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El gran secreto de la policía y el metro de Londres

El Metro de Londres esconde muchos secretos. / De GagliardiPhotography. Shutterstock.com.
De GagliardiPhotography. Shutterstock.com.

Londres, la gran metrópoli, la ciudad de los sueños. En otras palabras, ‘el Nueva York europeo’. Al menos eso era lo que pensaba antes de hacer las maletas e instalarme en mi nuevo hogar, pues la percepción que tengo ahora de la ciudad se ha transformado casi por completo… Y es que no recordaba que Londres fuera una ciudad insegura. Lo supe, sin reconocerlo, el día en que coincidí con una señora de 80 años en la parada de Embankment. En cuatro minutos me contó la historia más conmovedora, y al mismo tiempo espeluznante, que jamás me habían relatado. El gran secreto de la policía y el metro de Londres.

Allí permanecía ella un par de horas cada tarde para escuchar la voz de su marido, que procedía, para mi sorpresa, de los altavoces. Su voz fue la primera en advertir a los pasajeros del hueco entre el suelo y el vagón durante los años 60. A pesar de que las nuevas tecnologías terminaran por sustituirla, Margaret McCollum luchó por que volvieran a instalar el aviso de su difunto esposo en el paso de la Northern Line por Embankment.

Y una vez hubo llegado el siguiente metro, en el instante en que esperaba a que el tumulto abandonara el vagón y así poder subir en él, justo en ese momento lo escuché.

¿Cuál es el gran secreto que esconde la Policía de Londres?

Me despedí de la señora McCollum con una sonrisa cómplice tras haber oído la grabación y entré en el vagón. Recuerdo haberme sentado y reflexionar sobre la maravillosa anécdota que había presenciado. Lo cierto es que también me habló sobre una historia de muertes y suicidios en el metro de Londres, pero lo pasé por alto. “La edad hace estragos”, pensé. Lo olvidé. Comencé a buscar una forma de contar la historia de la viuda McCollum, pues soy periodista y, al fin y al cabo, por ello amo mi trabajo.

Llegué a la redacción a la mañana siguiente con la idea de realizarle un reportaje. Conseguí la aprobación de mis jefes y a los pocos minutos estaba llamando al teléfono de contacto del servicio de transporte londinense, necesitaba un permiso para comenzar a grabar en el interior de la estación. Pero no lo obtuve. Según informaron, “las autoridades se ven incapacitadas para conceder una licencia como esta”.

Ese día abandoné el periódico cansado y algo desilusionado. Pero mi suerte no seguía con su buena racha, pues evacuaron el metro en el que viajaba de vuelta a casa. “Vaya mierda, otra vez”, fue al primer español que escuché hablar fuera de mi trabajo. Notó mi mirada extrañada y en mi cara, supongo, los rasgos de un compatriota. Prosiguió: “Ya me ha pasado esto antes. Cortan las líneas del metro cuando el iluminado de turno se tira a las vías… Ya sabes, pringados que podrían elegir cualquier otro sitio para acabar con sus vidas”.

Sin colaboración por parte del personal del Metro de Londres

Pensé entonces que, quizá, aquellos paneles instalados en algunos tramos de la Jubilee Line a modo de puertas de seguridad, impedían, precisamente, que la gente se suicidara bajo tierra. Listo. Volvía a poseer un nuevo tema de investigación.

Decidí acercarme hasta Canary Wharf durante el fin de semana. Allí preguntaría a quien hiciera falta hasta conseguir una base sólida para este reportaje. Quería saber todo acerca de los accidentes en el metro de Londres. No obstante, la idea no fue bien recibida por el cuerpo de seguridad. De nuevo, me denegaron cualquier permiso para investigar sobre el tema y me invitaron a abandonar la estación debido a mi insistencia. Parece que el servicio de transporte londinense no quiere relacionarse con los periodistas.

