Ilustración sobre la catástrofe de Fukushima./ Owain Thomas.Cuando decimos que un color es «sucio» indicamos no tanto la porquería que produce las manchas sino que los colores oscuros las camuflan mientras que los claros las muestran en toda su crudeza y realidad. Las batas blancas de los sanitarios nos dan esa idea de asepsia tan necesaria en el sistema de salud. En la actualidad los restos de sangre y otros fluidos humanos quedan disimulados por el uso de colores verdes y marrones en los tejidos de los quirófanos. La apariencia es muy importante.
En los años sesenta una ciudad como Londres todavía presentaba unas fachadas oscurecidas con el hollín producido por las enormes cantidades de carbón quemado para calentar el interior de los edificios. Las chimeneas emitían humos insalubres y apestosos. Las partículas negras fueron eliminadas con el cambio a gas natural, cuyas emanaciones transparentes nos parecen impolutas. En la actualidad las centrales térmicas usan combustibles tratados previamente para evitar que se vean sus emisiones.
De forma similar la radiactividad es indetectable sin un contador Geiger y su invisibilidad le permite tirar la piedra sin necesidad de esconder la mano. Los técnicos que diseñan las centrales nucleares aprovechan esta circunstancia para menospreciar el factor riesgo ante los ojos de la población y las autoridades ‘irresponsables’ que autorizan su instalación…
Los que defendemos la energía eólica y su futuro desarrollo tecnológico pensamos que no solamente es la más pulcra de todas las formas de producir energía sino que podemos cambiar de situación los aerogeneradores y hasta sustituirlos por otros más avanzados. Su altura y rendimiento sólo están limitados por la capacidad tecnológica del momento y su evolución es muy prometedora.
Después del accidente de Chernóbil, achacado a un sistema político periclitado, con tecnologías, protocolos y técnicos atrasados, tuvimos una época de «bonanza» nuclear. Fukushima vino a poner las cosas en su sitio: El riesgo es enorme e incalculable.
¿Podemos considerar energía «bastante limpia» la de nuestros vehículos a motor si no podemos ver los excrementos gaseosos que defecan por detrás? Yo no.
Alfonso Posada
Prof. de bachillerato
Alfons.inn@gmail.com