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Cien años de aventuras

En este 2012 se cumplen cien años de la llegada de los primeros exploradores al Polo Sur y para conmemorar tal hazaña, se han organizado dos exposiciones en Londres que celebran el valor de aquellos intrépidos británicos que se aventuraron en una empresa tan arriesgada.

Una de las exhibiciones que contó la historia de Robert Falcon Scott, oficial naval y explorador, y su objetivo de ser el primer hombre en llegar al Polo Sur, fue la expuesta hasta el pasado fin de semana en The Queen’s Gallery, bajo el nombre The Great Alone. En esta colección de fotografías en blanco y negro se ilustraron las expediciones que llevaron a cabo por un lado, el capitán Scott -héroe trágico por excelencia de la exploración británica- y por otro el capitán Ernst Shackleton (el Ulises del Ártico), hombre que lideró una de las historias de valor y supervivencias más increíbles de la humanidad.

El capitán Robert Falcon Scott escribe su diario. /© H Ponting photograph, Pennell collection, Canterbury Museum NZ.

Para poder conocer de primera mano a Scott y la historia de su última expedición a la Antártida en 1910-1913, conocida como Terra Nova, tenemos que irnos hasta el Museo de Historia Natural en South Kensington para ver Scott´s Last Expedition. En ella se muestran los objetos que formaron parte de aquella expedición y da cuenta de las condiciones tan duras que vivieron aquellos hombres.

Una de las bolsas que los exploradores utilizaron. /© Canterbury Museum NZ.

Las imágenes de The Great Alone muestran a un Scott que se va deteriorando a medida que el frío y el hambre van haciendo mella en la expedición, pero sin duda la fotografía más triste de todas es la que muestra a cinco hombres totalmente abatidos por el esfuerzo, a tan solo un día de distancia del punto más sur del planeta, junto a los restos de un campamento con la bandera noruega hondeando. El capitán Amundsen había organizado secretamente una expedición con tal fin y alcanzó el polo tan sólo 33 días antes que Scott. Su expedición carecía ya de sentido. Cuando alcanzaron su meta Scott escribió en su diario: «Éste es un lugar espantoso y resulta verdaderamente terrible para nosotros habernos esforzado tanto sin tener el privilegio de ser los primeros».

El regreso fue dramático. Sufrían la falta de alimentos, síntomas de congelación y un tiempo horrible con tempestades que les hicieron convencerse a sí mismos de que su final estaba cerca. Dos de los hombres murieron. Los otros tres se dejaron morir en una tienda, totalmente exhaustos y abatidos. Las últimas líneas de Scott están escritas en primera persona pero de manera póstuma: «Si hubiera sobrevivido habría podido contar la historia de dureza, resistencia y entrega de mis compañeros (…) estas notas y estos cuerpos tendrán que contar tal historia».

La historia de Shackelton, con un final feliz pero no por ello menos dramática, cuenta que puso un anuncio en la prensa en el que se leía: «Se buscan hombres: viaje peligroso, frío glacial, largos meses de completa oscuridad, riesgos constantes, regreso no garantizado. Honor y reconocimiento en caso de éxito».

Su barco quedó atrapado por el hielo y posteriormente destruido. Durante más de año y medio vagaron por un desierto de hielo teniendo que comer a sus propios perros para alimentarse. Finalmente, Shackleton y un grupo reducido de hombres realizó uno de los más peligrosos viajes, en una embarcación totalmente inadecuada para llegar hasta Georgia del Sur y pedir ayuda y rescatar a sus compañeros que aún seguían atrapados en el hielo. Todos sus hombres sobrevivieron.

Otros intereses

En la Historia de España no faltan viajeros y exploradores, pero es cierto que muchos de ellos son personajes controvertidos que estaban guiados más por el ansia de oro y riquezas, y la obsesión por expandir la religión católica. Pizarro, Cortés, Núñez de Balboa, o el propio Colón son ejemplos de este tipo, pero si tuviéramos que buscar un equivalente español comparable a Scott o Shackleton podríamos citar a Núñez Cabeza de Vaca, el cual formó parte de una expedición de 600 hombres que realizó un viaje desde Florida por lo que hoy es la costa sur de Estados Unidos hasta llegar a México. Anotó los usos y costumbres de los indígenas en medio de penalidades de todo tipo y de sufrimientos comparables a los de los héroes árticos. De aquellos 600 hombres sólo 4 llegaron a su destino final y él fue uno de ellos.

Otros tuvieron peor suerte, Pedro de Valdivia, gobernador de Chile y hombre de confianza de Pizarro fue, según narra Alonso de Erecilla, ajusticiado por los indios mapuches que le cortaron los antebrazos, los asaron y se los comieron delante de él mientras aún permanecía vivo. Y al obispo Vicente de Valverde, que como castigo por su avaricia le hicieron beber oro fundido hasta que reventó.

Después de todo, y como decía Joseph Conrad: «Creí que era una aventura y en realidad era la vida».

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