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Cuenta atrás para el referéndum escocés

De quimera pasó a imposible. De imposible evolucionó a improbable. Y de improbable, por el momento, a dudoso. Hace dos años, ni siquiera uno de cada tres escoceses apoyaba la independencia. Hace un mes, el SI languidecía 22 puntos por detrás de la candidatura que defiende la permanencia en el Reino Unido. Pero el pasado fin de semana, por primera vez desde que se realizan estadísticas en torno a la intención de voto para el referéndum del 18 de septiembre, la opción rupturista contaba con mayor soporte popular que la alternativa continuista. La euforia en el entorno del SNP contrasta con la incredulidad y el desasosiego en el resto del Reino Unido.

¿Cómo se ha llegado a este punto? Muy pocos analistas pronosticaban un “sorpasso” del . Un análisis retrospectivo de como se ha desarrollado la campaña hasta ahora parece mostrar que las transferencias de voto de una a otra parte casi se han debido más a deméritos de los propios candidatos que a las virtudes de los oponentes.

Por un lado,  el carismático Alex Salmond ha centrado su mandato en explotar el referéndum y las ventajas que la independencia podría tener para Escocia. Haciendo gala de un nacionalismo un tanto sui generis, ha conseguido no tan sólo el respaldo de la mayoría de indecisos al inicio del proceso, sino también un traslado de votos por parte de aquéllos que de partida apoyaban el NO. El líder del SNP se ha mostrado como un estadista inteligente, personificando la imagen de un movimiento integrador, cuya raíz no se basa en una lengua, religión u otro componente, sino en una voluntad política. No obstante, esto no sopesa las contradicciones de la campaña YES SCOTLAND. El sí ha ofrecido un carrusel de contradicciones e incapacidad de dar respuesta a muchas de las preguntas. A menos de 10 días de la votación, aún se espera que aquellos que soportan la salida del Reino Unido expliquen cómo será posible aumentar las prestaciones sociales y el gasto público reduciendo la presión fiscal; cómo un país planifica y presume de querer obtener el 100% de su energía de fuentes renovables, pero al mismo tiempo quiere mantener el comercio del petróleo como uno de los grandes sostenes del futuro estado; como aspira a abandonar el Reino Unido, pero al mismo tiempo ha llegado a insinuar con no hacerse cargo de la parte proporcional de deuda; como pretende constituir Edimburgo y Glasgow en centros financieros, cuando la incertidumbre en torno a la economía es absoluta y ni siquiera se sabe la moneda que se usará.

En el lado opuesto, la campaña BETTER TOGETHER ha centrado su campaña en el aspecto económico más que en el sentimental. Hasta hace poco esta decisión demostró ser efectiva, ya que la inmensa mayoría de informes económicos sugieren que la continuidad de Escocia en el Reino Unido es mucho más beneficiosa para ambas partes que la ruptura. La firmeza en determinados aspectos, como la negativa en torno a permitir el uso de la libra esterlina, funcionó como freno temporal al nacionalismo. Sin embargo, la campaña ha estado pobremente organizada. Por un lado, todavía se ignora el porqué de la inactividad de los primeros meses. Los primeros actos en torno a la defensa de la integridad del Reino Unido tuvieron lugar meses después de que el entorno del SNP empezase a mostrarse activo. Por otra parte, la campaña se ha centrado casi en exclusiva en los grandes núcleos urbanos. Por cuestiones logísticas, apenas ha habido actos más allá de Aberdeen, Dundee, Edimburgo y Glasgow, lo cual da a entender el apoyo masivo a la salida del Reino Unido en pueblos y la zona de las Highlands. Por último, y ante la amenaza que suponía el crecimiento exponencial del SI, se optó por ofrecer una mayor autonomía a Escocia para gestionar impuestos y servicios públicos, pero ni siquiera se ha llegado a precisar el contenido de esta delegación de competencias, lo cual, en opinión de algunos analistas, ha llegado a ser contraproducente, ofreciendo una imagen de desorden e improvisación.

El desenlace: Permanencia, Independencia o “neverendum”

Hace cuarenta años se tenía la sensación de que el Acta de Unión estaba escrita en piedra. Hacía 1997 el nacionalismo crecía con la indiferencia de la mayoría. Una década después, el SNP comenzó a hacerse omnipresente. Y seis meses atrás, la permanencia de Escocia en el Reino Unido aún parecía la única opción posible. Un apoyo al sí por encima del 60% (excluyendo la abstención) era suficiente como para evitar hacer grandes concesiones. Aquellos pronósticos que auguraban que este proceso sería poco más que un acto de cara a la galería, un trance que reforzaría el papel del primer ministro David Cameron, han quedado en papel mojado.

El pasado fin de semana una encuesta del diario “Sunday Times” daba un apoyo al SI del 52%, y tan sólo un día después otra encuesta de la empresa de investigación de mercado YOUGOV confirmaba a través de otro sondeo la ventaja mínima en el apoyo al independentismo. El papel que en los días previos a la consulta el sentimentalismo puede jugar, con referencias patrióticas y alusiones a William Wallace y otros personajes históricos puede funcionar como la bala en la recámara de los nacionalistas de cara al triunfo del YES.

No obstante, quizás el destino que le aguarda a Escocia es una tercera vía, un camino que, ante la ausencia de un resultado claro de uno u otro lado, puede llegar a materializarse y condicionar la política de Gran Bretaña en los próximos años: aquella que se ha calificado como “neverendum”. Tal y como ocurrió en Canadá en torno a la permanencia de la francófona provincia de Quebec, se espera una ligera victoria del NO, pero por un margen tan estrecho que no se dará por zanjado el debate. En el más que probable caso de que la delegación de competencias prometida por laboristas, conservadores y liberales no llegue a contentar a los nacionalistas no hará sino aumentar los deseos de convocar otra consulta a medio plazo. Que los rupturistas obtenga al menos un 40% del soporte (y todo apunta a ello) puede sumir a la región en una crisis de identidad en la cual cada pocos años se produzcan arrebatos independentistas pero no concluyentes.

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