Nigel Farage, líder del UKIP, en plena campaña electoral contra la inmigración.Mensajes como «Europe doesn’t work» o «Poll taken during UKIP trip to Bulgaria finds 4 million want to come to Britain» son los que se encuentran al abrir la página web del Partido de la Independencia del Reino Unido.
El símbolo de este partido es una L estilizada, que representa a la libra esterlina, junto con sus siglas partidarias. Su nombre se asocia incluso con un juego de palabras, puesto que su pronunciación es «you keep» (tú mantienes), y si bien tiene un programa en continuo desarrollo, la base de este es evitar no solo al euro, sino también cualquier regulación procedente de la UE. El camino a seguir, para la corriente más moderada dentro del partido, es convertirse en una Noruega o Suiza, donde la vinculación con Europa se limitaría a ciertos acuerdos comerciales.
El UKIP tiene una historia convulsa. Nació en 1993, tras la caída de Margaret Thatcher, como resultado de la división que en ese momento se produjo entre las fuerzas conservadoras a raíz del papel que debería jugar Gran Bretaña en el seno de la Unión Europea. Desde entonces, ha contado con 7 líderes (Jeffrey Titford lo hizo en dos ocasiones, al igual que su actual líder, Nigel Farage), y progresivamente ha suavizado su actitud, vinculada en sus primeros años de vida con movimientos de extrema derecha. Su época dorada fue a mitad de la década pasada, cuando en 2004, año de las elecciones al Parlamento Europeo, logró el voto de 2,6 millones de británicos, colocando a 12 parlamentarios en la institución comunitaria, así como en 2005, donde logró el 16% de los votos en las elecciones municipales.
En la actualidad, un mensaje más moderado, que presenta a dicho partido como liberal-conservador, el desgaste de los partidos tradicionales, y el carisma de su actual líder, Nigel Farage, constituyen motivos suficiente como para prever un ascenso de la fuerza euroescéptica. En un momento como el que vivimos, con el país sumido en su tercera recesión económica y con una tasa de desempleo relativamente alta para lo que es habitual en las islas Británicas, su llamamiento al control de la inmigración puede hacerle ganar votos a costa de los «tories», del mismo modo que su mensaje antirrecorte de los servicios sociales puede calar entre obreros y bases tradicionales del laborismo.
De momento, el punto de mira se ha fijado en la «amenaza» que Bulgaria y Rumanía pueden suponer a corto plazo. A finales de 2013 finaliza cualquier tipo de restricción por parte de sus ciudadanos para moverse y trabajar en cualquier país de la Unión Europea, lo cual se ha aprovechado para advertir de la «invasión» que podría darse procedente de dichos países del Este de Europa.
¿De qué dependerá la consolidación como tercera fuerza política del UKIP? Se deben tener en cuenta diversos factores. Por un lado, los mejores resultados de dicho partido se han producido en elecciones municipales y europeas, donde el grado de participación es siempre menor, y partidos con un mensaje más o menos extremo y un alto grado de militancia consiguen una mayor representación. Que dicha fuerza obtuviera un apoyo por encima del 7 u 8% (y las actuales encuestas sobre intención de voto afirman que es posible) en unas elecciones generales sería motivo de preocupación, ya que sería una muestra de la fuerza de dicho partido, y la tentación de que partidos de uno y otro espectro buscaran coaliciones o pactos esporádicos. Por otro lado, la evolución de la economía, tanto en el Reino Unido como entre sus socios europeos, y en particular del desempleo, así como los posibles recortes sociales que todavía van a tener lugar podría hacer que el UKIP adoptara un mensaje más populista, consiguiendo votos entre sectores fuera de lo que constituye su caladero natural. Habrá que estar atento a la evolución de estos aspectos, así como de la habilidad del UKIP para contentar intereses entre sectores con poco en común.