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Crítica de Sightseers

A falta de ver su primera película, Down Terrance (2009), los otros dos films de Ben Wheatley como director sugieren que estamos ante uno de los realizadores más carismáticos y revitalizadores del cine británico en los últimos años (Shane Meadows parece haberse frenado un poco), con unas obras llenas de mala leche, twists juguetones y macabros mucho menos para-todos-los-públicos que los de M. Night Shyamalan. A pesar de que el guión de Sightseers está escrito por Alice Lowe y Steve Oram, los excelentes protagonistas y conocidos actores cómicos de las islas, bien podría haber sido creado también por el mismo Wheatley, teniendo en cuenta el parecido en cuanto a tono e ideas con su anterior Kill List (2011).

Chris (Oram) y Tina (Lowe), esta última en contra de la opinión de su madre, deciden pasear su amor por las zonas campestres inglesas en una caravana. Todo empezará como un sueño hecho realidad, disfrutando de los museos más estrambóticos de la cultura británica (atención al momento en que Tina visita por su cuenta un museo de lápices), regocijándose con sexo en cualquier lugar y pensando en el prometedor futuro, juntos «forever». La relación da un giro muy brusco cuando Chris mata ¿por accidente? a un transeúnte. Tina descubrirá pronto el lado psicópata de su pareja…y también se dará cuenta de que esos instintos asesinos están dentro de ella misma.

Sightseers es una eficiente rareza apoyada en el humor negro, negrísimo, de una vuelta de tuerca a clásicos sobre amantes killers como Bonnie y Clyde (1967) o Los asesinos de la luna de miel (1969), ambos títulos que apuntaban ya al American Gothic de los ’70, época donde se construyeron las más brutales cintas llenas de matarifes y locos rurales que ha dado el cine de horror y de las que Sightseers parece beber también sin complejos.

El film del equipo Oram/Lowe/Wheatley se muestra como la antítesis de ese otro cine inglés lleno de iconografías hollywoodienses de estilo cool (Harry Potter, el Skyfall de Bond hace unas semanas). Los pocos medios con los que cuenta la película de Wheatley son perfectos para la finalidad del producto, nada de conservantes ni colorantes que maquillen una historia que debe ser tal y como es: desaseada, fría, con lluvia real y cielos tenebrosos…esencial todo para que el miedo y la reflexión se apoderen del espectador.

Es muy probable que Sightseers no se convierta en un éxito de taquilla en prácticamente ninguna parte del mundo, pero sí apunta maneras de futura película de culto, ya solo por ese desvergonzado final cargado de sentido y lógica dentro de esta singular historia de amor fou cinematográfico…pero más realista que la vida misma.

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