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Crítica de ‘Spotlight’ (2015): la verdad…y nada más

El actor y director Tom McCarthy se ocupa de mover la cámara en una de las películas más importantes de los últimos meses. Para ello cuenta con un elenco de los grandes y la seguridad de pisar sobre tierra firme, aceptadísima por Hollywood y el público de clase media acomodada, y eso es un problema.

2001, año de los atentados de las Torres Gemelas, año en el que internet y la comunicación móvil eran aún bebés, y año en el que el equipo «Spotlight», perteneciente al periódico Boston Globe, comienza a recolectar información para un polémico artículo sugerido por el nuevo jefe editorial del rotativo, Marty Baron (Liev Schreider). A Baron le interesa los supuestos abusos sexuales perpetrados por sacerdotes católicos en décadas anteriores.

El grupo Spotlight, con Walter «Robby» Robinson (el gratamente resucitado Michael Keaton) a la cabeza y apoyado por los investigadores editoriales Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) y Matt Carroll (Brian d’Arcy James) tendrán que evitar dejarse influir por los altos cargos eclesiásticos, los cuales no quieren que nada del caso salga a la luz pública.

Spotlight es una obra cuyo peso e ¿impacto? reside mayor y casi únicamente en el delicado asunto que trata. Los pecados de la Iglesia, la hipocresía de sus miembros, el silencio guardado para mantener el statu quo…nada que no sepamos ya, para qué nos vamos a andar con rodeos. Lo anterior, por sí mismo, y con un plus compuesto por excelentes y reconocidos actores, parece haber sido suficiente para acaparar la atención del espectador y el crítico adulto sin muchas ganas de riesgos cinematográficos.

Y es que en Spotlight no hay emoción, todo es políticamente correcto, muy aseado y anodino, a veces incluso aburridísimo. Si los periodistas del Boston Globe sudaron lo suyo para mostrar la verdad oculta, no se ve ese dramatismo en pantalla, y eso que ganaron el premio Pulitzer por el trabajo que hicieron. Hay ciertas similitudes en el contenido y la forma que recuerdan a Las dos caras de la verdad (1996), la diferencia es que esta última, aparte de hablar de abogados, sí acababa siendo un ejercicio poderoso de puesta en escena, gracias, en especial, al giro inesperado último. También falta la visceralidad y el estilo del David Fincher en Zodiac (2007), por nombrar otra sobre investigaciones periodísticas.

Habría sido interesante saber la opinión de los causantes de las fechorías sexuales y los que guardaron los abusos bajo la alfombra de la Iglesia. El que la película esté basada en limitados hechos reales es sin duda un hándicap para el dramatismo de la historia. Solo se enseña una cara de la moneda, cierta pero insuficiente, no muy detallista. Y se muestra con el habitual tedio televisivo, el A. B y C de cualquier TV movie de sobremesa.

Si a lo anterior añadimos la repetitiva música de Howard Shore, no de lo mejor del compositor de El Señor de los Anillos y tópica en el mundo de películas con parecida temática, entonces la experiencia resulta poco gratificante, aunque «necesaria» para cumplir con el cupo de film serio que tanto gustan en los Óscars. Me quedo con Keaton, d’Arcy James y Stanley Tucci (en el papel del abogado Mitchell Garabedian), memorable en su emotiva y pormenorizada interpretación.

https://www.youtube.com/watch?v=tb_WgKDqPsE

 

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