Poco menos se podía esperar de un hombre que fanfarroneaba de ser amigo de Gadaffi. El esperpento llegó a su fin y el más grande de los payasos de Europa se fue por la puerta de atrás dejando a una Italia arruinada. Berlusconi o el playboy del G-20, es el ejemplo claro de lo que detestan las masas, ahora que comenzamos a ser más conscientes de que todos aquellos organismos que conllevan poder están corrompidos: en Italia, en Grecia o España, lo mismo da. Durante 17 años, esa figura retrógrada de bronceado fácil y blanca sonrisa convirtió el Parlamento italiano en una casa de putas, de corruptos, de chupópteros, de vendidos.
Berlusconi, el magnate de los medios e ilusionista que consiguió engañar a las masas italianas deja al país a punto de suspender pagos, con una deuda nacional que supera el 120% del PIB y unos tipos de interés de escándalo. Se va un delincuente en toda regla al que no le importaba nada su país ni el italiano de a pie. A la vista está que durante sus 17 años de chapucero mandato el crecimiento del PIB per capita italiano fue bajísimo, el peor de las principales economías industrializadas. Ni que hablar de la libertad de prensa ni de la libertad de sexos. De la corrupción o la evasión fiscal; del fraude societario, la práctica de soborno, la creación de leyes para protegerse de las causas abiertas; de la compra de jueces o la fuga de capitales… Esta es la triste historia de un Primer Ministro italiano.
