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Farruquito, una búsqueda infinita al origen ( Parte I )

El 23 y 24 de febrero, Farruquito sorprenderá a Londres con un espectáculo único e irrepetible: “Buen Arate”; que llenará de sabiduría flamenca el templo de la danza británica, el teatro Sadler’s Wells, sede del Flamenco Festival London 2016.

Para saber más  de este espectáculo impregnado de la magia del momento, Farruquito nos abre las puertas de su casa y nos regala dos horas de conversación en el lugar donde mejor se expresa: su estudio de baile. Su casa está alejada de las prisas de la capital de Andalucía; su estudio de baile “Farruco” y su estudio de grabación “Moreno” comparten un edificio separado de su casa por un sencillo jardín, que se pierde en una silenciosa pradera de vinagritos.

El refugio de Farruquito

Farruquito nos recibe en su casa. Fotografía de Alberto Cantos.

En el interior del estudio; la tranquilidad de los alrededores, la infinitud de los espejos, la esencia de las sillas de enea y el temple de Farruquito sugieren una conversación sosegada, en una sociedad que parece que perdió el sosiego. Sólo el ruido de aterrizajes y despegues dispersa nuestra atención en el compás de las palabras de Farruquito. No es casualidad que su hogar esté a un salto del aeropuerto y  de la estación de tren, sus oficinas de trabajo.

“Mi trabajo es atender a la prensa, tener que coger una maleta, que un vuelo se cancele y tenga que permanecer en un aeropuerto, llegar con el cambio de hora sin comer ni dormir y tener que irme hacer producción… Estoy acostumbrado, aunque ahora me cuesta más porque tengo que dejar de jugar con mis niños y a mi mujer sola con mis tres hijos”. Damos fe de sus palabras. De fondo, se escucha el llanto de una de sus mellizas y, desde el otro lado del jardín, un chiquillo de tres años llama a su padre que ha sido secuestrado por dos extraños a punta de cámara fotográfica. “Ahora voy, cariño, que tengo que trabajar”, Farruquito calma a su hijo. La contundente respuesta de su retoño nos araña por dentro: “Papa, hoy también tienes que trabajar. Hoy es sábado”.

“La recompensa a todo ese trabajo es la hora y media de espectáculo”, sentencia el bailaor.  Me traslada el duro trabajo que hay antes y después del espectáculo. “La responsabilidad de deberte al público te hace sufrir antes de salir al escenario”.  Ahora bien, todo desaparece una vez que Farruquito pisa las tablas, un estado de concentración absoluto lo invade y da un paso más allá, entra en trance. Su mente se traslada a otro lugar. Es intuición, es conexión, es tiempo suspendido…  La autenticidad de su baile indica el camino para hallar los orígenes, revelándonos el encanto, la pureza y la emoción.

Sus espectáculos, lugares de encuentro entre los extremos del sentir humano, tienen garantizado el éxito (y el mejor de los premios). Siguiendo la definición del propio Farruquito: “Él éxito de un flamenco es que el público se emocione y el mejor premio, recibir el ole de otro flamenco”.

Las dos horas de plática nos confirman lo que todos aquellos que lo sienten (su público, sus amigos y su familia) ya sabían: Farruquito no dedica parte de su vida al flamenco. Su vida es, en todo momento, flamenco.  “Yo soy del flamenco”, confiesa en la conversación.  Farruquito sintió el flamenco en un vientre lleno de baile, el de su madre La Farruca.  A las pocas horas de nacer (1982), fue bautizado por la leyenda del flamenco. “Mi abuelo me bautizó con un beso en la frente, un cante y un baile”. Cuentan que con tanta fuerza se asió Farruquito a los dedos de su abuelo, que este vaticinó: “Éste va a ser un buen bailaor”.

Londres, un antes y un después para Farruquito

No erró Farruco en su augurio. Farruquito, con tan sólo tres años, en 1985, baila para un especial de la BBC en Londres. Doce años después, muere su abuelo, pero sigue viviendo en Farruquito su manera de sentir el baile.  En 1997, la capital británica verá debutar a Farruquito con su primer espectáculo, “Raíces flamencas”, en el Royal Festival Hall de Londres. “En un mes monté el espectáculo”. Cuando lo llamaron para contratarlo no tenía espectáculo, pero ya tenía un bagaje  de tres lustros de vida, es decir, de flamenco. “Mi vida en el flamenco empezó cuando empezó mi vida”, dice Farruquito. Tras su estreno, “Raíces flamencas” cosechará gran éxito en España, Francia y Japón.

Londres marcó un antes y un después”, afirma Farruquito, que sintió en el Royal Festival Hall, por primera vez, el peso de la responsabilidad de presentar un espectáculo. “Había estado en muchos teatros con mi familia, pero en aquel teatro dejé de jugar en los escenarios y empecé a tomarme las cosas mucho más en serio”, dice mientras deja su té sobre el tablado. “Aquella experiencia me enseñó muchas cosas, por ejemplo, aprendí que tenía que llevar mi suelo de baile”, recuerda Farruquito que el suelo resbalaba y estuvo a punto de caerse dos o tres veces.

Muchos son los recuerdos de Farruquito en Londres, que ha visitado en varias ocasiones por su cuenta, una de ellas para instalarse unos meses cerca de Oxford (cuando todavía no tenía niños). Se fue para conocer mejor la ciudad, ver musicales y aprender inglés. “Fue una buena experiencia, pero lo que peor llevaba era el tiempo, el día que hacía sol bailaba por bulerías”.

Los farrucos, octosílabos del flamenco

En pocos días, volverá Farruquito a Londres. Farru, su hermano, le acompañará como artista invitado. Ambos pertenecen a una estirpe donde se refugia el arte del flamenco y su infinita sabiduría popular. Un flamenco que recuerda tiempos de despertares difíciles, la rabiosa pelea por la libertad y la eterna búsqueda al origen. Un flamenco ancestral que vierte su legado en un pozo de confluencias, de intercambio y de reunión. Lugares empapados de nostalgia, donde el baile se convierte en instrumento para llegar a sus seres queridos.

Seres ausentes, físicamente, y presentes en sus recuerdos. Recuerdos tallados en sus almas. Almas que  dejan bailar y expresarse en cada una de sus actuaciones. Recuerdos que Farruquito compartió con El Ibérico, calándonos tanto que sentimos su hormigueo por el cuerpo y que os contaremos en un próximo artículo.

Os invitamos a ver a Farruquito y a Farru, mejor dicho sentirlos, porque Los Farrucos son los octosílabos del flamenco.

Farruquito, una búsqueda infinita al origen. Fotografía de Alberto Cantos.

 

Lee la segunda parte del artículo: Farruquito: “Si no sabemos el origen de las cosas cada vez seremos más comunes” (Parte II)

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