Disney saca del baúl de los recuerdos la versión animada del cuento de Charles Perrault que realizó en 1950 para reconvertirla, con casi calcado tratamiento, en un fastuoso espectáculo de carne y hueso, dulce y colorido que supone otro éxito comercial (y van…) en la historia del todopoderoso estudio. Para ello, recurre al director irlandés Kenneth Branagh, alejado de sus incursiones shakesperianas de los ´90 y definitivamente cómodo en los blockbusters norteamericanos después de realizar Thor (2011) y Jack Ryan: Shadow Recruit (2014).
La Cenicienta que conocemos
La trama de la Cenicienta es conocida para todo público occidental. Ella (brillante Lily James) vive feliz con sus padres en la villa familiar. Todo es de color rosa… pero la tragedia llega cuando su joven madre (Hayley Atwell) muere por culpa de una enfermedad incurable. Años después, el padre (Ben Chaplin) correrá la misma suerte, esta vez en forma de accidente. La agraciada Ella no tendrá más remedio (en realidad sí lo tiene, pero debido a su extraño estoicismo no se atreve a huir) que aguantar a su madrastra (Cate Blanchett, excelente como siempre en el papel de mala malísima) y a las dos chabacanas hermanastras. Las tres “astras” le harán la vida imposible, asignándoles todas las tareas de la casa e “invitándola” a dormir en oscuro ático. Pero el destino le tiene preparado un interesante regalo.
En una de sus salidas a caballo por el bosque, Ella conoce al apuesto príncipe de dientes blanquísimos (aquí todos tienen los dientes muy blancos, hasta Helena Bonham Carter, que hace de hada madrina) interpretado por Richard Madden. Una cosa puritana lleva a otra cosa puritana y el príncipe organiza una hiperbólica fiesta en palacio con el fin de atraer a la chica que lo ha maravillado pero que también perdió de vista ese día en el bosque. Stellan Skarsgård y Derek Jacobi se dejan caer por ahí, en roles pequeños, para darle –intuyo- un toque culto y serio a la película.
Lily James, la deslumbrante puesta en escena y el mensaje
Cinderella es una película cuya mayor baza reside en el alucinante apartado técnico. La fanfarria musical de Patrick Doyle, la fotografía de Haris Zambarloukos o el decorado del gran Dante Ferretti no consiguen otra cosa que deslumbrar en todo momento. Solo hay que observar la carroza con la que Ella acude al palacio para asimilar el alto nivel de los detalles en la puesta en escena. Y si hay alguien que aprovecha el espacio y los planos, esa es Lily James. Aunque el film no sea musical, los gentiles y armoniosos movimientos de la actriz funcionan como atractiva danza (véase su mágico meneo cuando el hada transforma el vestido de la chica, por ejemplo).
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— #Cinderella (@CinderellaMovie) marzo 17, 2015
Con respecto al desarrollo del cuento y los diálogos…bueno, el guionista Chris Weitz (American Pie, About a Boy) no se complica mucho la vida, hasta el punto de que la cinta podría ser completamente muda y no pasaría nada. Hay una especie de incómodo piloto automático en el conjunto que empaña la vivacidad de los planos de Branagh. La Disney incluso aprovecha la coyuntura de la reciente Frozen para meter una frase a modo de “catchphrase”. Si en aquella, los padres de Elsa y ella misma insistían en el “conceal, don´t feel, don´t let them know”, aquí nos encontramos con la omnipresente “have courage, be kind”.
La diferencia es que Elsa evoluciona hacia una fémina fuerte y con dos ovarios y nuestra Cenicienta se queda como dócil mujer florero… y no dudo de que se queda así por siempre jamás más allá de los títulos de crédito finales. En ese sentido, la productora de Hollywood da un curioso paso atrás en lo que respecta a los mensajes de “princesa guerrera y moderna” a los que nos tenía acostumbrados en los últimos años y vuelve a la moral conservadora de antaño. El mensaje podría ser peor. Cinderella no oculta sus intenciones “educativas” destinadas a los más jóvenes, y lo cierto es que es más noble ser bueno y valiente que ser un hijo de puta. Quedémonos con eso y con los maravillosos efectos visuales de la película.
Una intenta no ser una princesa valiente y guerrera… Y cuando lo haces: NINGÚN PRÍNCIPE APARECE. :'(