Estás acostumbrado a verlos por la calle con ese aire despreocupado que tanto los caracteriza, vestidos con ropa vintage y escuchando música con los cascos más grandes que puedas imaginar. Sí, tenemos la misma imagen mental de ese grupo de jóvenes que desfilan por las ciudades más cosmopolitas como si de una pieza de arte única se tratasen. Hablamos de los hipsters, una tribu urbana que, aunque no naciera ayer, gana cada vez más adeptos.
No les gusta ser catalogados, es más, odian las etiquetas. Es por eso que no se consideran a ellos mismos como hipsters, porque no sienten que sigan ningún tipo de moda aunque realmente lo hagan. Los hipsters se rodean de otros miembros con los mismos gustos y aficiones y hacen cosas de hipsters en los lugares y barrios más cool. En Londres, una de las densidades más altas de estos jóvenes la encontramos en el noreste de la ciudad, concretamente en la zona de Shoreditch o Dalston. Suelen ser clientes habituales de cafeterías y bares que ofrezcan comida y pasteles homemade, y por supuesto, sirvan café orgánico. Aunque más importante es que el local en cuestión disponga de wifi, imprescindible para poder conectar allí su Mac. Si los bebés normales y corrientes nacen con un pan debajo del brazo, el bebe hipster no ha dado el primer lloriqueo que ya está sincronizando su iPad en itunes.
Y es que los hipsters son seres muy sociales, disfrutan haciendo cosas interesantes pero les gusta aún más que la gente vea que las están haciendo. No falta en su perfil de Facebook o Instagram una foto llevando las pulseras de algún festival de música como el Primavera Sound o el FIB, pulsera que no se quitarán al finalizar el evento para poder tener la prueba física de que estuvieron allí. Y es que son unos fijos en los festivales, porque estos les ofrecen todo lo que un buen hipster necesita: música en directo de bandas que solo ellos conocen, contacto con otros de su especie y falafel con hummus.
Los hipsters tienden a escuchar música independiente o indie vanagloriándose de escuchar antes que nadie los grupos que empiezan a despuntar. Te hablan de bandas y de su particular estilo esperando a que pongas cara de póquer para, acto seguido, lanzar la pregunta que los deja satisfechos: «¿No los conoces?». Una vez estos grupos son conocidos por el amplio público, suelen dejar de seguirlos ya que «han perdido su esencia» o porque «se han vuelto comerciales». Aunque siempre están buscando nuevos hallazgos, no por ello dejan de reivindicar los clásicos musicales que, a su parecer, todos debemos conocer. Lo mismo les ocurre con el cine. Suelen acudir a aquellas salas donde puedan ver cine clásico o alternativo y, a poder ser, en versión original aunque se trate de una película griega.
Quizá sea este uno de los rasgos que más los caracteriza, avanzarse a las modas. Es por este motivo que se atreven con cualquier «modelito» de ropa. Al contrario que el groso de la población que espera a que algo sea moda para decidirse a llevarlo, los hipsters procuran siempre que su fondo de armario no coincida con las tendencias mainstream (corriente principal). Cuando algo es moda, para ellos es algo que ya no se lleva.
No existe un tipo de hipster determinado, por ejemplo, en la forma de llevar el pelo. Puede ser corto o largo pero, eso sí, debe parecer que no le han prestado atención al peinado cuando, en realidad, han pasado un buen rato en el espejo para conseguir ese look despreocupado. La barba se recomienda larga, que parezca poco cuidada y también están aceptados unas patillas o un bigote con toque personal y distintivo.
La ropa tiende a ser vintage, es decir, como sacada del baúl de la abuela. Puede ser perfectamente aceptable para un hipster un atuendo de marcas como Urban Outfitters o American Appareal. Como acostumbra a ser no demasiado barata, muchos suelen acudir a tiendas y mercados de segunda mano como el de Brick Lane para conseguir gangas y luego decir que es lo más barato que encontraron. Que no falten las gafas de sol que, independientemente si hace o no sol, es quizá el complemento más usado entre esta comunidad. No nos olvidemos de otro aspecto fundamental de los hipsters: los tatuajes. Generalmente se decantan por lo naive, es decir, aquel dibujo que parece que lo ha hecho un niño.
La decoración de la casa también tiene que seguir unas directrices propias del estilo. En ningún comedor hipster puede faltar la cabeza de ciervo en la pared como tampoco el ukelele. Eso sí, el instrumento es decoración ya que pocos saben tocarlo.
Tener un gato o un perro no es de ser hipster pero sí llamarlo Lola, Rita o Bimba y gastarse tanto o más dinero que en ropa de personas. Sus mascotas tienen que ir a semejanza de los dueños y por eso no es de extrañar ver un chihuahua con bufanda y gafas de sol.
Si estás con el periódico en la mano, levanta la vista y mira a tu alrededor… ¿Los reconoces ahora? Seguro que hay alguno cerca. Si no, no te preocupes, quizá es que estás en una zona poco cool. Súbete al primer metro o bus que veas, acércate a Brick Lane y vive por unas horas como un auténtico hipster. Entra en un café -si está en un tejado o en sitio poco convencional, mejor-, pide un latte orgánico y un trozo de quiche mientras escuchas música indie en tu portátil. Cuando acabes, entra en una tienda retro y atrévete a comprar un tejano o unas gafas de segunda mano. Pero ten cuidado, a esas alturas te darás cuenta de que lo hipster es peligrosamente adictivo y puede que quieras seguir esa moda aunque, pasado un tiempo, negarás que lo sea.