Los que disfrutamos de una enorme curiosidad por la comunicación entre seres humanos nos sentimos agredidos por los discursos banales realizados con voces engoladas, chillidos y hasta aullidos propios de animales salvajes y no de seres humanos racionales. En su afán por galvanizar a las masas, Hitler y sus muchachos aprendieron modos y maneras de las óperas de Wagner, silencios desafiantes, frases provocadoras, gestos amenazadores, gritos desgarradores y llamadas a la venganza. Algún presidente de gobierno actual todavía levanta la voz y se desgañita para reforzar su comunicación con la multitud a la que espera convencer, cayendo a menudo en un espantoso ridículo del que no es consciente. Un problema: Vociferar, chillar o gimotear en una plaza de toros abarrotada de partidarios puede ser muy efectivo, arengar a las muchedumbres siempre va bien. El problema surge cuando la TV nos traslada la misma realidad a nuestra sala de estar.
Son bien conocidas las altisonantes «castroenteritis» y los excesos verbales de los dictadores del Caribe, sus bramidos engolados y vanidades sin límites…Voceros a la medida de una audiencia primitiva, seducida por una discutible estética apasionada, cargada de medias verdades, que intenta ocultar su corrupción e infinito desprecio al populacho.
Lejos de tales argucias, Sir Winston Churchill se distinguió por un uso de las palabras digno de un auténtico conocedor de su lengua, tal vez gracias a su madre, una americana muy cultivada que creo que enriqueció su habla liberándola de las formalistas estrecheces victorianas.
Cuando desnudamos los discursos y liberamos su sentido profundo nos ocurre lo mismo que con el vino espumoso, a veces llamado de formas pomposas para poder venderlo a precios abusivos. La liberación del gas carbónico deja al descubierto una realidad menos agradable, lo que nos lleva a pensar que hemos caído en una trampa. Los efluvios gaseosos originales distorsionan los sabores y aromas como en una estafa perfectamente organizada.
Es verdad que las mentiras «tienen las patas cortas», pero algunas llegan muy lejos porque se mueven con gran agilidad.