Owain Thomas. Las predicciones sobre el futuro siempre han tenido adeptos, especialmente las del tiempo atmosférico, una de las secciones informativas habituales en lo que se suponen noticias. No sé de ningún meteorólogo que haya sido puesto en ninguna picota, ni tan siquiera virtual, por haber predicho algo que jamás ocurrió, aunque un bigotudo presentador de la tele española se afeitó tras haber fallado en una de sus múltiples predicciones. Muchos personajes más o menos estrafalarios que pueblan los ‘medios’ se ocupan de predecir lo que sucederá, casi siempre de forma irresponsable.
¿Cómo es que estos individuos tienen tanto éxito y difusión si están prohibidos hasta por la Biblia? Levítico 19:26: «…ni seréis adivinos ni agoreros».
El disponer de ordenadores, modelos informáticos, títulos universitarios y subvenciones millonarias no les aleja de la adivinación. Sus predicciones fallidas no son tomadas en cuenta y los políticos siguen haciéndoles caso y pagando unas artes adivinatorias con elevadísimos márgenes de error.
Los llamados ‘calentólogos’, auténticos parásitos del sistema, viven de unas mentiras muy bien orquestadas, que no pierden credibilidad gracias a recibir enormes sumas de dinero, para al final presentar conjeturas presuntamente científicas y masturbaciones mentales sin fundamento.
¿Como es posible que propongan luchar contra las emisiones de CO2 si es el alimento fundamental de los vegetales en su fotosíntesis?
Las reuniones de Copenhague y Durban, promovidas por profesionales del alarmismo, con las que se pretendía evitar el ‘cambio climático antropogénico’ (!), resultaron en un ridículo espantoso por falta de pruebas. Divertida la imagen del presidente Obama, enfrentado a China e India, que no creen ni una palabra de los supuestos científicos, vividores sin escrúpulos. El ‘climagate’ abrió los ojos a más de uno y hoy mismo leo con cierta alegría que los conservadores-liberales británicos han recortado el presupuesto de los ‘calentólogos’, aunque no tienen previsto meterlos a todos en la cárcel, supongo que por falta de espacio. En un esfuerzo por mejorar su credibilidad ‘científica’, los agoreros cambiaron sus túnicas con estrellitas y cucurucho en la cabeza por las muy asépticas batas blancas. Pero la mona, vestida de seda….
Alfonso Posada
Prof. de bachillerato
Alfons.inn@gmail.com