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Crítica de ‘O Apóstolo’ (London Spanish Film Festival)

O Apóstolo es otra de las películas que se presentarán en la octava edición del Spanish Film Festival londinense, concretamente el jueves 4 de octubre, el mismo día en el que también se podrá ver uno de los trabajos más a contracorrientes del cine español de los últimos años, Verbo (2011).

Lo que más destaca de O Apóstolo, dirigida por el debutante en un largo Fernando Cortizo, es precisamente por lo que se está vendiendo de ella: la primera película europea hecha en stop-motion estereoscopio, o sea, con muñecos y lista para proyectarse en tres dimensiones. Un proceso solo aptos para realizadores muy pacientes y que estén preparados para estar dos años –en este caso- atareados en el rodaje.

O Apóstolo, que se estrena en España el 31 de octubre, cuenta la historia de Ramón (Carlos Blanco), un preso fugado que decide recuperar un atractivo botín que le permitirá retirarse de la vida de ladrón. El problema es que el tesoro está guardado en un macabro pueblo oculto entre la inquietante frondosidad de los bosques de el Camino de Santiago.

El párroco de la aldea, Don Cesáreo (Xose Manuel Olveira), será todo amabilidad a la llegada de Ramón, pero muy pronto se revelarán los verdaderos intereses del cura y de los acólitos de éste: Celso (Celso Bugallo), Primitivo (Atilano Franco) y Dorinda (Geraldine Chaplin).

Poco hay que reprocharle al necesariamente exhaustivo diseño de producción en una película de estas características. A nivel artístico, el film de Cortizo cuenta con importantes miembros de la cinematografía nacional y mundial. Los decorados y la iluminación son muy atractivos, jugando con la imaginería gótica digna del Sleepy Hollow «burtoniano»,de las leyendas de Bécquer, y todo regado con una ostentosa banda sonora, en la cual participa el ilustre Philip Glass.

Al igual que las cintas animadas norteamericanas, el director gallego acude a voces famosas del cine español. Aparte de los actores de arriba, también están Luís Tosar (en un papel pequeño), Jorge Sanz y el mítico Paul Naschy en su último personaje antes de fallecer. Resulta simpático que los muñecos tengan las mismas caras que los intérpretes.

El pero de O Apóstolo nace de un extraño, lento, insuficiente ritmo que no está a la altura ni mucho menos del trabajo artesanal creado para dar vida a la historia. La mayor parte del metraje se mueve como una máquina a la que le falta que la engrasen para que funcione con fluidez. Da la sensación de que o bien al director le ha quedado muy grande todo el proyecto o los expertos con los que ha trabajado no le han recomendado con ganas que la lógica y algo de dinamismo es también esencial para una película con muñecos (véanse por ejemplo las obras de la más experimentada Aardman Animations), amén de una brusca y confusa parte final o una cortante canción incluida hacia la mitad y que, mucho me temo, solo va a conseguir que el público coja sueño.

Intuyo, no obstante, que los próximos proyectos de este prometedor y perseverante director serán mucho más afinados y afilados, esto último en lo que a diálogos se refiere. Habrá que esperar.

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