La coherencia y pragmatismo proverbial de los ingleses, propiedades que hicieron poner, al lado de Westmister Hall, la estatua de Oliver Cromwell, dos siglos después de su muerte, ha de servir para reconocer la figura de Felipe I de Nápoles e Inglaterra, más tarde II de España, un rey poderoso, usuario de la Inquisición española y excelente constructor de monasterios.
La catedral de Winchester fue testigo del matrimonio, el 25 de Julio de 1554. Felipe, apuesto y católico, casa con María I (37), famosa por un cocktail: «Bloody Mary», tomate y vodka (6:2).
El matrimonio duró cuatro años, como la vida de María, que ‘cedió’ su corona a Isabel.
No hay estatuas dedicadas a Felipe, pero su enfrentamiento posterior con Inglaterra fue muy positivo para el país. Hubo un antes y un después. La llamada «Invencible» por sus propagandistas originó un proceso que galvanizó a una población a la que todavía le temblaban las carnes recordando la invasión normanda, que cinco siglos no es nada. Mas tarde hubo una espléndida armada inglesa victoriana, heredera de aquellos mas de cien barcos que se enfrentaron a la armada española, por la popa…
Un ataque inglés con barcas incendiarias, realizado de noche y organizado por un experto italiano, puso en peligro a la Armada española, que abandonó la formación que les protegía. Los barcos fueron arrastrados por los vientos y con poco control de sus rumbos reales.
Las pérdidas fueron pequeñas para ambas partes, pero la Armada Española tuvo que dar la vuelta al archipiélago, un viaje que realiza mi suegra para divertirse.
Tal vez Felipe I no tenga nunca su estatua, pero disfruta de un hueco en la Historia de Inglaterra en el que ‘brilla por su ausencia’…