Entre litografías de Miró y Picasso y ambiente tabernero, se celebra una fiesta en torno a una barra donde un camarero se hincha a servir cerveza, y justo unos metros hacia un lado, los más románticos piden tapas y algo más alrededor de una vela.
Me encuentro en Mayfair, concretamente en el restaurante Pirata, un restaurante que te recibe de negro impetuoso, como si estuvieras entrando a la plaza directamente por los corrales. Un local con garrote, como diría Martín Berasategui.
Interior del restaurante Pirata de Mayfair.
Sin más rodeos que los necesarios, y con un servicio veloz y atento donde los haya, nos agasajan enseguida con un pan y ali-oli, para hacer boca mientras ojeamos el Menú de Tapas. Antes de que nos demos cuenta, ya tenemos unos pimientos de padrón y un plato de jamón ibérico como entrada a unos platos más elaborados y con firma. Superan la nota los huevos especiales, por su generosidad con el chorizo y las gambas, un verdadero atracón a mano armada. También las carrilleras, tiernas y sabrosas y hervidas con caldo y vino, un auténtica delicia. Las gambas al pil-pil, la barriga de cerdo y los pinchos morunos con chorizo son propuestas inteligentes y muy bien servidas, muy buenas todas ellas. El arroz negro merece punto y aparte por su logrado sabor a mar, sin duda una de nuestras recomendaciones.
Cabe señalar algunos sobresaltos inesperados, como la mentirijilla de las croquetas de pollo, que llegan sin hacer ruido y sin el color dorado que tanto las caracterizan. Pasan sin pena ni gloria por nuestros ojos y para ser sinceros, no es una de las mejores opciones del menú de Tapas. Eso sí, el aroma a frambuesas y frutos silvestres perdura durante toda la cena, gracias sin duda a la excelente elección del vino, un HITO Ribera del Duero (2009). El Pirata de Mayfair es un lugar único, con un ambiente familiar, que se llena cada noche y que sirve buenas tapas, pese a que algunas propuestas están un poco desfasadas. Destacamos el servicio con un 10, gracias en parte a la generosidad que reparte el jefe, Fernando, que contagia al resto de camareros con una sonrisa permanente.