Los sistemas académicos para medir los niveles lingüísticos suelen centrar su atención en aspectos puramente gramaticales, una parte importante aunque no tan útil como puede parecer a primera vista. Como decía Zorba, ‘la gente lista y los tenderos lo pesan todo’. La medida de nuestro nivel debería ser la de nuestra capacidad utilitaria de usarlo para comunicarnos, comprender y ser comprendidos. La corrección gramatical queda en un segundo plano y la precisión pasa a ser lo fundamental.
Ya es hora de dar una explicación al título de esta columna, que seguramente no incita a su lectura, pero recuerda una situación un tanto frustrante para nosotros, los estudiantes españoles. Tras esfuerzos sobrehumanos por pronunciar correctamente, retorciendo la lengua, etc… Total: Un resultado incomprensible para los taquilleros del ‘Tube’. Pronto aprendimos que ‘ajosecos’ suena a ‘Oxford Circus’. De ahí surgieron ‘picadillo seco’ (Picadilly Circus), ‘sombrero y bota’ (some bread and butter) y algunos otros equivalentes más o menos ingeniosos.
Para todos aquellos que quieren conocer su nivel de inglés (o de cualquier lengua), sugiero unos ‘autoexámenes’, constituídos por comunicaciones, habladas y escritas, con diferentes grupos de personas y sobre temas concretos.
Conocidos nuestros errores y problemas de comunicación, nos toca hacer lo posible por subsanarlos. Los ambientes profesionales, pubs y clubs de todo tipo son perfectos para establecer ‘relaciones lingüísticas’, aunque si queremos entablar una conversación nada mejor que una de las muchas personas mayores que pueblan los parques ingleses los días de sol, ardiendo en deseos de comunicarse con alguien. Sorpréndase con algunas vidas reales que superan cualquier ficción, al tiempo que regala un alimento fundamental: la compañía.