El cómico Steve Coogan reluce en uno de sus pocos papeles dramáticos con el que, fíjense, no logra dejar a un lado del todo los tics característicos del mítico e hilarante loser que el británico ha ido interpretando intermitentemente en los últimos 20 años: Alan Partridge. Por fortuna –por decisión propia del actor y el realizador, supongo- esos tics encajan a la perfección con el personaje protagonista en este estupendo biopic dirigido por Michael Winterbottom, nueva vuelta de tuerca en lo referente a la elección de temáticas y formas para sus películas.
The Look of Love cuenta la historia de Paul Raymond (Steve Coogan en su tercer trabajo con el director inglés), precursor de los clubs de strip-tease del famoso barrio Soho de Londres. No vemos su infancia, la época de adolescente en el colegio religioso donde estudió ni tampoco su experiencia como «lector de mentes» a los 22 años. No. El guionista, Mark Greenhalgh, que vuelve a escribir sobre otra leyenda de la cultura Pop después de Control y Nowhere Boy, nos lleva directamente a 1958, cuando el hedonista millonario ya hace disfrutar al público con polémicos espectáculos llenos de exuberantes chicas desnudas.
Jean (Anna Friels), su estoica esposa por aquel entonces, no aguantará más la promiscuidad de Raymond, siendo las continuas visitas del rico empresario a Fiona Richmond (Tamsin Egerton) la principal causa del divorcio. Richmond, una despampanante modelo soft-porn, tampoco aceptará al cabo del tiempo los escarceos y bacanales del bigotudo «King of Soho», apodo con el que era conocido. Desastroso en las relaciones sentimentales, Paul encuentra consuelo en Debbie (Imogen Poots), la hija que tuvo con Jean. Y es precisamente en ese vínculo donde The Look of Love tiene sus mejores y más emotivos momentos, aderezados con apuntes humorísticos de la propia, excéntrica, personalidad de Raymond y cameos de conocidos cómicos de las islas, como el ex componente del grupo Little Britain, David Walliams.
Según la película, y confiando en el criterio de la misma a tenor de las inexistentes voces en su contra que han salido por parte de familiares de Paul Raymond, el magnate era un hombre tan implacable en los negocios como ridículo, jactancioso y torpe en su intimidad o en apariciones para la prensa (no dejo de pensar en Ruiz Mateos), amén de no saber cuidar de sus hijos, ni siquiera de la querida Debb (brillante la escena en la que le da cocaína a su hija justo cuando va a parir en el hospital). No solo se parece en pulso narrativo y episódico a Boogie Nights y El escándalo de Larry Flynt, sino que The Look of Love también expone una buena cantidad de sexo (sin llegar a 9 días, el filme porno que Winterbottom hizo años atrás) y, sobre todo, el espectacular cuerpo de una nada recatada Tamsin Egerton, bellezón de piernas larguísimas…pero que no puede competir en interés con la verdadera revelación y leitmotiv de la película: Imogen Poots.
La joven actriz da lo mejor de sí, mezclando en Debb de manera natural la dulzura y la resignación por no triunfar en lo que de verdad quiere –dedicarse a la canción- y conectando con Steve Coogan en todos los planos que comparten. Y es que, más que la crónica de las correrías comerciales y sexuales de Raymond, The Look of Love es un trágico cuento de amor paternal imposible, un querer y no poder de un padre incapaz de expresar sus sinceras emociones, con actos en vez de palabras. No deja de ser curiosa la imagen en la que Raymond repite en un espejo su nombre hasta acabar diciendo con pesar el auténtico, Geoffrey Quinn, probablemente lo único que le queda como referente de su yo verdadero perdido en el pasado y tal vez más afectuoso y responsable. Debbie murió en 1992 debido a una sobredosis de droga; Paul Raymond murió en 2008, adinerado, triste y solo.