Alrededor de 800 personas fueron a verlos actuar en el The Clapham Grand el pasado 17 de agosto
Sin pretensiones. «Como una excepción y una oportunidad que hemos querido aprovechar», nos decía el vocalista y guitarra de Fito y Fitipaldis, Adolfo Cabrales, días antes de actuar en Londres. Era la primera vez que el grupo se subía a un escenario europeo (a excepción de España) y, a pesar de su falta de pretensiones, el concierto fue todo un éxito. Unos 800 fans fueron a verlos al The Clapham Grand, en Clapham Junction, el pasado 17 de agosto.
El concierto estaba programado para las 20:30 horas, pero era tal la cantidad de gente que asistió que, a esa hora, no todos habían pasado todavía al The Clapham Grand y en la puerta aún podía verse una prolongada cola de personas esperando para entrar. Mientras, los que ya estaban dentro se impacientaban por ver a Fito en escena. La mayoría eran españoles que en estos momentos viven en la capital británica, pero también vinieron desde otros puntos de Reino Unido; «soy de Bilbao, pero vivo en Dublín ahora y he venido a Londres sólo que para ver a Fito», comentaba un fan en la puerta. Un par de madrileños incluso aseguraban haber venido desde España, porque no querían perderse el debut de Fito en Londres.
Rondaban cerca de las 20:50 horas cuando unos acordes de un bajo y una guitarra llamaron la atención del público. Fito y sus fitipaldis daban comienzo a su primera actuación en Londres. El inicio no pudo ser mejor. El The Clapham Grand pareció enloquecer; manos alzadas, brincos y la voz de Fito acompañada por la de una audiencia totalmente entregada. La falta de pretensiones de la que Fito nos habló podía percibirse en los gestos que el vocalista del grupo hizo al final de los dos primeros temas: un resoplido que acababa en sonrisa. Pero su tema «Viene y va» de su exitoso disco Por la boca vive el pez, consolidó la seguridad de la banda en el escenario londinense y podía apreciarse como poco a poco fueron sintiéndose más cómodos, más confiados, llegando a encontrarse como en casa.
Era fácil. Entre canción y canción, Fito era aclamado por un público fiel a sus canciones que no paraba de cantar junto al vocalista y que, en ocasiones, incluso, se les oía más a ellos que al cantante. «El concierto ha estado genial, pero la acústica era malísima», comentaba una fan gallega asentada en Londres al salir del The Clapham Grand, que aseguraba tener que levantarse al día siguiente a las 7:00 horas para ir a trabajar, pero que no podía «perderse el concierto de Fito».
Entre un tema y otro, mientras los demás se preparaban o hacían un brevísimo descanso, Fito hacía cambios de guitarra y jugueteaba y demostraba su afinidad con ella, hasta que rápidamente salían las primeras notas de la siguiente canción. Inmiscuido ya totalmente en el concierto, Fito mostró aquellas ganas que tenía, según nos contó días antes, de encontrarse con una sala, «donde todo es mucho más cercano y motiva más para tocar», que en los grandes pabellones donde habían estado tocando últimamente. Se agachaba y se sentaba de rodillas frente al público para sentirlo aún más cerca.
Tras bastante marcha en el escenario, llegó algo más tranquilo en el que prácticamente el bajo y la guitarra eran los protagonistas del espectáculo. Pero los ritmos lentos duraron poco. Los míticos temas de Fito iban sucediéndose uno tras otro, aunque realmente resultaba difícil diferenciar entre cuál era popular y cuál no porque la audiencia conocía todas sus canciones y se entregaba con cada una de ellas.
En cualquier caso, «Soldadito Marinero», una de sus más conocidas canciones, tuvo que esperar casi hora y media de concierto para sonar. Fue la última canción… O la penúltima. Fito lanzó su guitarra a uno de los técnicos al finalizar el tema y fue entonces cuando se entregó totalmente al público, cantando sin micrófono siquiera, junto a los fans que se agolpaban para sentirse más cerca del vocalista; el resto de fitipaldis se unieron a él y juntos salieron del escenario. Tan sólo tres minutos, pero que se hicieron eternos para los asistentes que gritaban insistentemente, «otra, otra, otra». Casi cuando creían que sus reclamos no iban a tener respuesta, el grupo volvió a salir al escenario. Allí estaban de nuevo y el The Clapham Grand se elevó en decibelios.
«Antes de que cuente diez» fue el tema elegido para poner el broche. Carlos Raya, guitarrista y productor de los dos últimos discos del grupo, hizo gala de su maestría en el manejo de las cuerdas de la guitarra eléctrica. Pero siempre hay una más detrás de la última, por eso en España preferimos hablar de la penúltima. Fito se atrevió a cantar algo en el idioma del país en el que estaba subido a un escenario y su tema, «Qué te voy a decir», le siguió. Y yo, pues eso, qué te voy a decir, si no más que Fito y Fitipaldis triunfó en su primer concierto en Londres.