Parece ser que con la llegada de las fechas navideñas nos volvemos más generosos y dispuestos a dar dinero. Esto lo saben bien los responsables de las asociaciones benéficas (no resulta fácil traducir charities tal y como las conocemos). De igual manera que hay una campaña de Navidad en los centros comerciales, hay una campaña de caridad en estas fechas.
En casi cada estación de metro del centro de Londres nos encontramos personas disfrazadas (generalmente de animales) o grupos cantando villancicos que recaudan dinero para alguna causa solidaria.
Ante toda esta avalancha de caridad uno se siente culpable a ratos por no colaborar más, por pasar siempre de largo ante los jóvenes de chaleco reflectante que intentan sacarte unos minutos para convencerte de que te impliques con la causa.
Los británicos colaboran habitualmente en una o varias de estas organizaciones, pero ¿qué pasa con los españoles? ¿Somos nosotros menos generosos? ¿Más frívolos, quizá?
Aunque de hecho no sean tan populares como en el Reino Unido, en España también hay un gran número de asociaciones de caridad y ONG’S. Algunas son de origen español, aunque Cruz Roja sigue siendo la que tiene un mayor número de voluntarios.
Sin embargo, en España tenemos una institución que realiza una labor de obra social importantísima. Son las Cajas de Ahorro. En la actualidad hay 34, número que ha ido reduciéndose paulatinamente por la tendencia a fusionarse con entidades de mayor tamaño para sortear mejor las dificultades económicas que amenazan al sector en los últimos años.
Las cajas de hoy ofrecen más o menos los mismos servicios que los bancos y lideran la actividad crediticia del sector financiero. La diferencia con los bancos está en que un porcentaje (mínimo el 50%) de los beneficios se destina a fondos de reservas para mantener la solvencia económica, y el porcentaje restante se destina a obra social. El objetivo de las cajas de ahorro es devolver a la sociedad parte del beneficio generado en el negocio financiero. Su labor social se extiende a toda la población, independientemente de que sean clientes o no. Sin la obra social de las cajas de ahorro muchas personas, especialmente en el ámbito rural, se quedarían sin acceso a muchas actividades culturales.
En ambos países se tienen
conceptos diferentes a la hora
de entender la beneficiencia
La obra social de las cajas se divide en: Asistencia Social y Sanidad, Cultura y Tiempo Libre, Educación e Investigación, Patrimonio Artístico y Natural.
La demanda de obra social es cambiante como reflejo de los cambios del país. Es por eso que se está notando un fuerte incremento en la asistencia a personas en circunstancias sociales desfavorables. Con la coyuntura económica actual se ha tenido que aumentar la partida destinada a viviendas tuteladas, centros para mayores, programas de formación para parados, ayudas a discapacitados o campañas preventivas de sanidad.
Lo que ocurre es que en España y el Reino Unido se tienen conceptos diferentes de entender la beneficencia. En España la caridad es seriedad, además de estar bastante institucionalizada y canalizada a través de la iglesia, grandes empresas, cajas de ahorro y otras entidades. En el Reino Unido hay una sociedad civil más activa e implicada en pequeñas asociaciones y grupos de caridad. El elemento lúdico está muchas veces presente y puede verse a gente vestida de luchadores de sumo haciendo una maratón, tirándose en paracaídas o dejándose crecer el bigote durante un mes. Todo ello con el objetivo de recaudar dinero para su causa. En cualquier caso, bien sea a la española o a la británica el fin es igual de loable. Y sin embargo ambos sistemas tienen también su parte oscura. En el caso de las cajas, los gobiernos locales ejercen mucho control sobre la forma de invertir en obra social. Son instituciones politizadas por su propia naturaleza y en ocasiones los gobiernos intentan sacar rédito político a su labor social. Inaugurar un polideportivo o un centro de salud con dinero de las cajas antes de un periodo electoral es algo que da buena imagen.
Con las charities a veces los individuos pretenden conseguir lo mismo que los políticos con las cajas. Mejora la imagen social de las personas y empresas que colaboran. Los británicos pierden su pudor a la hora de hablar de dinero cuando se trata de sus charities y en ocasiones se convierte en una cuestión de popularidad, una competición por ver quién recauda más. Podría hacer el Camino de Santiago en bicicleta y decir que es para una charity. Me financiarían el viaje y encima podría presumir en Facebook de ser comprometido.