometió un derroche tal (más de 700 mil libras de aquel entonces) que incluso antes de que la obra tocara a su fin ya había críticas tanto a nivel político como en prensa, porque, al fin y al cabo, Buckingham Palace en ese momento no dejaba de ser una segunda residencia: Los monarcas seguían viviendo en Clarence House…
Guillermo IV, el relevo en el trono, de gustos más sencillos, dosificados, decidió continuar con el proyecto de Nash pero, para reducir gastos, optó por encomendárselo al más económico Edward Blore.
Buckingham, residencia oficial de la monarquía
Con el ascenso al trono de la reina Victoria, Buckingham sería establecidoo como residencia monárquica oficial. Pese a ello, hasta que no llegó a palacio su consorte Alberto de Sajonia -haciéndose responsable de su organización-, fue un auténtico desastre. Con él, en cambio, llegaría a su época de esplendor, con conciertos, bailes y diversas ceremonias. Trasladó allí a toda la corte, habiendo de llevarse a cabo, de nuevo, otra remodelación de la infraestructura.
Buckingham Palace en el siglo XX
Tras el fallecimiento de su marido, la reina Victoria cambió su residencia por el Castillo de Windsor. Sin embargo, su hijo, Eduardo VII -que había estado como aspirante al trono poco tiempo menos de lo que lleva hoy el príncipe Carlos (por lo que digamos que estaba más que hecho a la vida ociosa)-, al quedar Buckingham a su disposión, prosiguió haciendo del palacio el centro de la sociedad británica.
Al llegar la Primera Guerra Mundial se trasladaron los objetos más valiosos a Windsor con el fin de protegerlos, a pesar de que el edificio salió indemne del conflicto. No fue así con la Segunda Guerra Mundial, cuando sería bombardeado en repetidas ocasiones por los escuadrones nazis.
Victoria Memorial
Construido a propuesta de su hijo Eduardo VII, este monumento conmemora a la reina Victoria tras su muerte. Con 2300 toneladas, 25 metros de altura y 32 de ancho, fue elaborado por Thomas Brooke, cuyo diseño salió victorioso de un concurso. Previamente hubo un debate sobre dónde debía erigirse el memorial, no tardando en clarificarse cuál debía de ser su sitio. Se inauguraría en 1911, con gran una gran asistencia, entre discursos de Churchill y del nieto de la homenajeada, Jorge V.
Como curiosidad destaca que no solo fue financiado por el pueblo, sino por todo el Imperio británico. Se reunió incluso más dinero del necesario gracias a las donaciones. Desde Oceanía vinieron cerca de 50.000 libras. África se ofreció a vender bienes y que los fondos extraídos fuesen dedicados a ello. Todos los súbditos se volcaron en el homenaje hacia la, por aquel entonces, monarca más longeva que había tenido el Reino. Fue tal la cantidad, que solo con el sobrante se renovó la fachada de Buckingham y se construyó el Arco del Almirantazgo, o sea, que no fueron cuatro peniques precisamente los que sobraron…
En lo que respecta a la composición del monumento, el conjunto tiene dos claros protagonistas: La Victoria Alada, que, situada sobre un globo terráqueo, y junto a dos estatuas que personifican el Coraje y la Constancia, está revestida en bronce; y el resto del grupo escultórico, elaborado en mármol de la más exquisita procedencia (del monte Pentélico, de donde se extrajo el material con el que se construyó el Partenón y otros edificios de la Acrópolis ateniense; y de Carrara, la cantera donde se abastecía el mismísimo Miguel Ángel). En este grupo sobresale la efigie de la reina Victoria entronizada, orientada hacia la ciudad, y, a sus lados, personificaciones de la Justicia y la Verdad –¿captan el mensaje?-. En el lado opuesto, mirando hacia palacio, la Maternidad, lo que buscaba representar el sentido de la monarca con respecto a su pueblo.