Portada | Actualidad | En honor a nuestra historia

En honor a nuestra historia

Evocar los tiempos de las conquistas, pasear entre castillos y cortes medievales, y disfrutar de un ambiente de lujo y exuberancia mediterránea, es lo que ofrecen las festividades de moros y cristianos de Murcia, que datan de 1266, y cuyo propósito es conmemorar la Fundación de la Ciudad de Murcia.

La festividad de los moros y cristianos de Murcia tiene un carácter propio y es única frente a otros festejos similares del Levante español, como resultado de un devenir de eventos y sucesos a través de los siglos. Tras su última instauración hace 30 años, las fiestas se celebran a principios de septiembre y duran siete lunas. Su estructura básica corresponde a una trilogía festera: un día moro, un día cristiano y un patronazgo, donde más de 1.500 festeros, agrupados en cabilas o hermandades moras y mesnadas o cofradías cristianas, recrean un entorno realista y fidedigno de la época.

La Federación de Moros y Cristianos de Murcia está conformada por el bando moro y el bando cristiano. Actualmente, el bando moro reúne a 8 cabilas y el cristiano aúna a 7 mesnadas o grupos cristianos, todas con denominaciones relativas al periodo histórico que se conmemora. Dos rasgos hacen de estas celebraciones que sean dignas de reconocimiento: su rigor histórico y su carácter vivencial.

El rigor histórico es la principal virtud de estas festividades en Murcia, que corren a cargo de la Federación de la Ciudad de Murcia que, a lo largo de los años, ha sabido hacer prevalecer lo histórico en todas sus actividades. Además, siempre ha salvaguardado la fiesta de la intrusión de anacronismos y/o temáticas ajenas a esta época histórica específica. Tanto es así, que por extraño que parezca, no tiene patrocinio religioso alguno. La mejor muestra del valor histórico de estas fiestas es que los actos más significativos son las llamadas Embajadas.

Las Embajadas mora y cristiana, como se denominan popularmente, son representaciones teatrales basadas en hechos históricos, interpretados por miembros festeros bajo la dirección de afamados directores de la escena a nivel nacional, y representados en la plaza más céntrica de la ciudad ante miles de espectadores.

La Embajada mora nos ilustra cómo en abril del año 831 surgió el pasaje histórico de la Fundación de la ciudad por Abderramán II. Basado en los hechos históricos y algo de las creencias del acervo popular, estos hechos cuentan de la orden del Rey Abderramán de fundar un nuevo asentamiento llamado Mursiya, como solución a una enconada disputa entre asentamientos moros a causa del robo de una hoja de parra. Un día después, la Embajada cristiana escenifica cuando la Región en 1243, mediante el Tratado de Alcaraz, pasó a ser protectorado castellano al infante Alfonso, quien más tarde reinaría como Alfonso X, apodado el Sabio.

El clímax de la obra es el llamado «El Lamento a Murcia» interpretado magistralmente por el Embajador Moro, y el abrazo entre el Rey Moro y el Infante Alfonso. En torno a estos eventos centrales, se organizan otros actos donde se muestra el esplendor y boato propios de las fiestas de los moros y cristianos como es el Gran Desfile de Moros y cristianos, organizado el día del patronazgo ante miles de espectadores. Hasta 5.000 personas participan en este gran desfile donde cada agrupación hace gala de su fortaleza y poderío.

Ya al atardecer, las vistosas escuadras tanto moras como cristianas, desfilan con sus mejores galas, atuendos y espectáculos donde en algunas agrupaciones llegan a incluir hasta 600 participantes.

Y así, como si de cortes árabes o cristianas de antaño se tratara, marchan los distintos cortejos de los festeros, abanderadas, comparsas, músicos y ballets árabes o cristianos de época, magníficas escuadras a caballo desplegando su control de la doma, malabaristas, lanzadores de fuego y hasta animales exóticos como serpientes, camellos, incluso tigres y/o leopardos.

Otro acto a destacar es el Alarde de arcabucería, donde la protagonista es la pólvora, como parte de la identidad mediterránea de Murcia. Durante la marcha, los festeros hacen alarde del poder el arte de la guerra para supuestas conquistas y defensas, mediante la exhibición de trabucos, arcabuces, y espingardas -todas ellas armas de época-, que disparan al ritmo de la música y los espectáculos de luz y sonido que los acompañan.

En Murcia, a diferencia de otras zonas del Levante, tanto su fundación como su incorporación a la Corona de Castilla, fueron episodios incruentos, motivo por lo que ni se permite, ni existe acto o festejo alguno que represente batalla o enfrentamiento alguno.

Las vivencias

Lo más apasionante de la fiesta para los visitantes es su carácter vivencial. En parte, gracias a la instalación de un campamento festero o asentamiento medieval ubicado al aire libre en el centro de la ciudad, único en España y a destacar por sus dimensiones y espectacularidad. Dicho campamento, como epicentro de las festividades, da cabida a todas las cabilas y mesnadas, quienes conviven en carpas o jaimas y vistosos escenarios recreando un ambiente entre histórico y mágico, propio de fábulas y cuentos de otros tiempos.

Al adentrase en este enclave, el visitante disfrutará de un ir y venir continuo de los festeros de todas las edades ataviados con suntuosas vestimentas, que organizan y participan en las actividades diarias del campamento como el mercado árabe-cristiano, concursos de warhammer, y otras actividades lúdico-culturales; además de una gran variedad de propuestas entretenimiento y pasatiempos que se ofrece en cada una de las cabilas o mesnadas. Entrada la noche, tienen lugar los espectáculos de luz, fuego, y color propios de su fuerte identidad mediterránea.

Pero su alcance llega también a extramuros del campamento, ya que se organizan una gran variedad de actos que tienen lugar por todos los rincones de la ciudad, como es el pregón de las fiestas o el acto de bienvenida oficial que el alcalde y otras autoridades locales dan a las cabilas y mesnadas con un discurso alegre y desenfadado, siempre coreado por todos los congregados bajo el balcón consistorial.

Pero si hay algo irremplazable en estas fiestas, son los pasacalles diarios, que son costumbre en todas las fiestas populares de Murcia. Recorren toda la ciudad ataviados con sus espectaculares trajes y acompañados con charangas y músicos que van anunciando el pronto comienzo de algún acto a todos los ciudadanos; además de ser un acto que contagia la alegría y boato que llevan implícito los fastos de las fiestas de Moros y Cristianos de Murcia.

Relacionado

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio