En los inicios de la Revolución Francesa, una expedición al mando de un joven Napoleón Bonaparte desembarcó en Egipto. Acompañando al general iba una legión de historiadores, botánicos, geólogos, lingüistas, arqueólogos y orientalistas. A la labor de estos ilustrados, y a la suerte, debemos el descubrimiento de la Piedra Rosetta, uno de los principales tesoros de la humanidad, gracias a la cual fue posible descifrar y traducir los alfabetos del Antiguo Egipto. Hoy se cumplen 216 años desde su descubrimiento; si vives en Londres puedes ir a contemplarla a la exposición permanente del Museo Británico.
La Campagne d’Égipte
En 1798, la joven República Francesa se encontraba sumida en una situación difícil. Aún con magulladuras tras el Terror jacobino, el nuevo régimen del Directorio se encontraba denostado por todos sus vecinos (principalmente monarquías más o menos despóticas ) y amenazado desde el interior por personalidades emergentes con hambre de poder.
Uno de estos personajes era un joven general de origen corso: Napoleón Bonaparte, que había protagonizado una ascendente carrera hacia el generalato desde sus orígenes como oficial de artillería. Gracias a sus éxitos durante las guerras de la Revolución en territorio francés e italiano, y en parte por culpa de sus éxitos, el Directorio prefirió enviar al carismático y emergente militar lejos de suelo patrio.
En mayo del mismo año, un cuerpo expedicionario francés partía del puerto de Tolón con destino a Alejandría, Egipto. Aproximadamente 40.000 soldados, 10.000 marinos y más de 400 barcos de todos los tipos con un mandato amplio pero claro: hostigar el comercio inglés en el mediterráneo, hacer prospecciones para un futuro canal en Suez y sentar las bases para diversas colonias y factorías comerciales por Oriente Próximo.
Egipto era entonces una provincia del Imperio Otomano, una élite militar conocida como los mamelucos gobernaba el valle aluvial en nombre del Califa de Estambul. La gran distancia que separaba la provincia del centro del imperio y los problemas internos del mismo, impidieron ninguna acción coordinada que frenase la invasión. Napoleón consiguió entonces una de sus más célebres victorias en Egipto, en la ‘Batalla de las Pirámides’, muy cerca del Cairo; el resto de la provincia sucumbió poco después.
El descubrimiento de la Piedra Rosetta
Fragmento de la piedra que se conserva superpuesto con una representación aproximada de cómo debió ser la losa original.Acompañando a l’Armée d’Orient (como fue llamado el cuerpo expedicionario) iban aproximadamente 170 intelectuales de todas las disciplinas científicas. Durante la campaña, además de valorar los recursos naturales susceptibles de ser explotados, esta legión de ilustrados se dedicó a la observación de la naturaleza, la arqueología y cultura egipcia.
El 15 de julio de 1799, hace exactamente 216 años, un oficial de ingenieros llamado Pierre François-Xavier Bouchard se topó con un curioso descubrimiento. Mientras dirigía la reconstrucción de un fuerte en el pueblo de Rashid (Rosetta), al este de Alejandría, encontró una piedra oscura que le llamó la atención. Se trataba de una losa de granodiorita, o granito oscuro, con inscripciones en tres alfabetos distintos: griego antiguo, escritura demótica y escritura jeroglífica egipcia.
El griego antiguo sí se conocía entonces. Los árabes hacía tiempo que habían traducido las obras de Aristóteles o Platón, entre otros. Sin embargo, el alfabeto jeroglífico y el demótico seguían siendo un misterio.
El primero, presente en tumbas y palacios construidos por la antigua civilización, es más antiguo y su uso se restringía a una pequeña élite de sacerdotes, funcionarios y nobles; el alfabeto demótico corresponde a un periodo más tardío de la historia egipcia, es el precursor del alfabeto copto (aún en uso donde esta comunidad está presente) y su difusión entre las masas se cree que fue mayor dada la simplicidad de sus trazos ( en comparación con los jeroglíficos, que requieren una mayor técnica en la grafía).
Mediante la comparación de los fragmentos en griego antiguo y egipcio, el idioma de los faraones dejó de ser un misterio para los egiptólogos. El texto esculpido en la piedra es un edicto, publicado en la antigua ciudad de Menphis, con datación del 196 a.C durante el reinado del Faraón Ptolomeo V. Aunque anecdótico, este edicto fue la llave para descubrir uno de los grandes misterios de la antigüedad.
¿Cómo llegó la Piedra Rosetta al British?
El fragmento de la estela tal y como se exhibe en el British MuseumHoy en día es posible ver gratis la piedra en Londres en la exposición permanente del Museo Británico. Sin embargo: ¿cómo consiguieron los británicos hacerse con esta joya arqueológica?
El Reino Unido, entonces en guerra con la República Francesa, no podía asistir impasible a la incursión de su principal rival en Egipto; tampoco podían tolerar la expansión francesa en el mediterráneo, área a la que otorgaban un gran valor estratégico. Cuando los espías ingleses supieron de la expedición, despacharon buques y soldados para tratar de frustrar los planes franceses. Los británicos esperaron su oportunidad.
La campaña de Egipto había encumbrado aún más la figura de Napoleón; sus oponentes en Francia comenzaron a intrigar contra él. El general se vio forzado a volver a Francia a finales de 1799, sumida en la inestabilidad política, ante la incapaz del Directorio para gobernar el país. Los británicos aprovecharon su oportunidad, empezando su propia invasión de la región para expulsar a las fuerzas francesas, ahora sin su reconocido líder, era el año 1801.
Tras una serie de victorias fulgurantes, culminada con una victoria terrestre en Alejandría y una naval en el Nilo – donde la Royal Navy, al mando de Horatio Nelson, infligió una seria derrota a los franceses – las fuerzas francesas se vieron obligadas a capitular. Los británicos, que también habían llevado consigo a su propia legión de ilustrados, se llevaron la piedra como botín de guerra. Desde 1802, la piedra reside en la galería de mundo antiguo del Museo Británico.