La segunda mejor película de escualos después de Tiburón (Steven Spielberg, 1975) viene de la mano del director español Jaume Collet-Serra y la actriz norteamericana Blake Lively, la cual pasea su figura con arte y confianza, además de demostrar que aquella magnífica interpretación en El secreto de Adaline no fue casualidad.
Nancy (Lively) es una estudiante de medicina que sufre la reciente pérdida de su madre. En homenaje a ella, decide ir a la solitaria y escondida playa mexicana que ya visitó su progenitora muchos años atrás. La intención de la joven no es tirarse en la arena a tomar el sol, sino surfear las olas. Por desgracia, la naturaleza tiene planes diferentes. Un tiburón comenzará a acosarla. Nancy solo puede resguardarse en lo alto de una roca, herida, sin nadie alrededor y sin posibilidad de volver a la orilla.
No, The Shallows no es, oficialmente, una película porno. Por momentos parece que se dirige a ello, a pesar de que la alarma suene antes de meterse en terreno pantanoso. En terreno acuático sí que se mete. Chiste fácil, no se enfaden. El director español Jaume Collet-Serra sabe bien por dónde guiar el asunto para atraer a la audiencia, mayormente masculina. La cámara se centra sin recato y con total honestidad en las curvas de Blake Lively, el agua brillando en su piel, el momento en el que se quita la ropa y vemos su bikini (¡¡¿quién se quita la ropa así?!!), su trasero sobre la tabla de surfing, y ¡todo en brillante y caluroso formato panorámico!
La aparición debe de ser una metáfora, un lógico simbolismo a esas alturas de la película. El tiburón es la representación marina de nosotros los hombres. Boca abierta enseñando los afilados dientes, hambriento, salvaje, aspecto fálico, si me apuran. La erotización de la película es mayúscula y divertida, comercial según los cánones del cine veraniego, perfecto ejemplo de eso que la autora Laura Mulvey llamaba «male gaze»: la mujer cinematográfica vista como una obsesión voyeurística del macho.
The Shallows, aclaro, no es solo un «cuerpo bonito», y Nancy está ahí para dejar las cosas claras. Inteligente, con un futuro profesional brillante, fuerte, llena de recursos, cualidades que se van exponiendo poco a poco hasta llegar a un desenlace tan desmesurado como irrisorio, probablemente lo peor del conjunto. Collet-Serra usa el guion de Anthony Jaswinski para exprimir al máximo las virtudes que ha ido mostrando desde su ópera prima La casa de cera (2005).
Los que hayáis seguido mis críticas sabréis ya de sobra acerca de mi especial predilección por el director catalán, hasta el punto de decir…y esto es una “primicia”…que se ha convertido en uno de mis realizadores favoritos. Tal vez esté demasiado encasillado en la serie B y no sea tan creativo como Robert Zemeckis o el mismo Spielberg, por ejemplo, pero su talento visual está más que probado en obras como Orphan (2009), Non-Stop (2014) o Una noche para sobrevivir (2015). Collet-Serra impregna todos sus films con una solidez y calidad poco frecuentes en el cine mainstream contemporáneo, sobriedad brutal y efectiva digna de clásicos como William Friedkin o Walter Hill. La película no escatima en sangre ni escenas de impacto.
Hay suspense, y mucho, filmado con criterio y estilo. Atención también a la espectacular fotografía del vasco Flavio Martínez Labiano y los efectos especiales, que aprovechan los dólares del escaso presupuesto. Gracias a la enorme calidad en cada uno de sus apartados (incluyendo el apropiado, visceral y, al mismo tiempo, detallista libreto, no entiendo las quejas de otros críticos), The Shallows es un chispeante entretenimiento para el verano…y para cualquiera de las otras estaciones del año.