Winston Churchill es sin duda uno de las figuras más famosas de Inglaterra y posiblemente de la historia. Político, periodista, miembro del ejército y vencedor de la Segunda Guerra Mundial, su carrera hacia el éxito le costó guerras, sangre y algo con lo que Churchill nació, astucia.
La historia de este político inglés se configura entre las luces de las victorias, los estruendos de los cañones y torpedos de los navieros y buques de guerra; y se perfila entre las sombras de la figura angustiada de un hombre con sombrero.
Los inicios de sus periplos no son hazañas, sino todo lo contrario. Churchill tuvo que ver caer su propio orgullo y su ego antes de ver ascender su carrera política. Nace en el seno de una aristocrática familia inglesa. Su antepasado fue el Duque de Marlborough, quien derrotó a Luis XIV en 1904.
El talante y la oratoria que desarrolló tras su dura aventura política, también lo heredó de su padre, miembro del Partido Conservador británico. Pero sus inicios no fueron apoteósicos, “el pequeño bulldog», como se le llamaba, fue un indisciplinado, y por ello fue enviado a un internado. Allí es donde le cogió apego a la depresión que le acompañaría durante toda su vida.
En el internado le escribió cartas a su madre «querida madre, soy muy desgraciado, por favor ven a ver a tu hijo querido». Pero ni su madre ni su padre pusieron entusiasmo por el pequeño Churchill, que ingresó en la carrera militar a recomendación de su padre. Por primera vez Churchill comenzó a apuntar maneras y destacó en todas las disciplinas.
No pudo compartir el inicio de su gloria con su padre, que falleció de sífilis en diciembre de 1876. Desde ese momento Churchill luchará por honrar el nombre los Marlborough. Recorre el imperio, combate en India, Cuba y Sudán. No le teme a la muerte, prefiere morir siendo un héroe que vivir siendo un don nadie.
Comenzó su carrera como corresponsal de guerra, narrando cada una de las batallas y consiguiendo gran renombre y reputación entre la sociedad inglesa. En los momentos más críticos de la Guerra de Sudáfrica, salvó a los militares y fue hecho prisionero. Su astucia le llevó a una pronta huida en un tren de mercancías.
Como conservador se convirtió en “la Rata de Blennin”, por apoyar a los conservadores y defender las ideas liberales. Tras ocupar numerosos cargos, fue nombrado ministro del Interior. Una figura dura, intransigente, que le llevó a protagonizar escándalos de toda índole.
«En la calle Sidney» unos anarquistas asesinaron a 3 civiles. Churchill lejos de ser un mandatario de sillón, corrió hacia el lugar de los hechos y mandó incendiar el edificio donde estaban los anarquistas. Ante la negativa de rendición, rechaza la actuación de los bomberos, dejando morir a los anarquistas entre el fuego.
Churchill se entrega en cuerpo y alma a la creación del servicio secreto británico. Está convencido de que el Imperio Alemán se prepara para la guerra. Consigue que el Primer Ministro le nombre Primer Lord del Almirantazgo. Moderniza la flota, y en 1914 el parlamento aprueba el mayor presupuesto en armamento de la historia, algo de lo que no se arrepentirán.
Fotografía de Winston Churchill cuando era pequeño.La ruptura del frente alemán, una victoria para Churchill
En la IGM los ejércitos se enfrentan a lo largo de cientos de trincheras, barro, soldados heridos y muertos. Churchill quiere crear un nuevo frente y aislar a Alemania de su aliado, el Imperio Otomano. Esto supone cruzar los Dardanelos, la única ruta hacia Constantinopla. En 1915 todos los intentos de desembarcar se convierten en fracasos para Churchill, y en las evacuación de las tropas, más de 150.000 soldados británicos pierden la vida. La opinión pública no perdona a Churchill, que es señalado como máximo responsable y finalmente dimite.
Es el inicio de una de sus recaídas en lo que él llamaba «perro negro», la depresión. Churchill se consuela entre los cigarrillos, el whisky y la pintura, “Estoy acabado” diría el ex ministro. A este soldado, político y parlamentario la necesidad de acción le consumía.
Con 40 años es nombrado Ministro de Armamento. En agosto 1918 los aliados rompen el frente alemán, una acción que marca el comienzo del fin. Triunfo para Churchill, que le permitirá olvidar la vergüenza tras la derrota de los Dardanelos.
Tras el triunfo, otro problema más al que enfrentarse: la campaña electoral. Churchill, operado de apendicitis, acude a duras penas a votar, aunque eso no le sirvió para cambiar el resultado, “de la noche a la mañana me veo sin despacho, sin escaño, sin partido y sin apéndice”.
A los dos años de dejar el gobierno, el Partido Conservador le ofrece una circunscripción y la cartera de Ministro de Hacienda “cualquiera puede cambiar de partido, pero hace falta cierta dosis de ingenio para cambiar dos veces”. Este cargo le duraría hasta la crisis del 29, cuando perdió su ministerio.
