Owain Thomas. Tal vez nunca antes en la historia hemos sido testigos de tantas catástrofes, en directo por la tele/radio, otras en diferido, con todo lujo de detalles y análisis exhaustivos, versiones diversas y auténticas recreaciones de los sucesos más impactantes que en el mundo han sido. Los medios de comunicación de masas hojaldradas compiten, desaforadamente, en su afán por atraer a los ‘morboespectadores’, los mismos que asisten a las ejecuciones públicas, cuando son algo muy serio, que por eso se hacen en público.
Cuando la estupidez humana se alía con las fuerzas desatadas de la naturaleza la catástrofe adquiere tintes de tragicomedia. Un maremoto, combinado con la falta de previsión en seguridad nuclear… Sayonara, Fukushima. El sinnúmero de teorías, estudios, averiguaciones, reconstrucciones, evaluaciones, conclusiones, lamentos, etc. que genera un siniestro, no deberían ocultar la estupidez que marcó el camino hacia la destrucción… O mermar la iluminada claridad producida por la razón. La idiotez productora de catástrofes es la que debería preocuparnos, y al cabo ocuparnos en intentar evitarla a toda costa, prevenirla. Acercarse demasiado a la costa, chocar con ella, un grave problema para un crucero llamado Costa y un capitán acostado.
También hay países directamente orientados al desastre por obcecación e ignorancia de sus dirigentes, meros caciques populistas, sin escrúpulos de conciencia ni visión de futuro, que miran ante sus pies en lugar de a un horizonte lejano en el tiempo, pensando en las generaciones venideras.
Confío en que el desarrollo de los sistemas de comunicación hará imposible el control de la información por parte de políticos y burócratas y con el tiempo será más difícil hacer política a base de mentiras, distorsiones de la Historia, controles políticos de la prensa y los sistemas educativos. Las redes sociales son un paso interesante en contra de las obsesiones de los políticos y burócratas, en lucha despiadada contra la población pensante.
Las catástrofes acaban siendo inevitables, por muy previsibles que sean; recomendamos ajustarse los cinturones, poner su respaldo en posición vertical y agarrarse a la mesa, por si acaso.