Tal vez os suene su nombre por interpretar durante años el papel de Joseph Ringo en La Hora Chanante; o el del joven Rappel y el Bonico del tó en Muchachada Nui. Hace unos días, Carlos Areces (Madrid; 1976) se plantó en Londres para hablar sobre I’m so excited, en la que da vida a «El Fajas», un azafato peculiar, religioso y un tanto excéntrico. Aunque a primera vista rodar en un avión con tanta gente pueda parecer angustioso, él se mostró encantado de la experiencia. «Rodar en un plató te da todas las comodidades y facilidades, peor es grabar por la sierra de Madrid en pelotas y a 10º».
-Tú, Javier Cámara y Raúl Arévalo formáis un trío de azafatos muy extrovertido, pero tu personaje se siente a veces solo, sin pareja. ¿Es demasiado dependiente de sus compañeros?
Yo me he hecho una composición de lugar del personaje pero esto el que lo sabe de verdad es Pedro (Almodóvar). Nosotros llegamos a establecer una relación de vínculo entre los tres. Dedujimos que eran tres amigos que se escupían las verdades a la cara pero que en el fondo se necesitaban los tres y eran como un banco de tres patas. Pedro en alguna ocasión nos definió como un monstruo de tres cabezas. Y efectivamente: hay uno que es el más alborotador, que es Raúl; hay otro que es el que tiene más cabeza, que es Javi; y luego estoy yo, que soy el más místico de todos.
-¿Qué sentido tiene los guiños a la Iglesia, llevarte ese pequeño santuario en el avión?
Para mí ninguno (risas). Pero eso sí, si algún día tengo algún santuario será como el de Fajas, que es una mezcla de todo, sin excluir a nadie; no vaya a ser que alguien se lo tome a mal. Ahí había cosas de Buda, de la religión cristiana… estaban todas las iconografías juntas.
-Y a nivel particular, ¿qué has aprendido al lado de actores con más experiencia?
(Risas) De los actores de más experiencia aprendes algunas cosas, pero de los que tienen menos también. Al final siempre aprendes a tratar de estar en tu sitio lo mejor que puedas.
-¿Cómo de difícil es rodar en un espacio tan relativamente pequeño como ese simulacro de avión, con tantos actores?
Para mí no ha sido ningún problema. Ha sido bastante cómodo. Mucho más que otras películas que se desarrollan en espacios mucho más grandes y, precisamente por eso, es un hándicap.
-¿Me confirmas que hubo tan buen rollo en el rodaje, en ese avión, como se ve luego en la película, que los egos de grandes actores no se superpusieron?
Fue de los más cómodos en los que he estado. Ten en cuenta que rodar todo en un plató ya hace que sea mucho más fácil todo porque tienes el camerino al lado, la temperatura es estable… Yo he rodado películas en las que he estado corriendo en pelotas por la sierra a 10 grados.
Pero al haber tantos personajes no te quedaste con ganas de más protagonismo? ¿De rodar alguna escena más?
Sí. Aunque mi personaje, desde el guión original a lo que acabó siendo la película, creció mucho.
Da la sensación de que intervienes bastante…
¿Eso te parece? Los azafatos en general notamos que Pedro se lo pasaba muy bien con nosotros y eran personajes que de repente crecieron los tres de una manera que en el guión original no estaba previsto. Cuando lo leí, eran 150 páginas -que equivalen a dos horas y media de película- y pensé que era imposible que una comedia durara tanto. Todos los personajes tenían un nudo y un desenlace, algún historia, por leve que sea. Y el único personaje que realmente no tiene una trama que tenga que desembocar en algo era el mío, así que pensé: si Pedro tiene que recortar, me quitará protagonismo a mí. Entonces preferí no hacerme ilusiones hasta ver la película en el cine.