No nos vamos, nos mudamos a tu conciencia. Así rezaba una de las pancartas en Madrid cuando se estaba levantando el campamento de la Puerta del Sol. Y es que el movimiento que comenzaba el 15 de mayo en el kilómetro cero de la capital española ha llegado para quedarse y parece que se despejan las dudas sobre su temporalidad. Desde sus primeras manifestaciones en Madrid y multitudinarias réplicas en distintas ciudades de España y el extranjero, no han dejado de sucederse hitos que pasarán a la historia política y social de todos los españoles.
Convulsionaron las elecciones autonómicas del 22 de mayo, y no porque sus protestas afectaran a los resultados sino porque hicieron pensar a muchos ciudadanos sobre la política que tenemos y la que nos merecemos, porque convencieron a muchos de que otra forma de hacer democracia es posible y porque contagiaron a otros tantos ese espíritu de indignados, de no conformarse con lo que nos dan y decir basta ya.
Desde sus primeros pasos, el 15M se ha desvinculado de toda formación política, aunque muchos lo han tachado de ser afín a la izquierda, y el pasado 21 de junio conseguía lo que al principio parecía impensable, el Congreso votaba por unanimidad escuchar las propuestas de los indignados. Finalmente, la moción es no vinculante y de mínimos pero el movimiento ha logrado que todos y cada uno de los partidos que nos representan ¡se hayan puesto de acuerdo en algo!
Fue el catalán Joan Ridao de ERC el que tomaba la iniciativa en la Cámara e incluía en su discurso las peticiones del movimiento: «No tiene nada de malo que esta democracia representativa, que este Parlamento, pueda cambiar algunas cosas y que escuche este auténtico aldabonazo ético que supone el movimiento 15-M que, por un lado, nos reclama una salida más justa y más equitativa a la crisis social y económica que estamos padeciendo». También piden una «mayor valentía con los bancos, mayor valentía con las eléctricas». «Se nos exige una democracia más participativa, más real y más plena».
El 15M ha dado así un paso de gigante. Aunque el primer planteamiento fue crear una subcomisión parlamentaria para estudiar las proposiciones de los indignados y este punto tuvo que ser retirado para que todos los grupos apoyaran la moción, el movimiento se ha hecho un hueco en la agenda política.
El texto final quedó como una breve declaración. Por un lado, insta al Gobierno a presentar la ley de transparencia antes de agosto de este año, ley que obligaría a las administraciones e instituciones públicas a garantizar a los ciudadanos el acceso a toda información oficial que no esté expresamente sujeta a reserva y que el Ejecutivo ya llegó a aprobar pero que más tarde aparcó con la excusa de evitar publicar información sensible.
El segundo lugar, la moción prevé «aprovechar el trámite parlamentario de la ley para examinar las medidas que sean necesarias para profundizar en la democracia y la participación política, además de la transparencia y control de las instituciones democráticas». Y, por último, pide «tramitar con la máxima celeridad y diligencia» la ley de financiación de partidos.
En toda esta andadura, los partidos políticos se han acercado al 15M, lo han contactado a través de las de las redes sociales e incluso, Elena Valenciano, la futura responsable de la campaña electoral de Rubalcaba, ya ha mantenido reuniones informales con los indignados en el Café de Gijón madrileño, lo que algunos medios apuntan como estrategia electoral de cara a 2012.
Mientras tanto, tampoco han faltado declaraciones de no indignados, y como muestra las controvertidas declaraciones al diario El País de un joven de 23 años, fundador de un proyecto de software libre, en las que comentaba que «no se puede ir a Sol y decir la culpa es vuestra» ya que «todos somos responsables de la crisis en cierta medida», y añadía que somos una generación «bien acostumbrada». Sin embargo, aunque el individualismo no tiene por qué ser malo y el ser autosuficiente en cierto modo tampoco, desafortunadamente, no todos disponemos de los mismos recursos, ni las circunstancias son las mismas para todos y, por lo general, los individuos necesitan los unos de los otros, incluso los jóvenes sobradamente preparados con iniciativas.
Hasta la fecha, el movimiento de indignados junto con otras plataformas ha conseguido parar tres desahucios. La historia de uno de ellos es la de Francisco Cases y Ana Arce de Elche, Alicante. Esta pareja de jubilados avalaron a su yerno en el año 2006 con su vivienda para que pusiera en marcha su empresa. La empresa no sobrevivió a la crisis y ahora el banco quiere quedarse con la casa. Tienen un 65% y un 57% de invalidez reconocida y disponen de una pensión que suma los 380 euros entre los dos. Este es el sistema, un sistema que en algunas ocasiones parece haber perdido de vista derechos fundamentales de la persona.
Porque, como ya decíamos, el 15M no es una cuestión de ser una generación mimada, o de ser de izquierdas o progresista, o de no tener nada mejor que hacer que acampar en un lugar público. El 15M son Francisco y Ana, el 15M son los ingenieros españoles que se van a Alemania a cambio de un sueldo digno, es la manifestación masiva del 19 de junio contra lo establecido. El 15M, de una forma o de otra, somos todos, o casi todos.