Bob Diamond, consejero delegado de Barclays. / Standard.El pasado 27 de junio las autoridades financieras británicas (Financial Services Authority- FSA) multaban a la entidad bancaria Barclays con 59,9 millones de libras por haber manipulado el tipo de interés al que los bancos se prestan dinero, el Libor o London Interchange Bank Offered Rate. A esta multa, se sumaban otras dos: 200 millones de dólares impuestos por el organismo estadounidense Commodity Futures Trading Commission (CFTC) y 160 millones por parte del Departamento de Justicia americano. Desde entonces han corrido ríos de tinta. Bob Diamond, consejero delegado de Barclays, presentó su dimisión el pasado 2 de julio tras la presión mediática a la que se vio sometido en los días sucesivos a que se hiciera pública la noticia escándalo, no sin mermar -aún más si cabe-, la confianza en las instituciones financieras. Diamond, el día después de su dimisión y un día antes de su comparecencia ante la comisión parlamentaria de Tesorería, lanzaba dardos envenados y acusaba al Banco de Inglaterra de alentar a los bancos a manipular el Libor.
Sin embargo, en su declaración del día 4 de julio ante los miembros parlamentarios estuvo un poco más comedido y, sobre todo, evasivo. Diamond explicó que cuando se produjeron los hechos, en octubre de 2008, la entidad estaba pidiendo prestado dinero a los bancos a un tipo de interés muy elevado. El temor del mercado a pensar que Barclays no pudiera hacer frente a su deuda podía llevar a su nacionalización y por este motivo decidieron hacer trampa. Cuando se le preguntó a Diamond sobre si aceptaría o no el ‘finiquito’ de 22 millones de libras que posiblemente aprobará el consejo de Barclays, este se mostró de nuevo impreciso y respondió que esa cuestión era decisión del propio consejo.
Respecto a una conversación telefónica con el subgobernador del Banco de Inglaterra, Paul Tucker, cuando se produjeron los hechos, Diamond tampoco fue capaz de aclarar gran cosa. Contestaba pero no contestaba, con un aparente nerviosismo.
El ya ex consejero delegado de la entidad británica pedía perdón en una nota publicada en la página web de Barclays y decía mostrarse «decepcionado» a la vez que defendía los valores de los trabajadores de la compañía afectada, que se enfrenta a una rebaja de los rating facilitados por las agencias. Pero Barclays no está solo en este asunto. La FSA tiene en el punto de mira en otras 16 entidades mientras que ya han salido a la luz pública nombres como Citigroup, UBS o Royal Bank of Scotland.
Para fijar el Libor no hace falta que se crucen operaciones reales, basta con que digan a qué precios estarían dispuestos a hacerlas, lo que se traduce en un claro fallo del sistema que las entidades regulatorias han pasado por alto, y quién sabe si a propósito.
La prensa británica ha tirado de su ya tan característica ironía. El rotativo The Guardian titulaba «Un diamante no es para siempre» jugando con el apellido del primer coloso que derrumba el escándalo, Diamond, mientras que se preguntaba por qué se está debatiendo estos días una discusión que se debería haber tenido, como muy tarde, en 2008 después del rescate de los bancos. El diario acusaba también a los distintos primeros ministros, Brown y Cameron, de dar manga ancha a las instituciones financieras para hacer y deshacer a su antojo. Por otra parte, algunos prestigiosos columnistas británicos decían que dejar que los bancos marcaran por sí solos el Libor era confiar demasiado en dichas instituciones mientras otros expertos aseguraban que este era «uno de los múltiples escándalos que se han convertido en algo endémico en un sistema desastrosamente desregulado con incentivos para los cárteles para manipular el precio clave de las finanzas».
El escándalo del Libor se ha visto aderezado por acusaciones y reproches políticos entre los tories y los laboristas. Mientras el secretario del tesoro George Osborne veía claro que personas muy cercanas a Gordon Brown habían estado implicadas en el caso de la manipulación del Libor, el partido de Ed Miliband publicaba una nota titulada «Los Tories y los bancos». En esta nota se acusaba a los conservadores de tener una extraña relación con los bancos y de estar «profundamente» vinculados y, por lo tanto, ser esta una de las razones por las que el partido de Cameron se resiste a una investigación completa e independiente.
Mientras tanto, en España, los responsables del fiasco de Bankia se han librado de dar cuentas en el parlamento pero parece que no podrán evitar el banquillo de los juzgados. El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, aceptó a trámite el pasado 4 de julio la querella presentada por Unión, Progreso y Democracia (UPyD) contra 33 miembros de los Consejos de Administración de Bankia y de su matriz, Banco Financiero y de Ahorros (BFA), entre ellas el exconsejero delegado de la entidad, Rodrigo Rato, el ex presidente de la Comunidad Valenciana José Luis Olivas y el ex ministro Ángel Acebes.