El Diamante Mandarín tiene la capacidad de formar vínculos muy fuertes con su pareja.Científicos alemanes comprueban que los Diamantes Mandarines llevan la promiscuidad en los genes. ¿Podría pasar lo mismo con los humanos? La polémica está servida
El estudio se dio a cabo en el Instituto Max Planck de Ornitología de Alemania y estaba basado en una tesis sencilla: probar si la promiscuidad, propia de estas aves, era influida por el medio social o por factores genéticos. Para ello contaron con 1.554 individuos, que cubrían cinco generaciones de diamantes mandarín. Las aves, por su conocido comportamiento monógamo, resultan el mejor grupo de animales para estudios sobre vínculos de pareja y fidelidad. Tal y como Wolfgang Forstmeier, director de la investigación, explicó para El Ibérico: «El Diamante Mandarin fue elegido por ser una especie muy fácil de estudiar y mantener en cautiverio y también por su capacidad de formar vínculos muy fuertes con su pareja, con la que normalmente convive toda su vida.»
Para el estudio clasificaron a los individuos de más a menos promiscuos y tomaron muestras de ADN para asegurarse que conocían en cada momento los vínculos genéticos de cada uno de los miembros. El experimento consistía en cambiar los huevos en diferentes nidos para separar a las crías de sus padres genéticos evitando que aprendieran así su conducta de estos. De este modo analizaron si el comportamiento de las crías seguía las conductas de los padres adoptivos o genéticos y descubrieron, según las palabras de Forstmeier, que «seguían en buena medida la de los padres genéticos y eso es una evidencia de que hay un componente hereditario».
Resuelto el misterio de las hembras
Aunque por décadas los biólogos evolucionistas han intuido esta relación, había un dato que no les acababa de encajar. Según la teoría evolutiva de Darwin hay más especies de las que la naturaleza puede albergar, por la que se establece una lucha por la vida, en la que sólo los seres con genes mejorados sobreviven. Así los biólogos entendían la existencia de este gen promiscuo en los machos, ya que este les ayuda a procrear y por tanto a reproducirse con mayor facilidad. Pero, ¿Qué pasaba en el caso de las hembras?. Para ellas no está tan claro la ventaja ya que este comportamiento aumenta su riesgo de enfermedades de transmisión sexual, entre otras cosas, e implica el desentendimiento paternal en el cuidado de las crías.
Lo que este estudio, dirigido por Forstmeister, permitió también comprobar es que la hembra con una madre o padre promiscuo también heredaba estas tendencias, de la misma manera que las hembras también podían pasar estos genes a sus crías. Se demostró por primera vez que las mismas bases genéticas afectaban a ambos sexos.
«Explicaciones anteriores afirman que las relaciones promiscuas, de darse en ambos géneros, debían ser beneficiosas para ambos, pero esto no tiene por qué ser así.», recalcó Forstmeister. «Nuestra explicación es que estos genes están relacionados y no pueden evolucionar independientemente. Estos genes son favorables por selección natural en machos, pero estos los transmiten no sólo a los crías machos sino también a las hembras, así pues la cría recibe el gen de manera indirecta, aunque no le reporte ningún beneficio aparente.»
¿Qué pasa con los humanos?
Aquí es donde empieza la controversia. En el artículo científico publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences no se especifica cómo esto se puede extrapolar a los humanos. «Es poco probable que ambas especies tengan los mismos mecanismos genéticos teniendo en cuenta que compartimos un ancestro común hace más de 300 años», detalló el director del estudio, quien añadió a su vez que «sin embargo, estoy seguro que la misma lógica se puede aplicar en el caso de los humanos, quizás aún con más contundencia, ya que la promiscuidad es positivamente seleccionada en el caso de los hombres y puede resultar potencialmente muy costosa en el caso de las mujeres.»
Muchas son las diferencias a tener en cuenta entre los comportamientos de ambas especies. La infidelidad humana es un comportamiento complejo que depende de muchos factores: extroversión frente timidez, excitación sexual, capacidad de tomar riesgos, predisposición a la moralidad…
Para Pere Estupinyà, (bioquímico y periodista científico que escribió el libro Ladrón de cerebros y trabajó como editor del programa Redes de TVE) esta extrapolación resulta inapropiada: «Extrapolar la promiscuidad de estos pájaros al comportamiento humano es absurdo». En el artículo científico «ni se menciona». «Si aparece en la prensa es por la típica afirmación que hacen los investigadores cuando buscan más repercusión para su trabajo, o por la búsqueda de impacto por parte del periodista», y concluyó agregando que «la psicología evolutiva hace demasiadas correlaciones no testadas experimentalmente. Se basa demasiado en una lógica arbitraria. No está tan claro que nuestros comportamientos complejos estén tan condicionados por nuestro pasado evolutivo. Pero es una historia que vende muy bien».