Crítica de Jupiter Ascending (2015): patinaje galáctico

Jupiter Ascending (conocida en España como El destino de Júpiter) es un nuevo intento de los hermanos Wachowski por recuperar el éxito de la revolucionaria Matrix (1999), puro y duro referente en los géneros de acción y ciencia ficción desde su estreno, pero que no retroalimentó el talento de los brothers para mostrar su particular universo en futuras obras. Esporádicos aciertos en la puesta en escena de títulos como Speed Racer (2008), la infravalorada Cloud Atlas (2012) o la misma Jupiter Ascending no sirven de indulto. Los directores siguen sin encontrar la fórmula con la que conquistaron las salas de cine en todo el mundo, aunque vuelvan a la temática mitológica y larger than life en esta última película protagonizada por dos estrellas hollywoodienses.

Júpiter Jones (Mila Kunis, que recupera el papel de limpiadora después de verla fregando váteres en Third Person) pertenece a una familia de inmigrantes rusos. Por una vez, no son los malos, algo que se agradece. La vida de Jones transcurre sin sobresaltos ni aspiraciones importantes. El interés por ver transformar su existencia choca con una apatía que no la deja evolucionar…probablemente debido al triste recuerdo de su padre, que fue asesinado por una banda de ladrones cuando su hija era tan solo un bebé.

[pullquote]Tiene algo de esa imperfección con la que muchas obras de culto están hechas.[/pullquote]A Júpiter le espera una sorpresa curiosa que llegará desde una lejana galaxia. La Tierra no es más que un pequeño punto del Universo disputado por la familia Abrasax, de origen extraterrestre. No obstante, Titus (Douglas Booth), Kalique (Tuppence Middleton) y Balem (Eddie Redmayne), los tres miembros Abrasax, averiguan que la verdadera heredera del planeta es la propia Júpiter Jones, nacida con el gen reencarnado de reina intergaláctica. El fin es acabar con ella para que no reclame lo que es suyo. Aparte de enterarse de que es dueña del globo terráqueo, la joven también descubre a un macho heroico, medio lobo-medio ángel, de orejas puntiagudas, por el que beberá los vientos: Caine Wise (Channing Tatum). Ambos tendrán que enfrentarse a Titus. Kalique, Balem y varios acólitos monstruosos.

En general, Jupiter Ascending es una manida mezcla de productos de mayor relevancia en el cine fantástico durante los pasados treinta años. Flash Gordon, La historia interminable, Dune, Star Wars, Matrix… Incluso Los inmortales 2 o Guerreros del sol se dan cita aquí en las secuencias donde Wise usa sus patines voladores, que son bastante cool, por cierto, y que se encargan de sustentar los mejores momentos del film. Tanto coger de otras películas sin aportar chispas de originalidad destruye cualquier pretensión de los Wachowski por hacerse hueco en las mentes y corazoncitos de los espectadores. El déjà vu es constante, e irritante. Y si tenemos a un personaje femenino protagonista tan insípido como es Júpiter Jones, la banalidad se apodera definitivamente de la sensación final al acabar la cinta. La chica posee poco carácter, por no decir ninguno, y lo único que hace es dejarse pisotear, dejarse salvar y dejarse influir. El prototipo de mujer florero cinematográfico. Al menos es guapa, y eso que se lleva el público. Iba a hablar además sobre la extraña y desorbitada interpretación de Eddie Redmayne, pero no quiero herir la sensibilidad de los fans del actor nominado al Oscar este año por The Theory of Everything , de verdad que no.

Dicho lo anterior, y a diferencia de la reciente Guardians of the Galaxy, esta space opera luce su presupuesto. Hay que reconocer que la puesta en escena, liderada por unos coloridos, barrocos y bien puestos efectos visuales, consigue acaparar la atención gracias a un brillante ritmo en las escenas más dinámicas, en especial las que transcurren en las calles de Chicago. Instantes que dejan entrever lo que podría haber sido si el guion hubiera surgido de la agudeza y la personalidad. La visita a la casa de Stinger Apini (Sean Bean), por ejemplo, llena de colmenas de abejas, es tan absurda como hipnótica, paradójicamente. Tiene algo de esa imperfección con la que muchas obras de culto están hechas. Me quedo con el hermoso y espectacular plano entre Jones y Wise en lo alto de un edificio cuando el chico recupera sus alas. La amplitud visual de la película merece ser vista en pantalla grande; lástima que la mediocre historia no aguante el tipo en ningún formato.