Durante casi un mes, la galería Breese Little exhibe al púbico la primera muestra individual en Londres del artista cubano residente en España, Elio Rodríguez, Corridas y venidas. Se trata de una breve y variada selección de los últimos trabajos del autor, la cual comprende pinturas, impresiones serigráficas, esculturas y piezas de cerámica, en las que los estereotipos en torno a la cultura caribeña y española se convierten en el principal eje de su obra.
El imaginario de Rodríguez transita indistintamente entre populares íconos españoles como los anuncios de corridas de toros y fiestas flamencas, así como entre exuberantes frutas y «exóticas» representaciones de mulatas y mulatos desnudos. Tanto en sus pinturas como en sus impresiones serigráficas es posible observar coloridos escenarios en los que cohabitan una gran variedad de figuras tales como toros antropomorfos, sensuales mulatas y mulatos, turistas, bailarinas, mariachis y feroces dinosaurios. Estereotipos mezclados al borde del absurdo, que al mismo tiempo que provocan sonrisas, hacen pensar en torno a identidades y prejuicios. Ciertamente, es en este último aspecto el que se sustenta el trabajo de Rodríguez, quien juega conscientemente con estos elementos a través de ironías saturadas de iconos y símbolos.
El humor parece ser una constante en la obra del artista, el cual no solo aborda las imágenes bidimensionales de la exhibición, sino también las pequeñas esculturas de cerámica y materiales blandos adosados al muro. Sin embargo, lo que ocurre en estas seductoras esculturas parece trascender lo meramente humorístico situándolas en un lugar diferente al de las pinturas e impresiones de la exhibición. Se trata de figuras que, si bien podrían considerarse como composiciones abstractas, contienen más de un elemento figurativo que, aludiendo directamente a lo sexual, logra trascenderlo.
Las esculturas de cerámica blanca y brillante adosadas al muro se componen de piezas que representan elementos orgánicos como frutas, hojas y falos, las cuales conforman un todo inclasificable en su totalidad, pero directamente relacionados con los estereotipos exóticos y sexuales asociados a las culturas caribeñas. No obstante, parecen ser las esculturas blandas, también adosadas al muro, pero opuestas material y cromáticamente a las anteriores, las que concentran en sí mismas la propuesta de Rodríguez en su totalidad. Pues se trata de formas totalmente negras, suntuosas, sensuales y exuberantes, de acabados brillantes y opacos hechas de tela sintética, caucho, amarras plásticas, tejidos de lana, encajes, y fragmentos de objetos como ropa interior negra o un cable eléctrico. Formas seccionadas, hechas por capas, espacios y recovecos que no llevan a ningún lugar; formas barrocas saturadas de curvas, pliegues y puntas, que sin representar explícitamente los órganos sexuales femeninos y masculinos, remiten inevitablemente a ellos.
Las esculturas blandas de Rodríguez no solo remiten a lo erótico e instintivo asociado a la cultura caribeña, sino también a una no-inocencia. Tal vez la no-inocencia de aquella mirada consciente, la mirada irónica que reconoce la mirada ajena y la mirada propia.
Si bien las pinturas e impresiones serigráficas presentes en la exhibición son las obras que inmediatamente seducen por la gran mezcla de clichés sobre el exotismo de lo ibérico y lo caribeño, terminan siendo finalmente los mismo elementos formales de las obras, como la saturación misma de la imagen y el color, las diversas capas de pintura, las manchas y chorreados, así como los múltiples pliegues y texturas de las esculturas adosadas al muro, las que nos acercan hacia uno de los rasgos propios de lo iberoamericano: lo híbrido. Aquello que proviene de cruces y mezclas que difícilmente permiten identificar un origen, la mezcla entre culturas indígenas y culturas occidentales que producen finalmente algo desconocido y por lo tanto, algo posible de clasificar como «exótico». Un mezcla que Rodríguez pone en tensión a través de la exageración y el humor, pero sobre todo, mediante las mezclas de técnicas y materiales, en las que las impresiones mecánicas de grandes formatos coexisten junto a telas cocidas y rellenas a mano.
Queda aún la pregunta si la propuesta de Rodríguez necesita de la representación de escenas cliché o incluso kitsch para poner en tensión los supuestos asociados a las culturas en las que él transita, y si no bastaría acaso con la tensión que sus formas orgánicas, sensuales, híbridas y exuberantes proponen por sí mismas.