Director de películas con músculo tecnológico y elaboradas historias siempre de carácter hollywoodiense (dicho esto no peyorativamente), Robert Zemeckis ha demostrado desde que se estrenara allá por el 78 que, pese a quien le pese, es uno de los mejores cineastas de los últimos treinta años. Sus virtudes en la composición de planos, secuencias, ¡de planos secuencias!, son tan epatantes como memorables. Ahí quedan obras como la trilogía de Regreso al futuro, Forrest Gump, Quién engañó a Roger Rabbit, Contact o Naufrago. Emparentado laboralmente en varias (muchas) ocasiones con Spielberg y Lucas, el cine de Zemeckis es un inmenso tren eléctrico cargado de chispeantes maravillas que nos emocionan y divierten.
Después de toda una década dedicado a la realización de cintas animadas (Beowulf, Polar Express y A Christmas Carol) el director norteamericano nos regala una excelente película en imagen real protagonizada por un inmenso Denzel Washington, justamente nominado al Oscar 2013 junto al agudo guión de John Gatins.
Whip Whitaker (Washington) es un alcohólico, nihilista y fumador piloto en aerolíneas comerciales incapaz de preocuparse por su estado de salud o su hijo (que vive con la ex mujer) y al mismo tiempo hacer lo imposible: gracias a una maniobra que consiste en darle la vuelta a un avión entero para evitar caer en picado, Whitaker logra salvar a la mayoría de pasajeros de una muerte segura. Al principio se le tratará como un héroe nacional, pero las pruebas en el hospital demuestran que iba borracho mientras pilotaba. El abogado Hugh Lang (Don Cheadle) y una ex heroinómana, Nicole (Kelly Reilly), acompañarán a Whip en un viaje personal y judicial con una consecuencia final inesperada.
Tal y como ocurría con Naufrago (2000), lo mejor de El vuelo reside en su capacidad para tratar con seriedad e ironía al mismo tiempo (hilarante la secuencia en la que Whip «debe» drogarse para aparentar estar sobrio (sic) en el juicio) una historia que se mueve en el peligroso límite del maniqueísmo pero que sale airosa. El protagonista es un sinvergüenza, un pecador, un triste elemento…aunque también un hombre superado por las circunstancias, con buen corazón, valiente cuando tiene que serlo finalmente, todo un cúmulo de defectos y virtudes que no hacen más que representar cómo somos los seres humanos desde que comenzamos a vivir sobre la faz de la Tierra, llevando siempre la contradicción por bandera. No deja de ser curioso el parecido razonable entre el filme de Zemeckis y la aparición televisiva del ciclista Lance Armstrong hace unas semanas, salvando las evidentes distancias entre realidad y ficción pero funcionando las dos historias como ejemplos del carácter larger than life del alma humana en ciertas ocasiones.
El vuelo se convierte en una puesta al día de las películas bienintencionadas de Frank Capra. Una mezcla de Caballero sin espada y ¡Qué bello es vivir! adornada con algo de sexo y una muy sana y crítica mala uva. Y el que no trague el mensaje del guionista y el director, siempre se puede quedar con el espectacular accidente aéreo de la primera media hora: todo un derroche de poderío visual y sonoro.