Liam Neeson sigue aprovechando el reciclaje interpretativo que para su carrera supuso Taken (2008). Película que inesperadamente convirtió al protagonista de La lista de Schindler en héroe de acción, con peleas cuerpo a cuerpo al más puro estilo Jason Bourne y características temáticas cercanas a los filmes en los que Charles Bronson se especializó allá por los años 70 y que siguió exprimiendo en las dos décadas posteriores.
No sabemos si Neeson seguirá los pasos del bigotudo actor, que llegó a hacer hasta cuatro secuelas de El Justiciero de la ciudad. De momento, ya se prepara Taken 3, pero antes podemos disfrutar con Non-Stop, sin escalas, segunda colaboración de Neeson con el catalán Jaume Collet-Serra después de Sin identidad (2011) y en la que de nuevo el intérprete muestra sus habilidades para liarse a mamporros y hacernos sentir seguros.
Bill Marks (Liam Neeson) es un agente aéreo norteamericano con pocas ganas de cachondeo. Un trauma familiar del pasado hace que su vida se mueva entre el alcohol, el tabaco, la pena y el insomnio. Sus facultades físicas y mentales tendrán una excelente ocasión para ponerse a prueba en el vuelo entre Nueva York y Londres, donde empezará a recibir mensajes de texto de un desconocido que también viaja con Marks. La amenaza es clara: o busca la manera de ingresar 150 millones de dólares en una cuenta particular o alguien del avión morirá cada 20 minutos. Cualquiera de los pasajeros puede ser sospechoso, incluyendo la tripulación (entre la que se encuentra Lupita Nyong’o, en un papel anodinísimo pre-Oscar por 12 años de esclavitud) y la mujer que aparentemente quiere ayudar al agente, Jen Summers (Julianne Moore).
No se puede decir que Collet-Serra se haya instalado en Hollywood para perder el tiempo. Sin contar con Goal II: Living the Dream (2007) –la cual no he tenido el gusto o disgusto de ver- todos sus films americanos (los únicos que ha hecho) coinciden al contar con un efectivo uso de la planificación, del ritmo y de un evidente interés por no darle al público gato por liebre. Y no solo hila fino en lo artístico, sino que también consigue el beneplácito comercial en la mayoría de sus productos. Tanto La huérfana (2009), como Sin identidad (2011) y ahora Non-Stop han triunfado en taquilla. Veremos si el director español va superando poco a poco el estigma de artesano (cada vez se parece más a Roger Donaldson) y despunta finalmente con obras más ambiciosas. Al fin y al cabo, Non-Stop es otra serie B (la serie B contemporánea, aclaro, la no tan barata) de esas que se hacen como churros diariamente en el país de Obama, con presupuesto apropiado para los efectos especiales justos y sin más ánimo que el de entretener durante hora y media.
Lo cierto es que la película entretiene, y mucho, gracias a su guión sanamente travieso que juega con el suspense à la Agatha Christie y que de regalo invita a reflexionar sobre la inseguridad ciudadana y de las instituciones a raíz de los atentados del 11S. Dicho esto, no se aprecia ni en los guionistas ni en el realizador un afán por entrar en profundidades varias. Non-Stop no es perfecta, no es ni siquiera notable, sobre todo por diseñar absurdas set-pieces que se pasan de castaño oscuro y a las que el espectador tiene que regalarle (si quiere) una generosa suspensión de la credibilidad. No es que a mí me molestaran en demasía; cualquier película, en especial de género de acción y fantasía contiene secuencias de ese estilo…y…sin embargo…sí que hubo un momento que me chocó especialmente y por el que hay que tirar de las orejas a Collet-Serra: en los primeros minutos vemos cómo Marks observa la cicatriz que Summers tiene en el pecho, un plano que se volverá a repetir muchos minutos más adelante cuando ella haga referencia a la operación que tuvo en el pasado. Ese segundo plano, innecesario donde los haya porque el espectador recuerda sin duda la cicatriz ya mostrada al principio, serviría como excusa viable para acusar al cine palomitero de tomar al público por tonto. Non-Stop es como ese helado doble de chocolate que no deberíamos comer pero que tan bien sienta a nuestro estado de ánimo. Lo pasaréis bien.