Un día interpreta a Don Quijote y al siguiente es presentador de televisión. Para rematar, el pasado 22 de marzo estrenó, por primera vez en Londres, su monólogo ¡Aiguantulivinamérica!. Descubre algunas e interesantes pinceladas sobre el todoterreno de las cámaras y los flashes, el monologuista Goyo Jiménez.
Eres actor y director teatral, humorista del Club de la Comedia, fuiste co-director y guionista de La hora de José Mota y presentador del programa No le digas a mamá que trabajo en la tele… ¿Cómo te definirías profesionalmente?
Más bien un factótum. Si me ofrecen un proyecto que me gusta, pues me integro donde creo que puedo resultar más productivo, a veces escribiendo, otras dirigiendo, otras interpretando, o todas a la vez. La verdad es que he hecho de todo en todos los medios: teatro, cine, radio, televisión, prensa… En ocasiones he puesto un granito y otras todo un saco de arena.
Uno de tus monólogos más populares es ¡Aiguantulivinamérica!, ¿cómo te llegó la inspiración para crear esta historia que tanto éxito ha tenido?
El más popular, sin duda. Aunque más bien se trata de una comparación entre la vida real en España y la América que conocemos por el cine o la tele. Utilizo ese modelo de mundo, esas vidas tan maravillosas, para reírme de nuestra cruda e ibérica realidad. La cosa se me ocurrió de pequeño, cuando mi padre me descubría viendo la tele y me decía cosas como: «¡Tanta tele, tanta tele! ¡Sigue así, que te va a dar de comer la tele!». Yo me lo tomé en serio, y mira.
Salir a un escenario y hacer reír al público solo con lo que cuentas no debe ser nada fácil. ¿Cuándo te das cuenta de que puedes desempeñar tal desafío?
El problema no es hacer reír a la gente, eso lo consigue cualquier político en campaña o en un tribunal. El problema es hacer reír cada vez que pretendes hacerlo. Es un trabajo muy técnico y complicado porque, además, el público exige cada vez más y más, cada nuevo espectáculo, cada nueva línea… Por eso me tomo cada función como un reto, una competición conmigo mismo, para aprender y mejorar. No te he contestado exactamente a tu pregunta, pero he quedado como dios con lo que te he dicho.
¿Cómo construyes tus monólogos? ¿Te basas en la observación, trasladas las ideas a un papel y luego elaboras el guión? o ¿Sigues otra serie de pautas?
Cobro por explicar esto cuando doy clases, así que no debería decirlo gratis. Pero, en fin, por ser vosotros… En líneas generales, hay un poco de todo lo citado en la pregunta, más el trabajo de preparación física, la puesta en escena de lo que escribes, porque yo, casi siempre, escojo la acción teatral sobre la narración. O, lo que es lo mismo: «No lo cuento, lo hago». Realmente es un proceso que nunca termina. El que ha ido dos veces a verme sabe de lo que hablo, porque nunca dejo cerrado el show, siempre estoy cambiando cosas. Soy como el Pearl Jam del monólogo.
Has estado de gira por Barcelona, sueles actuar en la Chocita del Loro de Madrid y el próximo 22 de marzo presentaste Aiguantulivinamérica, nada más y nada menos que en Londres. ¿Cómo se te queda el cuerpo?
Me resulta muy apetecible. Londres es una ciudad fantástica, cosmopolita y abierta, con la que tengo un vínculo especial desde mi época de estudiante de arte dramático, y a la que vuelvo de tanto en tanto. El verano pasado, sin ir más lejos, estuve unos días paseando mi desgarbada figura por aquí. Pero no fui yo el causante de los disturbios, lo juro.
Los monologuistas debéis renovar la temática de vuestras actuaciones porque hay muchos temas, como las relaciones de pareja, que están muy quemados. ¿Es el avance-o retroceso- de la propia sociedad la que os da esas nuevas ideas o buscáis otra fuente de inspiración?
Mira, en principio, TODOS los temas están quemados. A mi entender, no se trata de qué cuentas, sino de cómo lo cuentas. Eso es lo que hace especial, único, el trabajo de cada artista. Te pongo el ejemplo de mi penúltimo show, Al fin solo, que trata precisamente sobre el fracaso de la relación de pareja. Lo estrené recientemente en Barcelona con un éxito abrumador: llenos constantes durante tres semanas en doble función. Con eso te lo digo todo.
¿Cómo definirías la risa?
Como el instante de más plena consciencia de humanidad que pueda sentir una persona. Sobre todo si es después de un beso.
En teatro has encarnado papeles dramáticos y cómicos. ¿Tienes predilección por alguno?
Tengo un currículum de actor muy satisfactorio pero, si he de escoger, me quedo con la vez que encarné a Don Quijote de La Mancha, que supuso un antes y un después en mi crecimiento actoral y creativo. De aquel Don Quijote, por ejemplo, surgió el Capitán Fanegas de La Hora de José Mota que a tanta gente ha apasionado.
¿Los cómicos os enfadáis? O, dicho de otra manera, ¿podéis dar sensación de credibilidad cuando lo estáis?
Pues cuesta su esfuerzo, no te creas, pero va dentro de los gajes del oficio: Show must go on, que dicen por aquí. Si no, sería demasiado bueno dedicarse a esto. Sería como ser «gigoló» y tener de cliente a Scarlet Johanson, ¿no?
¿Qué crees que se necesita para ser actor o humorista?
Te daré la receta que ha funcionado conmigo: Noventa kilos de harina de tontuna, kilo y medio de incapacidad absoluta para realizar cualquier labor práctica durante más de una hora, dos litros de mala leche, líquidos o en cuajo, Cuatro cucharadas soperas de ironía, un puñado de conocimientos, medio salero y una rodaja de limón con forma de sonrisa irónica. Se mete al Muchos años de horneado y a ver qué sale.