El festival londinense, uno de los más prestigiosos del Reino Unido a pesar de su corta vida –fue creado en 2006- pero promocionado por grandes del cine como Danny Boyle o Joe Wright, se acerca a sus últimos días de exhibición siguiendo la pauta que lo caracteriza: dando salida a obras «marginales» comercialmente aunque sí de relevante calidad artística.
Y el cine latinoamericano, cuya presencia en el panorama informativo cinematográfico no para de crecer en los últimos años, tiene su cabida en el East End de esta edición; en forma de charlas sobre la producción mexicana, por ejemplo, o con la proyección de La jaula de oro, película de ese país dirigida por el novel Diego Quemada-Diéz (Burgos, 1969) que, curiosamente, al igual que Amat Escalante, nació en España y fue a parar a México. También los dos triunfaron en Cannes 2013 y los Ariel, galardones que entrega la Academia de Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
La jaula de oro (The Golden Dream, en inglés), mostrada el pasado sábado en el Hackney Picturehouse y con la presencia de Quemada-Díez en la sala, representa un robusto ejercicio visual y de temática social que no deja a nadie indiferente. El director se tomó su tiempo para moldear al resultado que finalmente ha satisfecho a la crítica allí donde se ha presentado. Tal y como reconoció el sábado, 10 años pasaron desde que comenzó a investigar sobre los inmigrantes ilegales hasta la consecución de su película. Toda una prueba de paciencia y constancia que, visto el film, mereció la pena.
Al igual que el cine de Ken Loach, realizador para el que ha trabajado Quemada-Díez, La jaula de oro se alimenta del talento de sus actores no profesionales y el acercamiento documental de sus imágenes de grano duro. Juan (Brandon López, ganador del premio Ariel a Mejor Actor) es un adolescente guatemalteco decidido a empezar una nueva vida en los Estados Unidos de América. Junto a su novia Sara (Karen Martinez), la cual se hace pasar por un chico para evitar problemas con posibles bandidos y violadores durante el viaje, y Chauk (Rodolfo Dominguez), el joven tendrá que poner a prueba su valentía y fuerza de voluntad hasta pisar la tierra prometida, cuyo último contratiempo «solo» serán los muros que separan a México de USA y, concretamente, ese destino tan soñado de nombre Los Ángeles. Por desgracia, la odisea a pie y en tren acompañados de otros muchos que intentan salir del país se convertirá en una auténtica pesadilla.
El sólido guión de Quemada-Díez no da pie a cualquier posible paradoja con respecto a la personalidad y ambiciones de los personajes principales. A pesar de las miserias concentradas durante todo el metraje (con algunas secuencias que muestran la realidad más desgarradora e inhumana), los tres jóvenes no aceptan la renuncia de perseguir la meta deseada, por mucho sufrimiento que tengan que soportar para llegar a ella y sabiendo perfectamente que el no seguir hacia delante puede ser mucho peor que buscar un «escondite» en la tierra natal. Muy mal tienen que estar las cosas en Latinoamérica para que el llamado «American Dream» siga tan vivo como siempre, a pesar del mezquino trato que se les da a los inmigrantes en empresas norteamericanas que se aprovechan de la baratísima mano de obra de los expatriados que cruzan la frontera con sangre, sudor y lágrimas. Es cambiar lo peor por lo menos malo.
La jaula de oro sugiere un futuro prometedor para su director. Aparte de fusionar casi a la perfección el suspense y el «cine de mensaje», el aspecto formal de la película da muestra de un alto nivel, sobre todo en lo que respecta al cuidadísimo diseño de producción o la fotografía. Como apunte curioso de este 2014, el film termina con un largo y poético plano de nieve cayendo sobre el objetivo de la cámara, el segundo del año después del de la interesante Under the Skin.