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‘El ojo moderno’ explora la relación de Edvard Munch con su tiempo

La exposición recorre las distintas etapas pictóricas del artista noruego

La Tate Modern ofrece una gran exposición dedicada a la obra de Edvard Munch (1863-1944) que propone un diálogo entre la obra pictórica del pintor noruego y su interés en las más modernas de las formas de representación: la fotografía y el cine. Munch ha sido considerado durante mucho tiempo como un pintor del siglo XIX, simbolista o pre-expresionista, pero este proyecto pretende realizar una mirada diferente a su figura y obra situándolo como un artista del siglo XX, totalmente representativo de la modernidad de su época. La prematura muerte de su madre y de su hermana mayor, su propia enfermedad y la obsesión religiosa de su padre marcarían la sensible mente de Munch, dando a su obra su carácter fundamental de inagotable introspección.

Bajo el título Edvard Munch: The Modern Eye, esta exposición incluye sesenta pinturas y cincuenta fotografías tomadas por el artista, además de algunas filmaciones realizadas el siglo pasado, cuando experimentó con nuevos medios de captación de la imagen. Las técnicas del cine y la fotografía se reflejan en algunos de sus cuadros o figuras en movimiento que se escapan del plano. Ejemplo de esta experimentación con ángulos nuevos es Trabajadores regresando a casa (1913-14), donde un grupo de obreros avanza hacia el espectador, o El tronco amarillo (1912), que presenta un tronco de árbol en medio de un bosque tendido en una poderosa diagonal.

El recorrido también muestra cómo Munch estuvo comprometido con la actualidad de su tiempo. Cristiania (la actual Oslo) estaba considerada como la cuna del movimiento Bohemio noruego. Los bohemios de Cristiania dirigían sus trabajos y sus provocaciones contra la falsa complacencia y contra la estrechez de principios morales y éticos, consideraban que el sistema estaba envuelto en contradicciones. Munch creció en este ambiente y al igual que el movimiento, criticaba los valores establecidos, las convenciones y normas burguesas creadoras de una atmósfera de represión moral. Con este bagaje se traslada a París en 1885, una de las cunas del pensamiento contemporáneo y de las reacciones sociales que siguieron a la Revolución industrial.

El triunfo de los procesos de producción industrial, marcaría un antes y un después no sólo en la historia del pensamiento social y político, sino en la organización socioeconómica, ya que los movimientos reivindicativos señalaban la subordinación de la vida a la economía. En este marco es donde se origina una fuerte disputa acerca de cómo debería volver a organizarse una sociedad. Aunque en esta muestra no está su obra más famosa El Grito, pintado en París en 1893, pronto adquirió estatus de icono cultural, como símbolo del expresionismo europeo. Munch se adelantaba así a autores y pensadores -entre ellos uno tan significativo como Heidegger- convirtiendo la angustia en lo céntrico de la existencia.

Sin embargo, sí pueden verse obras tan representativas como Niña enferma (1907) y Las chicas del puente (1902). De estas obras, realizadas ya a principios del siglo XX, se exhiben varias versiones, que muestran la exploración que el pintor hacía de los temas que escogía y que presentaba de diferentes formas y en variados contextos. Niña enferma, pintada tras la muerte de su hermana de tuberculosis cuando tenía 13 años -una de sus obras clave- recoge la preocupación existencial que acompañarían al artista durante toda su vida.

Su faceta como paisajista aparece asimismo ampliamente representada. La naturaleza para Munch encierra tanto lo físico como lo que no se puede percibir, lo concreto como lo abstracto, tanto los elementos físicos, como sus misteriosas fuerzas insondables. En la obra Starry Night (1922-1924) el espacio natural contiene una carga simbólica y casi mística, en un sentido sublime que hace del cuadro un conjunto de unidades que forman parte de un todo.

Una de las salas más impresionantes es la que reúne una serie de autorretratos del pintor, quien se muestra fascinado por capturar el paso del tiempo y el deterioro del ser humano. En esta parte de la muestra hay numerosos óleos que retratan un Edvard Munch en sus años de madurez y durante varias enfermedades, para culminar en uno de sus cuadros más conmovedores, Autorretrato entre el reloj y la cama, es el último que pintó antes de su muerte en 1944, donde aparece como un débil anciano entre un reloj de pared sin agujas y su lecho de muerte. 

Edvard Munch: The Modern Eye
Tate Modern: Exhibition
Hasta el 14 de octubre de 2012
£14. Descuentos disponibles

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