“En las guerras, la primera víctima siempre es la VERDAD”.
Mucho han cambiado las guerras desde que se hacían con flechas, espadas o lanzas. Como las guerras del Peloponeso o las púnicas, un ejército contra otro, en campos de batalla o en el desfiladero de las Termópilas. Con la aparición de las armas de fuego, cambiaron totalmente las reglas. En gran parte, dieron lugar al sufrimiento de la población civil y con los bombardeos con cañones y después con aviones, éstas alcanzaron niveles desconocidos.
España tiene el ‘dudoso honor’ de haber sido pionera en el asunto. Las bombas lanzadas por la aviación de la Legión Cóndor alemana sobre Guernica en 1937 (126 muertos) y por tres bombarderos rusos Tupolev SB-32 sobre Cabra en 1938 (109 muertos) son los primeros ejemplos que dejaron huellas imborrables en la Guerra civil española. Nadie estuvo a salvo a partir de entonces. La población civil sufrió y sufrirá lo que llamamos, de forma cínica, “daños colaterales”.
Para los norteamericanos que dirigen la OTAN las luchas en nuestro continente tiene un aspecto entre lo heroico y lo cinematográfico. Especialmente la Segunda Guerra Mundial (SGM), en la que el desembarco de Normandía y la invasión de la Alemania nazi cuentan con varios episodios donde se derramó mucha sangre. Para los europeos de las barbaridades napoleónicas del siglo XIX, la SGM puede parecer un episodio menor dentro de la muy convulsa historia de Europa. Algo que creíamos superado con la UE y el auge del comercio continental europeo, la libre circulación y comunicaciones muy directas entre las muchas y muy diversas naciones.
Sabemos, bastante bien, cuando comienza una guerra, con fechas y supuestos motivos. La pregunta sería: ¿Cuándo se acaba? ¿Acabó nuestra Guerra civil realmente en 1939?
En un análisis real de la situación ruso-ucraniana, entendida como una guerra civil, habría que remontarse al gran impulso de la UE, personificada en la Alemania de la coalición CDU-SPD, incrustada en lo peor de la Política de Bloques, comenzada por el presidente Truman y liderada por una OTAN donde mandan los Estados Unidos de América.
La política de bloques ya no tiene ningún sentido
El Euromaidán fue un golpe de estado. Los nacionalistas ucranianos se hicieron con el poder gracias a Occidente, algo que conocemos bastante bien. La propaganda occidental a favor del nacionalismo ucraniano nos lleva a tomar partido, algo terrible para una población que está sufriendo las consecuencias. Cada día nos muestran con mayor claridad una “historieta de buenos y malos”, en la que los 14.000 ucranianos ‘prorusos’ muertos en el Donbás no valen nada y las mentiras sobre la invasión ‘liberadora’ refuerzan a Putin ante la población rusa. No cabe duda de que los que sufren mas la tiranía de Putin son los ciudadanos rusos, pero como suele ocurrir, los intentos por derrocarlo se vuelven en su favor como en el caso del general Franco en la posguerra europea.
Hemos de respetar a todas las víctimas de la guerra, no valen más unos muertos que otros. Todos merecen el mismo respeto, la Política de Bloques es un error adolescente.
La OTAN debe ser una alianza defensiva, nunca ofensiva. Toda Europa puede llegar a ser un campo de batalla si no actuamos de forma inteligente y cautelosa. Jugar con fuego es un error muy arriesgado. Otro miembro de la OTAN, Turquía, al otro lado del Mar Negro, sometida a un régimen duro con muchos flancos abiertos, tiene muchos motivos para ponerse de los nervios. Pero Erdogan puede sentir la tentación de ‘meter la cuchara’ en la olla ucraniana. De momento ha suministrado a los nacionalistas ucranianos unos drones de tecnología muy avanzada, capaces de alcanzar a cualquier objetivo.
Sin ninguna duda debemos acoger a todos los refugiados de esta guerra, es una obligación moral, positiva para nuestro país, dada la experiencia de los refugiados de nuestra guerra civil. Que no hubiera tenido lugar sin la participación de las brigadas ‘internacionales’ reclutadas por la Rusia socialista soviética de Stalin, apoyando una revolución comunista en España, la Alemania nacional socialista de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, junto con armas muy avanzadas para su época.
No podemos olvidar que la muy pacífica Yugoslavia de Tito se convirtió en un campo de batalla en pocos meses. ¿Aprenderemos de nuestros errores pasados? Espero que sí.