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5 guerras absurdas en las que ha participado Reino Unido

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zef art / Shutterstock.com

Su larga historia y su pasado colonial justifican en parte el hecho de que Inglaterra primero y el Reino Unido después, hayan participado en innumerables guerras. Algunas de las cuales, a la vista de los resultados, sería mejor relegar al olvido. Hoy desde El Ibérico os traemos una lista de cinco batallas absurdas en las que el país anglosajón se ha visto involucrado:

1. La peor invasión de la historia

La joya de la Corona en las listas de conflictos absurdos, este episodio es una serie de errores encadenados uno tras otro.

En 1625, en el contexto de la guerra anglo-española, el rey Carlos I de Inglaterra, con apoyo de los Países Bajos, decidió enviar una flota para atacar algún puerto español y capturar a barcos provenientes de América. Al cargo de dicha campaña colocó a Sir Edward Cecil, un oficial de reputado prestigio pero con una nula experiencia naval.

El primer error de Cecil, conde de Wimbledon, fue cesar a los marinos más experimentados y reemplazarlos por amigos suyos. La preparación de la flota se hizo en tan sólo una semana, y para formarla se eligieron hombres sin experiencia de combate e incluso personas reclutadas a la fuerza. Las armas con las que debían enfrentarse a España carecían de ánima, y de todos modos no podían ser utilizadas dado que se compró munición que era de un calibre distinto. Para colmo, se partió con naves en un pésimo estado, con mástiles sueltos y velas podridas, y sin apenas provisiones.

En total zarparon 90 naves, con 5.400 tripulantes, 10.000 soldados y 100 caballos, a los que se unirían 15 unidades holandesas. El pésimo estado de las embarcaciones y una serie de tormentas provocaron que ya hubiera bajas antes de empezar la batalla, dado que parte de las unidades se hundieron y el ejército se dispersó, tardando casi dos semanas en reagruparse.

El plan de ofensiva ni siquiera había concretado que ciudad atacar, con lo cual una vez allí y siempre sobre la marcha se optó por Cádiz. Se produjo una primera operación en noviembre, en el cual parte de las naves atacaron y otras permanecieron inmóviles. El ataque, lógicamente repelido por las naves españolas, se reanudó la noche del mismo día, esta vez operando desde el fuerte del Puntal, pero de nuevo se detuvo, ya que la distribución de las naves que habían hecho los británicos, colocándose en la retaguardia de los holandeses, provocó el hundimiento de dos barcos de los Países Bajos por «fuego amigo».

Al día siguiente los británicos lograron desembarcar en el istmo que une la Ciudad de Cádiz con la isla de León. Éstos comenzaron a saquear los caseríos que se encontraban a su camino, dado que durante días no habían comido, y dieron con un almacén donde encontraron vino y otras bebidas alcohólicas. Los soldados comenzaron a beber, rebelándose contra sus mandos, tiempo que aprovechaban las tropas españolas para reorganizarse y pedir refuerzos.

El 4 de noviembre, con  la mitad de las tropas sublevadas y a la vista del desastre absoluto que había supuesto la campaña, y temiendo la llegada inminente de las tropas españolas, el conde Cecil ordena retirada, maniobra en la cual se abandonaron a más de un centenar de hombres cuya resaca les impedía levantarse. Las tropas se embarcaron y permanecieron en las inmediaciones de la costa por casi un mes, a la espera de interceptar alguna embarcación de las Indias.

A finales de noviembre se ordenó regresar a Inglaterra. Las unidades holandesas, hartas de la descoordinación de la campaña y enfadados porque las unidades inglesas habían provocado más bajas entre los suyos que los propios españoles, se marcharon sin previo aviso. Los ingleses partieron poco después, pero dado su nulo conocimiento del mar se perdieron, y la falta de provisiones unida a una serie de tormentas dio lugar a que dicho trayecto se cobrara la vida de otros mil marineros.

Los barcos llegaron a Irlanda a finales de diciembre. La Cámara de los Comunes del Reino Unido declaró una reunión de emergencia. El descalabro había sido de tal magnitud que se decidió abandonar cualquier futura operación de invasión de España, y aunque oficialmente la guerra continuaría hasta 1630 no se produjo ningún otro enfrentamiento entre ambos países.

