Fanático como es uno de dos de las propuestas del terror cinematográfico comercial más atractivas de los últimos años, Insidious (2010) y Paranormal Activity (2007), contar en el poster de Sinister con el lema «de los productores de…» fue sin duda importante a la hora de alimentar mis expectativas con respecto a la película dirigida por Scott Derrickson, realizador del horrible remake de Ultimatum a la tierra (2008) pero también responsable de la estupenda El exorcismo de Emily Rose (2005).
A pesar de un final previsible, unos cuantos de tópicos y unas extrañas decisiones por parte del Derrickson guionista, su último trabajo está lleno de un buen puñado de espeluznantes secuencias que hacen de Sinister una fructífera experiencia con una- como mínimo- escena de shock para hablar con tu acompañante al salir del cine.
Años después de sus 15 minutos de fama gracias a un muy rentable best seller relacionado con asesinatos reales, el escritor Ellison Oswalt (Ethan Hawke) no está dispuesto a seguir siendo conocido por un solo libro. Para volver a encontrar el éxito con una nueva investigación criminal, decide irse a vivir con su mujer, Tracy (Juliet Rylance), y sus hijos a la casa donde casi todos los miembros de la familia que vivía allí fueron ahorcados, solo la joven hija permanece en paradero desconocido.
Nada más llegar, Oswalt encontrará en el ático una caja con rollos Super 8 y un proyector. La visión de las películas en tu totalidad y el descubrimiento de la imagen de un extraño diablo entre los fotogramas encerrarán al novelista en una insondable obsesión de la que no podrá salir.
Aparte de contar con los productores de Insidious, Sinister guarda en común con aquella el tema de maldiciones en casas encantadas, económico uso de los efectos especiales, buena recaudación en taquilla, una primera hora excelente y, por desgracia, lo que hacía que la cinta de James Wan no fuera del todo satisfactoria: un final previsible y un par de secuencias que parecen haber salido de un caprichoso director´s cut.
Si en Insidious teníamos a dos cachondos e incompatibles cazafantasmas que le quitaban toda la seriedad a la película, en Sinister nos encontramos con un graciosillo ayudante de policía que sale más de la cuenta en pantalla (¿por qué hay cineastas que se empeñan en poner ciertas escenas de humor en películas de terror? ¿acaso no queremos que nos asusten todo el rato cuando vemos esas historias?, no tiene sentido poner personajes graciosos para descargar tensión entre el público…para eso ya tenemos a los políticos).
También es innecesaria la secuencia en la que Ellison y Tracy discuten cuando ella descubre que están viviendo en la casa donde murió la familia que él investiga, larga y tan tediosa –parte de la culpa es de la actriz- como aquel momento de 6 minutos del Están vivos (1988) en el que el protagonista quiere que su amigo se ponga unas gafas (sic).
En lo que sí triunfa el trabajo de Scott Derrickson es en la mayoría de set pieces de horror, que al fin al cabo son el motivo por el que el público se decide por una obra de estas características. Empezando por el ser diabólico de la historia, Bughuul, de rostro escalofriante y que pone los pelos de punta la primera vez que aparece en el metraje; pasando por el instante que más se recordará de la película (aquel en el que una máquina de cortar césped se pone en marcha…); y terminando con el gran trabajo de conductor de la trama por parte del director, ofreciendo en su justa medida información de lo que verdaderamente ocurre y provocando la intriga del espectador.