El barrio de Somers Town en el que Vicenta Oliete hacía de espía fue calificado como una “abreviada España constitucional”.
El péndulo político del siglo XIX español va del liberalismo al absolutismo y a las vertientes liberales que se perpetúan con un denominador común: cuando gobiernan unos, los contrarios huyen al extranjero. En esta huida ante la persecución, los moderados tienden a refugiarse en Francia mientras que los progresistas o exaltados son empujados a Inglaterra. Uno de estos exilios se produjo tras el Trienio Liberal (1820-1823) con la instauración del absolutismo y la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis en ayuda de Fernando VII así como la ejecución de Rafael del Riego en la plaza de la Cebada de Madrid en noviembre de 1823, cuya esposa le esperaba en Chelsea, sur de Londres.
Ante tal situación, algunos españoles tomaron las armas. Entre ellos, el jurista Juan Romero Alpuente (Valdecuenca, Teruel, 1762-Madrid, 1835) forzado a capitular en Cartagena. De allí pasó, enfermo, a Gibraltar, donde fueron llegando españoles con destino al exilio. El cartógrafo Felipe Bauzá (Mallorca, 1764-Londres,1834) fue condenado a muerte, llegó a Gibraltar a bordo del buque inglés Falcón; esperó sus diez baúles con libros y mapas, “una riqueza para la geografía de América y de España”. El erudito contaba con amistades de alto postín en Inglaterra, que no le sirvieron de mucho para el traslado aunque sí para establecerse en Londres como científico. A su llegada en noviembre de 1823 tuvo que instalarse en Somers Town, norte de la ciudad, donde se ubicaban los humildes de la “fatal emigración”. Los que disponían de recursos preferían el campo o barrios pudientes. Bauzá murió en Londres; fue enterrado en el cementerio de la iglesia Saint Mary Moorfilds, demolida en 1899, en el este de la ciudad. Su archivo fue vendido por la viuda a la Biblioteca Británica.
El exilio liberal en Londres a partir de 1823 es nutrido: el asturiano Álvaro Flórez Estrada (1765-1853), el militar Francisco Espoz y Mina (Idoin, 1781-Barcelona, 1836), el político y presidente de las Cortes Agustín Argüelles (Ribadesella, 1776-Madrid, 1844), el político y comerciante Juan Álvarez Mendizábal (Chiclana de la Frontera, 1790-Madrid, 1853), el de las amortizaciones de los bienes de las manos muertas, y/o el escritor Antonio Alcalá Galiano (Cádiz, 1789-Madrid, 1865). Galiano calificó Somers Town como una “abreviada España constitucional”. Mendizábal estuvo a punto de ingresar en Fleet Prison, cerrada en 1846, en la actual Farringdon Road, por deudas.
Los refugiados del siglo XIX siguen el mismo patrón migratorio que los del XX; se instalan en zonas cercanas formando una comunidad. Con ellos llegaron mujeres; “en total un centenar de ellas”. Entre las españolas de Somers Town, que lavaban la ropa, limpiaban o cosían para propios y ajenos, se movía Vicenta Oliete, una misteriosa espía que pasó por la vida dejando solamente huellas. Vicenta había residido en Madrid y trabajado –seguramente de sirvienta- para el presbítero, Joaquín Romero Cansino, medio hermano de Juan Romero Alpuente; procedían de una familia pobre de labradores de Teruel y tras conseguir un hijo sacerdote, el medio hermano le siguió a Madrid aunque cambió la sotana por el Derecho; con Vicenta sintonizó en ideas liberales.
El diputado Romero Alpuente destacó por las reformas fiscales, de los señoríos territoriales, de la enseñanza o instrucción pública… cuando llegó el absolutismo y el ejército francés no tenía escapatoria. Vicenta durante el trienio presidió la Junta Patriótica de Señoras que tenía como objetivo confeccionar uniformes militares. Firmaba como presidenta de la Junta con el nombre de Vicenta Oliete de Araoz, casada con Ramón Araoz o haciéndose pasar por casada para tener mayor aceptación social, puesto que ya rozaba los 40 años.
Vicenta fue confinada a Valencia por ser “de los de Riego”; escapó a Gibraltar para cuidar al enfermo Romero Alpuente. Su estancia en Gibraltar en 1824 ya apunta al espionaje por lo que se constata en 1826 en Londres cuando se refiere a hechos de dos años antes. En julio de 1825 el intendente de Algeciras informa al ministerio de Gracia y Justicia que Juan Romero y Vicenta Oliete han llegado a Londres con la salud quebrada. Juan había ocupado altos cargos en España, sin embargo, el Gobierno británico le denegó el subsidio de refugiado -había que demostrar la lucha contra Napoleón-; se quejaba de que “la botica me lleva un dineral”. En carta a Miguel del Riego, vendedor de libros y vino en Camden Town, hermano del ejecutado Rafael, le agradece el regalo de unos pantalones.
En Londres Vicenta se conchaba con el embajador español, cuya sede está ya en Belgravia Square, para espiar a los exiliados y sus vínculos en España, Francia y Portugal; los que están “contra la monarquía”. Dice ser sobrina de Romero Alpuente. Empieza el espionaje en febrero de 1826; proveyó documentos, nombres de cabecillas, consignas y estrategias de infiltrados en las capitales de provincia, en el ejército y sobre la organización de guerrillas. Y por todo ello solo aceptó diez libras “a título de gastos”. Los refugiados elaboraron un manifiesto publicado el 12 de octubre de 1826 que Vicenta recibió en su casa, de un desconocido que llamaría a la puerta con la consigna de “si hacía tortas finas”. A finales de 1826 filtró una gran reunión de españoles en el Crown and Anchor, en Strand, y la salida de una veintena de ellos hacia Lisboa para entrar a España por Cáceres.
En marzo de 1827 Vicenta consiguió un salvoconducto para ella y su tío para abandonar “esta tenebrosa isla” que les perjudicaba la salud, viajar a Lisboa y acercarse a España. El Gobierno portugués informó a Isabel II del “miserable estado de molestias” en que ambos se hallaban; un médico certificó la gravedad de sus dolencias; ella, con el nombre de María Piña, solicitó permiso para que Alpuente se quedara en Lisboa. Nadie los quería; tuvieron que regresar a Inglaterra llegando a Falmouth (Cornualles) en julio de 1827. De nuevo, tocó a la puerta de la embajada para obtener salvoconductos para España por enfermedad. Es lo último que se sabe de ella; desapareció del mapa y no aparece ni en los registros de defunciones de Inglaterra y España. Juan volvió con la amnistía de 1834; pasó doce días en la cárcel; murió en enero de 1835 llevándose con él el misterio de Vicenta y su paso por “esta tenebrosa isla”.