Aparte de ser el creador de una de las mejores series animadas de la historia (siempre con permiso de Los Simpsons) Seth McFarlane es capaz de hacer alucinar con su maestría a la hora de interpretar voces. Varios videos corren por la web en los que se puede apreciar cómo el artista de 38 años asombra a todo aquel que tiene delante. El desobediente y polémico genio norteamericano debe su celebridad a la serie animada Padre de familia (Family Guy), solo apta para los amantes de lo políticamente incorrecto y que lleva más de una década dando más de un dolor de cabeza a los beatos y pudorosos del humor. McFarlane y sus guionistas en nómina nunca han prescindido de atacar con controvertida burla tanto a la comunidad USA, en particular, como al resto del mundo, usando el ingenio como medio para demostrarnos lo absurdo que es el día a día del ser humano y la memez que llevamos en nuestra sangre.
Esa bilis, que tan bien ha ido funcionando en los veinte minutos de cada episodio, no termina de cuajar en la incursión de McFarlane en el cine. Si Ted (2012) –su debut en la dirección y en parte guionista- es polémica no se debe precisamente por acercarse al carácter transgresor y toca-pelotas de Family Guy sino por todo lo contrario. El director parece haberse moderado de forma turbadora y venderse a la industria hollywoodiense por mor de llegar a una amplia audiencia o, tal vez, porque está perdiendo facultades a la hora de meter el dedo en la llaga. Ted, las cosas como son, está triunfando en el Box Office a pesar de su calificación para un público adulto, y ya puede unirse en el medallero oficial a otras triunfantes comedias camorristas como Wedding Crashers (2005) o The Hangover (2009).
La voz de Patrick Stewart (a lo Tom Baker en Little Britain) y el año 1985 abren la película. John Bennet (Mark Wahlberg) es un niño que no puede conseguir amigos. La solución a su soledad vendrá de la mano de un oso de peluche, Ted (Seth McFarlane), que, gracias a un mágico deseo de John, tomará vida e incluso se hará famoso.
Unos cuantos de años más tarde, John y Ted siguen siendo tan unidos como siempre. Comparten casa, la misma pasión por el film Flash Gordon (1980)…y la misma pipa para fumar marihuana. El éxito ya no acompaña al malhablado y «sexualmente activo» osito Ted, y ahora está completamente aceptado por la sociedad como uno más. La novia de John, Lori (Mila Kunis) no está muy contenta con la relación: John es un perdedor sin ambiciones y depende demasiado de su mejor colega.
Un osito de peluche que está vivo y se integra en el mundo…vale, hasta aquí todo bien. La suspensión de la incredulidad en el cine deviene de cómo se cuentan las cosas, no de lo que se cuenta. El tono humorístico que le dan los guionistas y la puesta en escena (sosita, eso sí) del realizador consiguen, paradójicamente, que nos traguemos bien toda la historia sin muchas consideraciones. No, el problema no es que el oso hable o incluso llegue a follarse a unas cuantas fulanas «white trash» (tal y como él las llama). Si Ted no satisface es por una alarmante falta de ideas, teniendo en cuenta quién es el responsable de la película: no impresiona el excesivo uso de «fuck», gratuito y latoso en muchos momentos; aburre el azucarado tira y afloja entre John y Lori, mostrada en pantalla con absoluta falta de ganas (¡el que una chica como ella esté con un tío como él sí que no supera la suspensión, Seth!); y la mayoría de las bromas no tienen ninguna gracia,obviaré decir algo de la tópica, gastada, enésima parodia del baile de Travolta en Fiebre del sábado noche (1977)…Y es que lo políticamente correcto, haciendo un guiño a Godard, es una cuestión moral. Si lo vas a poner en una película, hazlo hasta sus últimas consecuencias, no me lo envuelvas en papel de regalo y encima lo guardes en el baúl de finales made in Hollywood.
Si bien no es tan corrosiva como Padre de familia (y las otras variantes también de McFarlane, American Dad y The Cleveland Show), Ted tiene buenos, e incluso hilarantes, ratos. La fiesta a la que asiste el protagonista de la mítica (por mediocre) Flash Gordon, Sam J. Jones, merece sin duda la pena, incluyendo un karaoke que Ted se marca en la misma. También ¿why not? se agradece una orquestal y garbosa banda sonora que rememora el mejor estilo de Family Guy. Pero si hay que elegir algo…la bellísima y encantadora Mila Kunis se lleva el premio, por deleite visual y por una excelente y tridimensional interpretación.