Estaba gafado, definitivamente. Y esta mala suerte solo hacía que crecer. A la semana siguiente me tropecé con una huelga y, en el mismo mes, otra segunda manifestación que dejaba el transporte subterráneo sin funcionamiento. El motivo: horarios de 24 horas para los conductores a partir de septiembre. O eso es lo que informaban los medios ingleses a su población…

Los suicidios… o asesinatos en el metro de Londres

Y llegó el día en que todo cobró sentido. Ocurrió cuando esperaba la llegada del metro en la parada de Bank. Era un viernes por la tarde, hora punta. Allí, entre el tumulto, presencié cómo un individuo, que vestía una sudadera oscura con capucha, empujaba a uno de los pasajeros que se encontraba al límite de la franja amarilla de seguridad.

En ese instante, el tren se adentró en la estación a gran velocidad. Al sonido ensordecedor de este se le unieron varios chillidos de pánico, mientras el cuerpo del viajero era embestido por el primer vagón con una brutalidad desmesurada. Miedo, horror y espanto. El impacto de la escena produjo que la muchedumbre huyera asustada de la parada. Y yo, antes de empezar a correr, contemplé al hombre de la capucha ocultarse entre las tinieblas del gran túnel subterráneo. En ese momento me invadió el pavor, mis piernas se tambalearon, comencé a perder la visión y caí al suelo.

No quería volver a entrar en el metro

Pasaron tres semanas hasta que me atreví a entrar en el metro. Las portadas de los diarios británicos apenas habían ofrecido información sobre el suceso que viví aquel día en primera persona. Había contemplado un asesinato. La impotencia fue lo que me movió, de nuevo, hasta la estación de Embankment.

Deseaba encontrar de nuevo a la viuda para que me contara la historia de los homicidios que jamás creí. Si las autoridades londinenses no aprobaban que investigara nada en relación al servicio de transporte, entonces la señora McCollum sería mi primera fuente. Pero no había rastro de ella.

Así pasé los siguientes 5 días, paseándome por la misma parada una y otra vez sin encontrarla. No entendía cómo, de repente, Margaret McCollum había pasado de visitar aquella estación diariamente a ni siquiera caminar por los alrededores. Y, entonces, lo comprendí. En su ausencia se encontraba la mayor pista que nunca antes nadie me había facilitado.

Me apresuré en llegar a la redacción lo antes posible. Ya no utilizo el metro, por lo que trasladarme desde un lugar a otro de la ciudad me lleva algo más de tiempo.

Eran las 8 tarde cuando comencé a buscar todo tipo de pruebas y testimonios a través de Internet. Mis compañeros no entendían mis prisas, pero ya les explicaría de qué iba todo aquello si encontraba al menos alguna evidencia.

Geoff Platt, el agente de la Policía de Londres

Y, casi sin querer, como si el destino lo hubiera dispuesto así para mí, di con ella. “Había un asesino en serie matando gente en el metro de Londres, y Scotland Yard lo ocultó”; era el titular de un artículo publicado en la web del periódico español El Confidencial.

Geoff Platt trabajó como agente de policía en Londres. Ahora, a sus 60 años, ha lanzado un libro en el que habla sobre la manipulación de los medios de comunicación ingleses en torno a una serie de asesinatos acontecidos en el metro de Londres cuando ejercía como guardia.

Mis amigos periodistas entendieron en ese instante lo que me traía entre manos. Un secreto terrorífico que la sociedad nunca supo…y sigue sin tener idea. Todos, menos la señora McCollum; desaparecida.

Dejamos todo aquello en lo que estábamos trabajando para sumergirnos de lleno en este asunto. No nos preocupó que no hubiera listo ningún tema que saliera en el periódico al día siguiente… Algún breve sobre la cuestionable calidad de la comida de Tesco serviría. Dimos rápidamente con el contacto de Geoff Platt. Las siguientes declaraciones corresponden a las evidencias facilitadas por el ex agente de policía durante la llamada que realizamos aquella noche.

¿Lo que nos contó Geoff Platt?

“Hace 30 años Kiernan Kelly admitió haber matado a 18 personas tirándolos hacia las vías del metro. Fue uno de los últimos casos que estudié antes de retirarme. Sus víctimas no respondían a ningún patrón específico, aunque prefería asesinar a hombres adultos. Vivía reprimido por su homosexualidad y se odiaba a sí mismo por ello. […] Me confesó que actuaba bajo los efectos del alcohol y de diferentes tipos de droga. […] Reveló que no era el único que cometía tales delitos bajo tierra y que algún día el país entero temería por sus propios habitantes. Lo de Londres, según él, solo era el comienzo. […] Y todo esto lo confesó tras haberle detenido por un delito de cargo menor; un hurto”.