Churchill en uno de sus discursos en EEUU, cuando gobernaba Roosvelt.El ascenso de Hitler y la IIGM: «nuestro objetivo es la victoria, a cualquier precio»
Churchill advirtió al parlamento del peligro del ascenso de Hitler al poder. Fue uno de los pocos en criticar el Pacto de Munich, por el que se cede a Alemania la región checoslovaca de los Sudetes. Sus advertencias no fueron escuchadas y el primer ministro Chamberlain celebró el acuerdo “consideramos este acuerdo como el deseo de no volverse a enfrentar en una guerra”. Chamberlein es un héroe para los ingleses hasta que en 1939 los alemanes marchan sobre Praga y se rompe el pacto de Munich.
En septiembre de 1939 Hitler invade Polonia y Francia y Gran Bretaña le declaran la guerra. Chamberlain nombra a Winston Primer Lord del Admirantazgo y dimite. Holanda , Bélgica y Luxemburgo son invadidas. La guerra fue la cúspide de su carrera. Su principal arma fue el espíritu inquebrantable que Churchill despertará en el pueblo británico “no tengo nada más que ofrecer salvo sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Nuestro objetivo es la victoria, a cualquier precio”.
Churchil cuenta con el ejército francés, pero tras 6 semanas de combate este sucumbe. En julio de 1949 tiene lugar la batalla de Gran Bretaña. Los aviones alemanes e ingleses libran una feroz batalla hasta que un piloto del ejército alemán comete un error: desafiar a Churchill lanzando una bomba en las afueras de Londres.
Como respuesta, Churchill ordena bombardear Berlín de forma inmediata. Una puesta arriesgada de consecuencias imprevisibles: Hitler ordena arrasar Londres y las principales ciudades británicas en lo que se conoce como la operación Blitz o Relámpago.
Londres sobrevive. Durante toda la operación Churchill mantiene la moral en las zonas más afectadas. Hitler estaba convencido de que el ánimo se rompería, pero no tuvo en cuenta que los ingleses y Churchill se movían al unísono de las campanas de guerra, “lucharemos en las playas, en las pistas de aterrizaje, en los campos, en las calles y en las colinas, nunca nos rendiremos”.
Aunque Churchill no había perdido la guerra, tampoco la había ganado. Intenta convencer a EEUU de que se una a los aliados. Es cuando los japoneses atacan la base de Pearl Harbour y EEUU se suma a la guerra. Dos semanas después, Winton Churchill viaja a los Estados Unidos.
En 1943 los éxitos aliados van en aumento, pero Churchill sabe que es Roosevelt quien está al mando y que Stalin es una figura imprescindible “me di cuenta en Teherán de la nación tan pequeña que eramos”. El añoro de una Gran Bretaña como potencia se tradujo en otra depresión para Churchill.
A finales de 1944 los nazis se retiran, Churchill se prepara para el periodo de posguerra y la negociación con Stalin. 4 meses después, en febrero de 1945 tiene lugar la conferencia de Yalta y finalmente el 8 mayo 1945 la Alemania nazi se rinde.
Últimos años de Churchill: ganó la guerra y perdió las elecciones
Churchill, aquel hombre sin futuro, había salvado a Gran Bretaña y al mundo entero de la Alemania Nazi de Hitler. Aquel ya anciano del sombrero, los cigarrillos y el whisky había conseguido ganar la guerra. Después de la IIGM el Parlamento se disuelve y él debe presentarse a la reelección “vamos a ganar, me lo dice mi corazón”. El hombre que ganó la guerra, perdió las elecciones.
De nuevo vuelve a predecir el expansionismo de una gran potencia, en este caso la URSS. Es cuando menciona, en uno de sus famosos discursos, el término «telón de acero» para referirse al periodo de la Guerra Fría. Para frenar la expansión la única opción es la unificación de los países europeos que han escapado del yugo soviético. Visión que se convertiría en realidad tras la creación de la Unión Europea en 1953.
En 1951 vuelve a ser nombrado Primer Ministro. Se propone apaciguar la Guerra Fría, pero a EEUU y Rusia no les importa lo mínimo una pequeña potencia como Gran Bretaña. En abril 1955 Winston Churchill dimite de primer ministro “ me siento como un aeroplano al final de su vuelo”.
En los últimos años de su vida, reparte su tiempo entre las aficiones que le acompañaron a lo largo de su vida: la pintura y los libros. En 1953 recibió el Premio Nobel de Literatura por su labor detallando guerras y por su calidad en la escritura biográfica.
La otra parte de su tiempo la dedicó bebiendo whisky y fumando los mismos cigarrillos de siempre. Fueron años difíciles en los que Churchill se fue apagando. Sufrió neumonías, derrames cerebrales y poco a poco comienza a perder la peor de las batallas.
El 10 de enero cae en coma por un derrame cerebral. Los periodistas, centrados en su salud más de lo que a él le gustaría, le preguntaron a su secretario si ese mismo día Churchill iba a morir. Anthony Montague respondió que no, que él siempre había dicho que moriría el 24 de enero como su progenitor. El 24 de enero Churchill murió, 70 años después de la muerte de su padre.
Churchill pintando un cuadro, una de sus aficiones.