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Encuentros con el poeta Rubén Darío en Londres

El centenario de la muerte del poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916)  ofrece la oportunidad de encontrarnos con el máximo representante del modernismo en Londres.

El Instituto Cervantes de Londres homenajeará a Rubén Darío

El Instituto Cervantes de Londres, en colaboración con la Embajada de Nicaragua y Canning House, acogerá la conferencia: Rubén 100 años, impartida por el escritor e hispanista especializado en historia contemporánea Ian Gibson (Dublín, 1939), autor de Yo, Rubén Darío. Memorias póstumas de un Rey de la Poesía (2002). La conferencia (en inglés) será a las 18 horas del jueves 11 de febrero.  Se recitarán poemas en inglés y español. La entrada es libre, previa reserva en la página web del evento.

Rubén Darío, divino poeta, ¡se fue para no volver!

El 6 de febrero de 1916, la corte de las letras se vestía de luto por la muerte de su príncipe. Agónica fue su muerte. Muerte que resume su vida. Vida llena de dolor. Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo —escribió el príncipe de las letras—.

Muerto, el fatigado cuerpo del poeta, no encontró descanso, si no castigo. El castigo de una autopsia que buscaba el soplo de su flauta y la cuerda de su lira. Nada encontraron ni la primavera en su corazón ni en su cerebro el alba. Toda su magia entregó el poeta —en vida— a quien le dio fuerza, valor y alimento; a la antorcha del pensamiento y manantial del amor: el libro.

El Poeta Niño supo del dolor desde su infancia. Su consuelo… el abrazo de un libro. A los tres años sabía leer, según se me ha contado—escribió en su autobiografía—; de sus precoces lecturas emanó su dominio del lenguaje y el vigor de su pensamiento, que propiciaron su pronta vocación poética: De mí sé decir que a los diez años ya componía versos, y que no cometí nunca una sola falta de ritmo—dijo alguna vez—. Hace un siglo, Rubén Darío, divino poeta,  ¡se fue para no volver! Pero antes de irse cumplió con el primer deber que —según el libertador—  tiene todo escritor: dar a la humanidad todo el azul posible.

Se fue el poeta, quedó su arte

Hace más de un siglo que su canto sacudió la lírica castellana y, todavía hoy, sigue vibrando. Se cumplen cien años del fin de la vida del poeta y del comienzo de la inmortalidad de su obra. Bien conocía Rubén Darío al glorioso vencedor de la muerte. Es el Arte el que vence el espacio y el tiempo —plasmó en un poema—.  Su obra vive ajena al olvido, por ser —como diría el académico Villanueva Prieto— uno de los pilares en que descansa la renovación literaria de la lengua española.

¿Cómo y dónde leer la obra de Rubén Darío en el Londres del siglo XXI?

Ruben Dario, poeta nicaraguense creador de la corriente del modernismo.

Rubén Darío fue un precoz lector que leía mucho, pero—sobre todo— leía atento. Una lectura profunda, una lectura que ilustre y evada;  requiere silencio, recogimiento y concentración. Frutos de esta manera de leer: su riquísimo vocabulario, su manejo del lenguaje y la salud de su pensamiento. La conjunción de estos tres elementos fue imprescindible para que Rubén Darío  escribiera con la vista y el oído puestos en la eternidad, creando una obra universal. Su obra — según el ganador del Premio Nobel Octavio Paz — es un término de referencia: un punto de partida o de llegada, un límite que hay que alcanzar o traspasar.

La lectura de la obra de Rubén Darío es incompatible con la actual sociedad de la interrupción.  Imposible leer su obra con el ojo del texto efímero, informal e inmediato que merma la expresividad y la elocuencia. La lectura de su obra—como la de cualquier obra universal— invita a alejarse del estado de distracción permanente, a abandonar las prisas a favor del paseo…

Los versos de Rubén Darío huyen del ruido binario y nos llevan al lago de Hyde Park —uno de los Parques Reales de Londres—, donde nos descubren—como dijo Francisco Umbral— que todo rima con todo en la naturaleza.  La musicalidad de cada verso y el regusto de cada poema irán reanimando nuestra capacidad de concentración y contemplación. Y tras perder la noción del tiempo admirando a los cisnes… las formas de sus eróticos cuellos en interrogación nos llenarán de inquietud. Inquietud, divino tesoro, que nos impulsa a querer saber más.

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