Lo que nos contó Geoff Platt a continuación era en relación a su programa de investigación que llevó a cabo una vez se retiró del cuerpo policial. Lo deportaron de Reino Unido cuando las autoridades británicas supieron sus intenciones. En aquel momento no querían que cundiera el pánico entre los ciudadanos londinenses y, mucho menos, que dejaran de utilizar una fuente de ingresos tan grande como es el metro de Londres.

La manipulación por parte de la prensa inglesa se llenó de titulares sensacionalistas sobre noticias absurdas para mantener a la población entretenida. Mientras, Platt, en un pequeño pueblo al sur de España, no descansó hasta encontrar la fórmula de alertar a la sociedad inglesa de aquella terrorífica historia. Hoy, por fin, lo ha conseguido. Su libro ha sido publicado y en él, de manera sutil, desvela toda la información secreta que, hasta ahora, solo él conocía.

Mind the gap

Antes de terminar con la llamada, Platt nos dijo algo que nos dejó totalmente helados. El secreto de la policía y el metro de Londres se confirmaba. El aviso del señor McCollum con “Mind the gap” no solo advertía a los pasajeros que tuvieran cuidado con el hueco entre el suelo y el vagón de tren…él fue el primero en grabar su voz. Supo, antes que yo, que en las líneas de metro merodeaba un asesino en serie. Realmente, alertaba a la gente, con sus continuas grabaciones subliminales, que se alejaran de las vías para que no fueran empujados hacia la muerte. Cuando la policía descubrió sus intenciones hizo que retiraran estos avisos de todas las paradas. ¿Por qué crees que ahora especifican la parte final con “between the train and the platform”? Quieren que no haya margen de confusión con el aviso; que advierta simplemente del hueco…y nada más. El señor McCollum murió por un “supuesto cáncer” pocas semanas después de este suceso. Pero su mujer, la ahora viuda Margaret McCollum, amenazó con contar toda la verdad. El Gobierno británico actuó rápido. Un cheque con una alta cantidad de libras, un reportaje en la BBC sobre su historia de amor con el que había sido su esposo y la reproducción de la grabación original de su marido en la parada más próxima a su casa bastó para que no dijera absolutamente nada.

¿Sabe algo la Policía sobre la desaparición de la señora McCollum?

Al ex agente le costó más de 30 años publicar un libro en el que cuenta toda la verdad, pero ahora somos nosotros los que debemos actuar con rapidez ante un caso de homicidios totalmente abierto. Tenemos la información necesaria para alarmar a toda la población ignorante que reside en Londres. Lo único que nos falta es una fuente oficial con autoridad y una fórmula para informar la realidad de los sucesos que envuelven al verdadero porqué de las huelgas de metro. Si a Geoff Platt le ha servido su libro, quizá a nosotros nos valga con este relato.

Probablemente, la policía sepa algo sobre la desaparición de la señora McCollum. Mis intentos de investigación sobre los accidentes en el metro de Londres fueron, a la vez, seguidos de cerca por el servicio de inteligencia británico. Los mismos que ahora intentan ocultar cualquier indicio para que no consiga ni una sola pista sobre el caso.

¿Por qué cortan las líneas de metro con cierta frecuencia? ¿Cuál es el verdadero motivo de convocar y suspender huelgas? ¿Cuál es el secreto de la policía y el metro de Londres? Las respuestas a estas preguntas parecen evidentes con toda la información que poseemos.

Sin embargo, a nosotros se nos ocurren otras… ¿Dónde se esconde el autor del asesinato que presencié en la parada de Bank? ¿Cuántos homicidios más tienen que producirse para que la gente se empiece a dar cuenta por sí sola? ¿Hasta dónde llegaremos en esta lucha a favor de la verdad?

Mientras, el Gobierno británico seguirá cubriendo las paredes de las estaciones del famoso Underground londinense con anuncios de productos exquisitos, viajes paradisíacos y vidas de ensueño…al mismo tiempo que un asesino vaga entre las tinieblas del subsuelo.

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