2. Las bicicletas derrotan al ejército

La Segunda Guerra Mundial tuvo un alcance global, y el Reino Unido, un país que en ese momento tenía un inmenso imperio colonial, tuvo que repartir sus esfuerzos. Si bien sus energías se concentraban en Europa, en otros puntos, como Asia, tuvo que defenderse de Japón. La «campaña malaya», que los nipones comenzaron, les llevó a ocupar Tailandia y Malasia.

Los británicos perdían territorio a costa de la expansión japonesa, pero se refugiaron en la base de Singapur. Dicho puesto constituía casi una fortaleza inexpugnable, donde mantenían más de 80.000 efectivos, baterías antiaéreas y artillería para defenderse de ataques marítimos. Todas las fuerzas se concentraban en el sur, el único punto desde el que podía llegar un ataque nipón, dado que al norte había un conjunto de selvas y manglares que resultaban inaccesibles para un ejército regular. O quizás no.

En una operación que algunos oficiales calificaron de «suicidio», los nipones decidieron que allí donde no podían llegar los tanques lo harían las bicicletas. Montados en dichos vehículos, los japoneses atacaron diversos puntos del fuerte valiéndose del efecto sorpresa. La maniobra, que muchos consideraban una temeridad, resultó ser muy efectiva, y en tan sólo siete días consiguieron romper las líneas enemigas y hacerse con el territorio. En palabras del primer ministro británico Winston Churchill, este incidente fue «el peor desastre en la historia del Reino Unido«.

3. La guerra más corta

A diferencia de los anteriores, esta guerra se saldó con una victoria británica, pero dada la desproporción de fuerzas era literalmente imposible esperar lo contrario.

El archipiélago de Zanzíbar, hoy perteneciente a Tanzania, era un estado independiente desde 1866, pero sometido al Reino Unido, país que designaba quién ocupaba el puesto de sultán en el país y con el cual tenía obligación de comerciar. El 25 de agosto de 1896, el sultán Sayyid Hamad bin Thuwaini Al-Busaid murió y fue sustituido por su primo tras un golpe de estado. El nuevo sultán Khalid Bin Bargashhizo público su deseo de romper los lazos comerciales entre ambos países y su intención de comerciar con Alemania, algo que enfureció a los diplomáticos británicos.

Dos días después, el 27 de agosto, se movilizó una flota de cinco barcos con los que querían someter al rebelde sultán. A las 9 de la mañana se dio por comenzada oficialmente la guerra. Tras un bombardeo de posiciones estratégicas, el gobierno de Zanzíbar se rindió tras sólo 38 minutos. Su ejército, compuesto por tan sólo 3.000 hombres (de los cuales 500 perecieron) y un vetusto navío no pudo hacer frente al ejército británico en aquello que se ha documentado como la guerra más corta de la historia hasta la fecha.

4. La carga más ridícula

En 1848, en el contexto de la llamada segunda guerra anglo-sij, en la batalla de Chillianwala, en la India, se produjo una escena digna de un sketch de los Monty Python.

En el conflicto de enfrentaban la Compañía británica de las Indias Orientales con el Imperio Sij. El 14º regimiento de dragones británicos se preparaba para cargar contra su enemigo. Pero de forma inexplicable, lo hicieron contra las propias filas. La maniobra de auto ataque a las propias filas rompió la línea defensiva, dando lugar a una desbandada del propio ejército británico entre la sorpresa (y suponemos que las risas) del ejército enemigo.

5. Una guerra por un cerdo

En 1859, Estados Unidos y el Reino Unido mantenían una «guerra fría» de baja escala en el pequeño archipiélago de San Juan, en la costa noroccidental de Estados Unidos. Ambas naciones se repartían el territorio donde habían establecido colonias.

Un día, un campesino americano mató a un cerdo que se había adentrado en su plantación. El animal en cuestión pertenecía a otro agricultor inglés, el cual reclamó al americano el pago de una compensación por su pérdida. El agricultor estadounidense se negó, algo que le llevó a ser encerrado por los británicos. Sus gritos de auxilio provocaron la movilización de los colonos, los cuales recibieron el apoyo de 400 soldados desde el continente, reforzados con 14 cañones. Operación a la que los ingleses respondieron enviando más de 2.000 combatientes, 5 buques de guerra y 70 cañones.

La guerra incluso fue declarada por James Douglas, gobernador de Vancouver, si bien el contralmirante británico Robert Baynes se negó, y llamó a su superior a recapacitar dado que un conflicto entre dos potencias por un cerdo era, según sus propias palabras, una «enorme tontería».

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