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Hasta pronto, Don Carles

El pasado jueves 3 de mayo más de un centenar de personas acompañaron a Carles Casajuana en una calurosa despedida en la Embajada de España. Personalidades del mundo de las finanzas, la política y prensa dieron su particular ‘hasta luego’ al diplomático catalán, que ha ostentado el cargo de embajador desde el año 2008 y que será sustituido por Federico Trillo. Conocido por su personalidad cercana y talante afable, Casajuana pone punto y final a su andadura como diplomático en la capital británica. El también escritor de libros como El último hombre que hablaba catalán o Un escándalo sin importancia, reflexiona junto a El Ibérico su trayectoria diplomática.

¿Cuál es el mejor recuerdo que se lleva de todos estos años en Londres?

El mejor recuerdo que me llevo es el de los amigos que dejo, tanto británicos como españoles, y que nos han hecho la vida muy agradable aquí.

¿Ha sido complicado convencer a los británicos de que España no está tan mal económicamente?

Una de las funciones de la Embajada, y por tanto del Embajador, es tratar de transmitir una imagen correcta de la economía española. Esto no es difícil en el Reino Unido porque la prensa es de gran calidad y está bien informada, pero siempre hay que intentar corregir estereotipos caducos y percepciones sesgadas. Ha sido un placer para mí estar en contacto con los medios locales para desarrollar esta labor.

Lleva más de 30 años dedicado a la diplomacia y ha vivido en países como Malasia, EEUU o Bolivia, ¿Qué destino le ha impactado más por las costumbres de sus gentes?

Cada país es distinto y es muy difícil decir si uno me ha impactado más que otro, En estas momentos el impacto que más pesa sobre mi es el del Reino Unido. Por detrás, tal vez queda Malasia, país que tiene una personalidad muy fuerte y un encanto al que es difícil sustraerse.

Supongo que cuando presentó credenciales ante la Reina Isabel II fue un momento muy especial. ¿Es la Reina una persona cercana? ¿Está bien informada de las relaciones bilaterales que tenemos ambos países?

La Reina está muy bien informada de las relaciones bilaterales entre el Reino Unido y España y es una persona que trata de mantener una relación personal con los Embajadores. Fue un gran honor presentarle las credenciales como Embajador de España.

¿Cuál es el trabajo diario de un Embajador?

El trabajo diario de un Embajador incluye las horas de oficina normales junto con actividades de tipo social, recepciones, almuerzos, cenas, etc. entre las dos cosas, exige mucha dedicación, pero a la vez la compensa con creces por el honor de representar a España y por la amistad que se crea con muchas de las personas que participan en las mismas actividades sociales.

¿Cómo ha compaginado su cargo como embajador con su faceta de escritor?

Lo he compaginado escribiendo en mis ratos libres, tratando de no abandonar mi faceta de escritor pero sin dejar en ningún momento de realizar todas las labores inherentes al puesto de Embajador.

En su novela El último hombre que hablaba catalán trata el tema del bilingüismo. ¿Cree usted que se hace una buena difusión de lenguas como el catalán, el euskera o el gallego fuera de nuestras fronteras y concretamente en Reino Unido?

En el Reino Unido hay una gran curiosidad por las lenguas extranjeras, aunque no son mayoría los británicos que hablan una o varias con fluidez. Este interés se proyecta no solo sobre las lenguas mayoritarias, como el español o el francés, sino sobre otras minoritarias como el catalán, el euskera o el gallego. Creo que la disposición que se hace en el Reino Unido de estas lenguas es correcta.

También ha abordado el tema de la corrupción en Un escándalo sin importancia. ¿Cree que la corrupción es algo innato en los países latinos y que no cambiaremos nunca?

No creo que la corrupción sea innata en ningún país del mundo. Creo, sin embargo, que en todos es necesario combatirla para que no florezca. La indiferencia y la actitud de que en todas partes cuecen habas es muy negativa porque se convierte en un caldo de cultivo que hace muy difícil erradicar la corrupción.

Por último, ¿Qué podemos aprender los españoles del talante anglosajón?

El respeto por los demás y la alegría con la que saben reírse de sí mismos

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